A Prado Nuevo, fuente de gracias, iré Dios mediante.
Os llevaré a todos y presentaré a María Santísima las peticiones vuestras que conozco y las que queráis hacer por aquí o en privado.
rezaré con profunda devoción y anhelo. Amén +
Ansío este momento. Ya son 3 primeros sábados que no he podido asistir por bodas y citas familiares que me lo han impedido. Tengo una sed inmensa de pisar el prado y vivir este día con mis hermanos peregrinos del mundo.

PALABRAS DEL PAPA JUAN PABLO II ( hoy santo )
EN EL PRIMER ANIVERSARIO DE LA MUERTE
DE LA MADRE TERESA DE CALCUTA
Sábado 5 de septiembre de 1998
Hace exactamente un año, la tarde del 5 de septiembre, moría en Calcuta la madre Teresa. Su recuerdo sigue vivo en el corazón de cada uno de nosotros, en toda la Iglesia y en el mundo entero. Esta pequeña mujer, de familia humilde, realizó una obra admirable con la fuerza de la fe en Dios y del amor al prójimo.
En realidad, la madre Teresa fue un don de Dios a los más pobres de entre los pobres; y, al mismo tiempo, precisamente por su extraordinario amor a los últimos, fue y sigue siendo un don singular para la Iglesia y para el mundo. Su entrega total a Dios, reafirmada cada día en la oración, se tradujo en una entrega total al prójimo.
Con la sonrisa, con los gestos y con las palabras de la madre Teresa, Jesús caminó una vez más por los senderos del mundo como buen samaritano y sigue haciéndolo en las Misioneras y en los Misioneros de la Caridad, que forman la gran familia fundada por ella. Demos gracias a las hijas e hijos de la madre Teresa por su radical opción evangélica y pidamos por todos ellos, para que sean siempre fieles al carisma que el Espíritu Santo suscitó en su fundadora.
No olvidemos el gran ejemplo que dejó la madre Teresa, y no nos limitemos a conmemorarla con palabras. Tengamos la valentía de poner siempre en primer lugar al hombre y sus derechos fundamentales. A los jefes de las naciones, tanto ricas como pobres, les digo: ¡no confiéis en la fuerza de las armas! Avanzad con decisión y lealtad por el camino del desarme, para destinar los recursos necesarios a los grandes y verdaderos objetivos de la civilización, para combatir unidos contra el hambre y las enfermedades, a fin de que cada hombre pueda vivir y morir como hombre. Es lo que quiere Dios, que nos lo recordó también mediante el testimonio de la madre Teresa.
Que ella nos asista y acompañe desde el cielo.
Texto del Evangelio (Lc 5,1-11): En aquel tiempo, estaba Jesús a la orilla del lago Genesaret y la gente se agolpaba sobre él para oír la Palabra de Dios, cuando vio dos barcas que estaban a la orilla del lago. Los pescadores habían bajado de ellas, y lavaban las redes. Subiendo a una de las barcas, que era de Simón, le rogó que se alejara un poco de tierra; y, sentándose, enseñaba desde la barca a la muchedumbre.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar». Simón le respondió: «Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada; pero, en tu palabra, echaré las redes». Y, haciéndolo así, pescaron gran cantidad de peces, de modo que las redes amenazaban romperse. Hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que vinieran en su ayuda. Vinieron, pues, y llenaron tanto las dos barcas que casi se hundían. Al verlo Simón Pedro, cayó a las rodillas de Jesús, diciendo: «Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador». Pues el asombro se había apoderado de él y de cuantos con él estaban, a causa de los peces que habían pescado. Y lo mismo de Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: «No temas. Desde ahora serás pescador de hombres». Llevaron a tierra las barcas y, dejándolo todo, le siguieron.
Comentario: Rev. D. Pedro IGLESIAS Martínez (Rubí, Barcelona, España)
Boga mar adentro
Hoy día todavía nos resulta sorprendente comprobar cómo aquellos pescadores fueron capaces de dejar su trabajo, sus familias, y seguir a Jesús («Dejándolo todo, le siguieron»: Lc 5,11), precisamente cuando Éste se manifiesta ante ellos como un colaborador excepcional para el negocio que les proporciona el sustento. Si Jesús de Nazaret nos hiciera la propuesta a nosotros, en nuestro siglo XXI…, ¿tendríamos el coraje de aquellos hombres?; ¿seríamos capaces de intuir cuál es la verdadera ganancia?
Los cristianos creemos que Cristo es eterno presente; por lo tanto, ese Cristo que está resucitado nos pide, no ya a Pedro, a Juan o a Santiago, sino a Jordi, a José Manuel, a Paula, a todos y cada uno de quienes le confesamos como el Señor, repito, nos pide desde el texto de Lucas que le acojamos en la barca de nuestra vida, porque quiere descansar junto a nosotros; nos pide que le dejemos servirse de nosotros, que le permitamos mostrar hacia dónde orientar nuestra existencia para ser fecundos en medio de una sociedad cada vez más alejada y necesitada de la Buena Nueva. La propuesta es atrayente, sólo nos hace falta saber y querer despojarnos de nuestros miedos, de nuestros “qué dirán” y poner rumbo a aguas mas profundas, o lo que es lo mismo, a horizontes más lejanos de aquellos que constriñen nuestra mediocre cotidianeidad de zozobras y desánimos. «Quien tropieza en el camino, por poco que avance, algo se acerca al término; quien corre fuera de él, cuanto más corra más se aleja del término» (Santo Tomás de Aquino).
«Duc in altum»; «Boga mar adentro» (Lc 5,4): ¡no nos quedemos en las costas de un mundo que vive mirándose el ombligo! Nuestra navegación por los mares de la vida nos ha de conducir hasta atracar en la tierra prometida, fin de nuestra singladura en ese Cielo esperado, que es regalo del Padre, pero indivisiblemente, también trabajo del hombre —tuyo, mío— al servicio de los demás en la barca de la Iglesia. Cristo conoce bien los caladeros, de nosotros depende: o en el puerto de nuestro egoísmo, o hacia sus horizontes.
Seguimos analizando sus palabras que me han taladrado el alma ..al ver estos días de verano con detenimiento la película de su vida..:
«No está enferma?» ..ése es otro mal..hemos de salvarnos sólo con la gracia»
«El que beba agua de ésta, vuelve a tener sed»
RAQUEL
Nombre hebreo (Rahel) que significa «oveja». Para un pueblo nómada y pastor como los israelitas, éste era un gran nombre. Era una expresión de ternura el sobrenombre de oveja. La bellísima historia de amor que envuelve este nombre ha hecho que desde la primera Raquel hace ya cerca de tres mil años, hasta el presente, nunca haya dejado de llevarse.
Raquel es la esposa amada de Jacob. Viajó éste a Mesopotamia, a ver a su tío Labán. Raquel, la hija menor de éste, salió a su encuentro. Jacob se enamoró de ella en cuanto la vio. Fue un flechazo. Propuso a Labán quedarse a trabajar siete años para él a cambio de que se la concediese como esposa. Aceptó Labán, y se quedó con él Jacob, haciendo prosperar sus rebaños. Al cabo de los siete años, en la ceremonia de la boda el padre le entregó la mujer cubierta con el velo nupcial (que no era transparente como ahora). Y tras la ceremonia, ya anochecido, la introdujo en su tienda. Al día siguiente, con la luz del sol, supo Jacob que con quien se había casado no era con Raquel, sino con su hermana Lía. Protestó Jacob ante su tío, pero éste le dijo que su obligación de padre era casar antes a la hija mayor. Tuvo que aguantarse Jacob. No podía ya repudiar a Lía. Le ofreció a su tío por tanto, trabajar otros siete años por conseguir a Raquel. Y así lo hizo. Al cabo de ese tiempo, Raquel pasó a ser la segunda mujer de Jacob, ella que era la primera en su corazón. No lo tuvo fácil Raquel con su hermana Lía. Los celos le complicaron mucho las cosas. El corazón de Jacob estaba por Raquel y el de Raquel por Jacob. Para colmo resultó que tuvo que llorar su esterilidad durante varios años, hasta que Dios se apiadó de ella y tuvo un hijo, al que llamó José, diciendo: «añádame Yahvé otro hijo». Cuando quiso irse Jacob a su tierra, aún se empeñó Labán en retenerlo otros seis años a cambio de partir con él los rebaños. Vueltos por fin a Palestina, yendo Jacob a ver a su padre Isaac, Raquel, que estaba de nuevo embarazada, sintió por el camino los dolores del parto. Al dar a luz, viendo que se moría, le puso al niño el nombre de Benoni, que significa «hijo de mi dolor». Pero Jacob se lo cambió por el de Benjamín, que significa «hijo de mi diestra». (Su diestra era Raquel). José y Benjamín fueron los preferidos de Jacob. Eso hizo que se levantara la envidia de sus hermanos. Lloró Jacob amargamente a Raquel cuando murió y la enterró cerca de Belén, y le construyó una tumba que todavía hoy se mantiene en pie en memoria de su gran amor. Celebran su onomástica las Raquel el 2 de septiembre, en que se conmemora una santa matrona de este nombre, o el 2 de mayo, en que se conmemora santa Raquel, monja.
Un nombre muy hermoso, el de Raquel, que halaga los oídos y llega al corazón. Tras él hay una recia historia de amor y de vida. La primera historia de amor de nuestra cultura. Es también nombre de flor, conocida por otro nombre como azucena de Güernesey, de un color rojo cereza, que al sol produce la ilusión de presentar puntos dorados. Es delicada, necesita calor en invierno y sólo florece la planta cada tres años. Toda una alegoría del amor verdadero, que no es ni tan fácil ni tan frecuente como nos gustaría. ¡Felicidades, Raquel, por tan bello nombre!
