El Papa canoniza al sevillano Manuel González García, el «obispo de los sagrarios abandonados»

En una hermosa mañana de sol radiante, el Papa Francisco ha canonizado este domingo en la plaza de San Pedro a Manuel González García (1877-1940), miembro de los famosos «niños seises» de la catedral de Sevilla y sucesivamente sacerdote, párroco, obispo de Málaga, refugiado en Gibraltar por la violencia de 1931, y obispo de Palencia.

En la homilía de la canonización del obispo español y otros seis nuevos santos de Europa y América, el Santo Padre ha afirmado que «estos siete testigos han combatido con la oración la buena batalla de la fe y del amor. Por eso han permanecido firmes en la fe con el corazón generoso y fiel».

Hoy han repicado las campanas de Palencia, cuyo alcalde, Carlos Fernández Rebolleda, forma parte, junto con la presidenta de la diputación, María de los Ángeles Armisén, de la delegación española presidida por el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz.

Pero al mismo tiempo que el Papa pronunciaba la fórmula de canonización poco después de las diez y media, repicaban también las campanas de Sevilla, su ciudad natal, las de Palomares del Río, su primera parroquia, las de la parroquia de San Pedro de Huelva, que fue la segunda, y sobre todo las de Málaga y las de Palencia.

El nuevo santo español, conocido como «el obispo de los sagrarios abandonados», transmitió a muchas personas su amor por la Eucaristía mediante su ejemplo personal, sus escritos y la fundación de las Marías de los Sagrarios, las Misioneras Eucarísticas de Nazaret y la Unión Eucarística Reparadora.

Era un hombre innovador, muy espiritual y muy valiente, que se enfrentó, a riesgo de su vida, a los revolucionarios que en 1931 quemaron numerosas iglesias en Málaga e incluso su palacio arzobispal. Para protegerle del peligro de asesinato, fue enviado a Gibraltar, y después a Castilla la Vieja. En Málaga, Burgos, Madrid y Palencia fue maestro espiritual de muchos santos de la época y mártires de la persecución religiosa.

Se distinguía también por una gran capacidad de organizar la ayuda a personas necesitadas, pues empezó abriendo en Huelva escuelas para niños pobres, después escuelas de aprendices, granjas, etc. y ayudó a muchas familias durante la hambruna de 1913, cuando las inundaciones paralizaban la agricultura, la huelga cerraba las minas y el conflicto pesquero con Portugal obligaba a amarrar la flota.

Cuando fue nombrado obispo en 1915, Manuel González García organizó una comida de fiesta para tres mil niños pobres, en la que él mismo servía a la mesa acompañado de amigos y algunas autoridades.

Pero su rasgo espiritual era el amor a Jesucristo en los sagrarios abandonados, como el que se encontró en su primera parroquia, y que le llevaría a fundar numerosos grupos de espiritualidad eucarística.

El milagro incluido en el proceso de canonización ha sido la curación científicamente inexplicable, en 2008, de una mujer madrileña que sufría un linfoma agresivo. La enfermedad desapareció por completo al rezar una novena con la reliquia del entonces beato.

«Los seises»
El cardenal Ángelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, ha recordado en «L’Osservatore Romano» que «de pequeño, Manuel formaba parte del célebre grupo de niños sevillanos que, por antigua tradición, cantan y bailan ante el Santísimo Sacramento. Se llaman ‘los seises’ porque son seis pequeños cantores de la catedral. Manuel era uno de estos ángeles eucarísticos».

La imagen serena y amable de Manuel González García miraba a los peregrinos y al mundo entero desde un gran tapiz colgado en la fachada de la basílica de San Pedro junto a los de otros seis grandes santos canonizados en la misma ceremonia: el «cura Brochero» de Argentina; el joven de 14 años mártir de las Guerras Cristeras, «Joselito»; un hermano de La Salle mártir de la Revolución Francesa; una carmelita también francesa, y dos sacerdotes italianos fundadores de familias espirituales.

Las reliquias de san Manuel González García fueron llevadas al altar por Ramón Caballás Varela, en una misa solemne en la que concelebraba junto al Papa el obispo de Palencia, Manuel Herrero Fernández.

Al terminar la misa, el Santo Padre ha dirigido un saludo especial a los peregrinos de los países de los nuevos santos y a las autoridades que han acudido a la ceremonia, entre las que figura el presidente de Argentina, MauricioMacri, quien fue recibido por Francisco el sábado junto con su esposa Juliana Awada y las hijas de ambos.

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