Ayer fue Transfiguración de Jesús

Fiesta tan importante que ayer se me pasó nombrar..Dios nos dice que lo importante es su Hijo..escuchadle a El.

La transfiguración de Jesús, es un evento narrado en los evangelios sinópticos según san Mateo, san Marcos y san Lucas en el que Jesús se transfigura y se vuelve radiante en gloria divina sobre una montaña.

En estos pasajes, Jesús y tres de sus apóstoles, Pedro, Santiago y Juan se dirigen a una montaña (Monte de la Transfiguración) a orar. En la montaña, Jesús empieza a brillar con rayos brillantes de luz. Entonces los profetas Moisés y Elías aparecen al lado de él y habla con ellos. Entonces Jesús es llamado «Hijo» por una voz en el cielo, que se supone que es Dios Padre, como en el Bautismo de Jesús.

San Pedro Damián

      No hay comentarios en San Pedro Damián

Cardenal, Obispo de Ostia
Doctor de la Iglesia (año 1072).

Damián significa: el que doma su cuerpo. Domador de sí mismo.

San Pedro Damián fue un hombre austero y rígido que Dios envió a la Iglesia Católica en un tiempo en el que la relajación de costumbres era muy grande y se necesitaban predicadores que tuvieran el valor de corregir los vicios con sus palabras y con sus buenos ejemplos. Nació en Ravena (Italia) el año 1007.

Quedó huérfano muy pequeñito y un hermano suyo lo humilló terriblemente y lo dedicó a cuidar cerdos y lo trataba
como al más vil de los esclavos. Pero de pronto un sacerdote, el Padre Damián, se compadeció de él y se lo llevó a la ciudad y le costeó los estudios. En honor a su protector, en adelante nuestro santo se llamó siempre Pedro Damián.

El antiguo cuidador de cerdos resultó tener una inteligencia privilegiada y obtuvo las mejores calificaciones en los estudios y a los 25 años ya era profesor de universidad. Pero no se sentía satisfecho de vivir en un ambiente tan mundano y corrompido, y dispuso hacerse religioso.

Estaba meditando cómo entrarse a un convento, cuando recibió la visita de dos monjes benedictinos, de la comunidad fundada por el austero San Romualdo, y al oírles narrar lo seriamente que en su convento se vivía la vida religiosa, se fue con ellos. Y pronto resultó ser el más exacto cumplidor de los severísimos reglamentos de su convento.

Pedro, para lograr dominar sus pasiones sensuales, se colocó debajo de su camisa correas con espinas (cilicio, se llama esa penitencia) y se daba azotes, y se dedicó a ayunar a pan y agua. Pero sucedió que su cuerpo, que no estaba acostumbrado a tan duras penitencias, empezó a debilitarse y le llegó el insomnio, y pasaba las noches sin dormir, y le afectó una debilidad general que no le dejaba hacer nada. Entonces comprendió que las penitencias no deben ser tan exageradas, y que la mejor penitencia es tener paciencia con las penas que Dios permite que nos lleguen, y que una muy buena penitencia es dedicarse a cumplir exactamente los deberes de cada día y a estudiar y trabajar con todo empeño.

Esta experiencia personal le fue de gran utilidad después al dirigir espiritualmente a otros, pues a muchos les fue enseñando que en vez de hacer enfermar al cuerpo con
penitencias exageradas, lo que hay que hacer es hacerlo trabajar fuertemente en favor del reino de Dios y de la salvación de las almas.

En sus años de monje, Pedro Damián aprovechó aquel ambiente de silencio y soledad para dedicarse a estudiar muy profundamente la Sagrada Biblia y los escritos de los santos antiguos. Esto le servirá después enormemente para redactar sus propios libros y sus cartas que se hicieron famosas por la gran sabiduría con la que fueron compuestas.

En los ratos en que no estaba rezando o estudiando, se dedicaba a labores de carpintería, y con los pequeños muebles que construía ayudaba a la economía del convento.

Al morir el superior del convento, los monjes nombraron como su abad a Pedro Damián. Este se oponía porque se creía indigno pero entre todos lo lograron convencer de que debía aceptar. Era el más humilde de todos, y pedía perdón en público por cualquier falta que cometía. Y su superiorato produjo tan buenos resultados que de su convento se formaron otros cinco conventos, y dos de sus dirigidos fueron declarados santos por el Sumo Pontífice (Santo Domingo Loricato y San Juan de Lodi. Este último escribió la vida de San Pedro Damián).

Muchísimas personas pedían la dirección espiritual de San Pedro Damián. A cuatro Sumos Pontífices les dirigió cartas muy serias recomendándoles que hicieran todo lo posible para que la relajación y las malas costumbres no se apoderaran de la Iglesia y de los sacerdotes. Criticaba fuertemente a los que son muy amigos de pasear mucho, pues decía que el que mucho pasea, muy difícilmente llega a la santidad.

A un obispo que en vez de dedicarse a enseñar catecismo y a preparar sermones pasaba las tardes jugando ajedrez, le puso como penitencia rezar tres veces todos los salmos de la Biblia (que son 150), lavarles los pies a doce pobres y regalarles a cada uno una moneda de oro. La penitencia era fuerte, pero el obispo se dio cuenta de que sí se la merecía, y la cumplió y se enmendó.

Los dos peores vicios de la Iglesia en aquellos años mil, eran la impureza y la simonía. Muchos sacerdotes eran descuidados en cumplir su celibato, o sea ese juramento solemne que han hecho de esforzarse por ser puros, y además la simonía era muy frecuente en todas partes. Y contra estos dos defectos se propuso luchar Pedro Damián.

Varios Sumos Pontífices, sabiendo la gran sabiduría y la admirable santidad del Padre Pedro Damián, le confiaron misiones delicadísimas. El Papa Esteban IX lo nombró Cardenal y Obispo de Ostia (que es el puerto de Roma). El humilde sacerdote no quería aceptar estos cargos, pero el Papa lo amenazó con graves castigos si no lo aceptaba. Y allí, con esos oficios, obró con admirable prudencia. Porque al que es obediente consigue victorias.

Resultó que el joven emperador Enrique IV quería divorciarse, y su arzobispo, por temor, se lo iba a permitir. Entonces el Papa envió a Pedro Damián a Alemania, el cual reunió a todos los obispos alemanes, y valientemente, delante de ellos le pidió al emperador que no fuera a dar ese mal ejemplo tan dañoso a todos sus súbditos, y Enrique desistió de su idea de divorciarse.

Sus sermones eran escuchados con mucha emoción y sabiduría, y sus libros eran leídos con gran provecho espiritual.
Así, por ejemplo, uno que se llama «Libro Gomorriano», en contra de las costumbres de su tiempo. (Gomorriano, en recuerdo de Gomorra, una de las cinco ciudades que Dios destruyó con una lluvia de fuego porque allí se cometían muchos pecados de impureza). A los Pontífices y a muchos personajes les dirigió frecuentes cartas pidiéndoles que trataran de acabar con la Simonía, o sea con aquel vicio que consiste en llegar a los altos puestos de la Iglesia comprando el cargo con dinero (y no mereciéndolo con el buen comportamiento). Este vicio tomó el nombre de Simón el Mago, un tipo que le propuso a San Pedro apóstol que le vendiera el poder de hacer milagros. En aquel siglo del año mil era muy frecuente que un hombre nada santo llegara a ser sacerdote y hasta obispo, porque compraba su nombramiento dando mucho dinero a los que lo elegían para ese cargo. Y esto traía terribles males a la Iglesia Católica porque llegaban a altos puestos unos hombres totalmente indignos que no iban a hacer nada bien sino mucho mal. Afortunadamente, el Papa que fue nombrado al año siguiente de la muerte de San Pedro Damián, y que era su gran amigo, el Papa Gregorio VII, se propuso luchar fuertemente contra ese vicio y tratar de acabarlo.

La gente decía: el Padre Damián es fuerte en el hablar, pero es santo en el obrar, y eso hace que le hagamos caso con gusto a sus llamadas de atención.

Lo que más le agradaba era retirarse a la soledad a rezar y a meditar. Y sentía una santa envidia por los religiosos que tienen todo su tiempo para dedicarse a la oración y a la meditación. Otra labor que le agradaba muchísimo era el ayudar a los pobres. Todo el dinero que le llegaba lo repartía entre la gente más necesitada. Era mortificadísimo en comer y dormir, pero sumamente generosos en repartir limosnas y ayudas a cuantos más podía.

El Sumo Pontífice lo envió a Ravena a tratar de lograr que esa ciudad hiciera las paces con el Papa. Lo consiguió, y al volver de su importante misión, al llegar al convento sintió una gran fiebre y murió santamente. Era el 21 de febrero del año 1072. Inmediatamente la gente empezó a considerarlo como un gran santo y a conseguir favores de Dios por su intercesión.

El Papa lo canonizó y lo declaró Doctor de la Iglesia por los elocuentes sermones que compuso y por los libros tan sabios que escribió.

San Pedro Damián: consíguenos de Dios la gracia de que nuestros sacerdotes y obispos sean verdaderamente santos y sepan cumplir fielmente su celibato.

Santa Francisca Javier Cabrini

      1 comentario en Santa Francisca Javier Cabrini

(1850-1917)

Patrona de los Emigrantes y Fundadora de las Misioneras del Sagrado Corazón

«No olvidemos que seguimos al Buen Pastor, Nuestro Señor Jesucristo, que es manso y humilde de corazón. Jamás echemos una cucharada de amargura en la vida de los demás. No seamos duras ni bruscas con nadie. Que los que nos traten se vayan siempre contentos de haber sido tratados amablemente por nosotras».

SU VIDA

La Madre Cabrini fué la menor de una familia de trece hijos. Nació cerca de Pavia, Italia, en el año 1850.

Una de sus hermanas mayores era maestra de escuela y la formó en la estricta disciplina, lo cual le fue muy útil después para toda su vida.

Desde muy pequeña al oír leer en su familia la Revista de Misiones, adquirió un gran deseo de ser misionera. A sus muñecas las vestía de religiosas, y fabricaba barquitos de papel
y los echaba a las corrientes de agua y les decía: «Por favor, vayan a países de misiones a llevar ayudas». Para apagarle un poquito su gran deseo de irse de misionera le dijeron que en tierras de misiones no había dulces ni caramelos, entonces empezó a privarse de los caramelos que le regalaban, para irse acostumbrando a no comer dulces.

A los 18 años obtuvo el grado de profesora. Quiso entrar de religiosa en una comunidad pero no la aceptaron porque era de constitución muy débil y de poca salud. Pidió entrar a otra comunidad y tampoco la aceptaron por las mismas razones. Entonces se fue de maestra a una escuela que dirigía un santo sacerdote, el Padre Serrati.

Y aquél sacerdote se dio cuenta muy pronto de que la nueva maestra de su escuela tenía unas cualidades muy especiales para hacerse querer del alumnado y lograr que sus discípulas se volvieran mejores. Y la recomendó para que fuera a dirigir un orfanato llamado de la Divina Providencia, el cual estaba a punto de fracasar por no tener personas bien capaces que lo dirigieran. Al Sr. Obispo le pareció que era una excelente directora y hasta le aconsejó que tratara de fundar una comunidad de religiosas para que le ayudaran en el apostolado.

El Sr. Obispo le dijo un día: «Me dice que su gran deseo ha sido siempre ser misionera. Pues le aconsejo que funde una comunidad de misioneras. Yo no conozco ninguna comunidad para esa labor tan santa y admirable».

Y Francisca reunió siete compañeras de trabajo y con ellas fundó en 1877 la Comunidad de Misioneras del Sagrado Corazón. A los 10 años de fundada la comunidad fue a Roma a tratar de obtener la aprobación para su congregación, y el
permiso para fundar una casa en Roma. En la primera entrevista con el Cardenal Parochi, Secretario de Estado, éste le dijo que la comunidad estaba muy recién fundada y que todavía no se le podían conseguir semejantes permisos. Pero el Cardenal quedó tan admirado de la bondad y santidad de la fundadora que en la segunda visita ya le dio la aprobación y le pidió que en Roma fundara no sólo una casa para niñas huérfanas, sino dos: una escuela y un orfanato.

En aquel tiempo eran muchísimos los italianos que se iban a vivir a Norteamérica, pero allí, por falta de asistencia espiritual corrían el peligro de perder la fe y abandonar la religión. El Arzobispo de Nueva York le pidió personalmente que enviara sus religiosas a ese país a enseñar religión. Ella estaba dudosa porque más bien deseaba que se fueran al extremo oriente, a China. Pero consultó con el Sumo Pontífice León Trece y él le dijo: «No a oriente, sino a occidente». Con esto entendió que sí debían ir a Norteamérica.

NUEVA YORK

El 31 de marzo de 1889 Santa Francisca llegó con seis de sus religiosas a Nueva York.

A Nueva York y sus alrededores habían llegado recientemente unos 50,000 italianos. La mayoría de ellos no sabían ni siquiera los diez mandamientos. Sólo 1,200 iban a misa los domingos.

Al llegar a Nueva York se encontraron con que las señoras que habían prometido ayudar a conseguir la casa para ellas no habían conseguido nada, y tuvieron que pasar su primera noche en un hotelucho de mala muerte, sucio y destartalado. Y al presentarse al arzobispo éste les dijo
desanimado: «No se les pudo conseguir casa. Así que lo mejor que pueden hacer es devolverse otra vez a Italia». Pero la Madre Francisca, que era valiente y tenía una gran fe, le respondió: «No, señor arzobispo, el Sumo Pontífice nos envió para acá, y acá nos vamos a quedar». El arzobispo se quedó admirado del valor de la monjita y del apoyo que le ofrecían a ella desde Roma y les consiguió entonces alojamiento en una casa de religiosas.

Y a los pocos meses ya la Madre Cabrini había logrado conseguir una buena casa, buscando ayudas entre los bienhechores, y poco antes de un año ya pudo ir a Italia, llevando las dos primeras novicias norteamericanas para su comunidad. De vuelta se trajo varias religiosas más y fundó su primer gran orfanato junto al Río Hudson.

La comunidad empezó a extenderse admirablemente en Italia y en América. La Madre Cabrini en penosos y largos viajes fundó una casa en Nicaragua y otra en Nueva Orleáns. En esta ciudad norteamericana los italianos vivían en condiciones infrahumanas, y la presencia de las misioneras fue de enorme provecho para esas pobres gentes.

Las grandes obras que emprendió demuestran que Francisca Cabrini fue una mujer extraordinaria. Su inglés lo hablaba con acento italiano lo que le concedía una gracia especial, y que en cualquier parte donde llegaba la señalaba como una extranjera. Pero ello no le impidió ser amada y estimada por toda clase de personas en los Estados Unidos. Los que trataban con ella de asuntos económicos (en grande escala muchas veces) se quedaban admirados de las capacidades tan impresionantes que esta mujer tenía para salir adelante aun con las obras más difíciles.

Era sumamente disciplinada, como desde muy pequeñita le había enseñado a ser su hermana. Algo que nunca pudo aceptar fue que la gente abandonara la religión católica, que es la verdadera, para irse a formar parte de sectas protestantes que enseñan tantos errores. Esto la hizo sufrir mucho, porque en Norteamérica, los católicos eran una escasa minoría y los protestantes, halagándolos con ofertas económicas, los hacían pasarse a sus sectas y al par de años, como esas religiones quitan todas las devociones, se volvían unos verdaderos paganos, sin más dios que el dólar. Contra ésto luchó ella fuertemente durante toda su vida.

Otro pecado contra el cual luchaba duramente era el concubinato, la unión libre. Y hasta llegó a prohibir que en sus colegios recibieran a las hijas de los que públicamente vivían dando escándalo por su concubinato o su unión libre. Muchos la criticaban por esto, pero su conciencia no le permitía dejar en paz a los que hacían pública profesión de pecado. No aceptaba el vivir sirviendo al mismo tiempo a Dios y al diablo.

La Madre Cabrini había nacido para gobernar. Procuraba vivir al día con las buenas ideas modernas y no se cerraba a lo nuevo por puro capricho por lo pasado. Pero lo nuevo que era escandaloso lo rechazaba valientemente sin más ni más. Era inflexible para hacer cumplir los reglamentos y para exigir buen comportamiento, pero al mismo tiempo se hacía amar por su gran bondad. A sus religiosas les repetía: «No olvidemos que seguimos al Buen Pastor, Nuestro Señor Jesucristo, que es manso y humilde de corazón. Jamás echemos una cucharada de amargura en la vida de los demás. No seamos duras ni bruscas con nadie. Que los que nos traten se vayan siempre contentos de haber sido tratados muy amablemente por nosotras».

En 1892, al cumplirse el cuarto centenario del descubrimiento de América, fundó en Nueva York una gran obra: «El hospital Colón». Luego fundó nuevas casas de su comunidad en Costa Rica, Brasil, Buenos Aires, Panamá, Chile e Italia. Cuando le decían que no emprendiera la fundación de una obra porque iba a encontrar enormes dificultades, respondía: «Pero, quién es el que va a llevar esta obra al éxito: ¿nosotras o Dios?», y emprendía la fundación.

Durante doce años estuvo viajando por diversos países fundando casas de su congregación. Ella podría ser nombrada patrona de los viajeros internacionales. Y en su tiempo el viajar era mucho más complicado y difícil que ahora. Su amor por los pobres y su deseo de salvar almas y de hacer conocer y amar más a Dios la llevó de un sitio a otro del mundo, aunque fueran muy distantes. De Río de Janeiro a Roma, de Francia a Inglaterra y de Italia a Norteamérica. Todo por extender el reino de Dios.

La comunidad, que había empezado con ella y siete hermanas, ya contaba con mil religiosas, enseñando en escuelas gratuitas y orfanatos, y atendiendo en hospitales y otras obras de caridad. Hasta los presos de la peor cárcel de Estados Unidos, la cárcel de Sing-Sing, la proclamaban su bienhechora.

Durante los últimos siete años se sentía muy agotada y con una salud muy deficiente pero no por eso dejaba de trabajar incansablemente promoviendo sus obras de caridad y de evangelización. Y el 22 de diciembre de 1917 murió de repente, más quizás por agotamiento de tanto trabajar, que por edad, pues sólo tenía 67 años. Sus restos se conservan en el colegio Cabrini en Nueva York.

Ella fue la primera ciudadana norteamericana declarada santa por el Sumo Pontífice. Nadie que no hubiese tenido una gran santidad y un inmenso amor a Dios y al prójimo habría podido llevar a cabo obras tan grandes como ella logró realizar.

Oración:

Santa Francisca Javier Cabrini: te pedimos por
todos los americanos, los del norte y los del sur, y
por toda la juventud en peligro. No dejes de trabajar y de interceder en el cielo por los que todavía
luchamos con peligros en esta tierra.

Discurso del Papa Francisco en el encuentro con los jóvenes de México

MORELIA, 16 Feb. 16 / 06:06 pm (ACI).- El Papa Francisco está en Morelia y sostiene un encuentro con miles de jóvenes de todo México en el estadio “José María Morelos y Pavón”. A continuación el texto completo del discurso que pronunció en el multitudinario evento:

¡Buenas tardes! Ustedes jóvenes de México están aquí, que están mirando por televisión, están escuchando, quiero enviar un saludo y una bendición a los miles de jóvenes que en la Arquidiócesis de Guadalajara están reunidos en la Plaza San Juan Pablo II siguiendo lo que está pasando aquí y como ellos tantos otros… pero mandaron a avisar que eran miles, miles ya reunidos escuchando. Así que somos 2 estadios: la Plaza San Juan Pablo II de Guadalajara y nosotros aquí. Y después tantos otros también.

Yo conocía las inquietudes de ustedes porque me habían hecho llegar el borrador de lo que más o menos iban a decir: es la verdad para que les iba a mentir, pero a medida que hablaban también iba tomando nota de cosas que me parecían importantes para que no quedaran en el aire, sino aparecen en lo que yo resumí de lo que ustedes me habían dicho y como respuesta. Les cuento que cuando llegué a esta tierra fui recibido con una calurosa bienvenida y pude constatar ahí mismo algo que sabía desde hace tiempo: la vitalidad, la alegría, el espíritu festivo del pueblo mexicano.

«Ahorita», después de escucharlos, pero especialmente después de verlos, constato nuevamente otra certeza, algo que le dije al Presidente de la Nación en mi primer saludo. Uno de los mayores tesoros de esta tierra mexicana tiene rostro joven, son sus jóvenes. Sí, son ustedes la riqueza de esta tierra. Cuidado, no dije la esperanza de esta tierra, dije: «Su riqueza».

Una montaña puede tener minerales ricos que van a servir para el progreso de la humanidad, es su riqueza pero esa riqueza hay que transformarla en esperanza con el trabajo como hacen los mineros cuando van sacando esos minerales. Ustedes son la riqueza, hay que transformarla en esperanza. Y Daniela al final me echó un desafío y además también nos dio la pista sobre la esperanza pero todos los que hablaron cuando marcaban las dificultades, las cosas que pasaban afirmaron una verdad muy grande que todos podemos vivir pero no podemos vivir sin esperanza.

Sentir el mañana, no podemos sentir el mañana si primero uno no logra valorarse, si no logra sentir que su vida, sus manos, su historia vale la pena. Sentir, eso que Alberto decía que con mis manos, con mi corazón y con mi mente puedo construir esperanza. Si yo no siento eso, la esperanza no podrá entrar en mi corazón. La esperanza nace cuando se puede experimentar que notodo está perdido, y para eso es necesario el ejercicio de empezar «por casa», empezar por sí mismo. No todo está perdido. No estoy perdido, yo valgo, yo valgo mucho. Les pido silencio ahora. Cada uno se contesta en su corazón. ¿Es verdad que no todo está perdido? ¿Yo estoy perdido, estoy perdida? ¿yo valgo? ¿valgo poco? ¿valgo mucho?

La principal amenaza a la esperanza son los discursos que te desvalorizan, te van como chupando el valor y terminas como caído, ¿no es cierto? ¿como arrugado con el corazón triste? Discursos que te hacen sentir de segunda sino de cuarta. La principal amenaza a la esperanza es cuando sentís que no le importás a nadie o que estás dejado de lado.

Esa es la gran dificultad para la esperanza cuando en una familia, sociedad o escuela o en un grupo de amigos te hacen sentir que nos les importás. Y eso es duro, es doloroso ¿pero eso sucede o no sucede? ¿sí o no? Sí, sucede. Eso mata, eso nos aniquila y esa es la puerta de ingreso para tanto dolor. Pero también hay otra principal amenaza a la esperanza, la esperanza de que esa riqueza que son ustedes crezca y dé su fruto.Y es hacerte creer que empiezas a ser valioso cuando te disfrazas de ropas, marcas, del último grito de la moda, o cuando te volvés prestigio, importante por tener dinero pero, en el fondo, tu corazón no cree que seas digno de cariño, digno de amor. Y eso tu corazón lo intuye.

La esperanza está amordazada por lo que te hacen creer, no te la dejan surgir. La principal amenaza es cuando uno siente que tiene que tener plata para comprar todo, incluso el cariño de los demás. La principal amenaza es creer que por tener un gran «carro» sos feliz.

¿Es verdad esto que por tener un gran carro sos feliz?

Ustedes son la riqueza de México, ustedes son la riqueza de la Iglesia. Permítanme que les diga una frase de mi tierra, no les estoy “sobando el lomo”, no los estoy adulando. Y entiendo que muchas veces se vuelve difícil sentirse la riqueza cuando nos vemos continuamente expuestos a la pérdida de amigos o de familiares en manos del narcotráfico, de las drogas, de organizaciones criminales que siembran el terror.

Es difícil sentirse la riqueza de una nación cuando no se tienen oportunidades de trabajo digno. Alberto, lo expresaste claramente: posibilidades de estudio y capacitación, cuando no se sienten reconocidos los derechos que después terminan impulsándolos a situaciones límites. Es difícil sentirse la riqueza de un lugar cuando, por ser jóvenes, se los usa para fines mezquinos, seduciéndolos con promesas que al final no son reales, son pompas de jabón. Y es difícil sentirse rico así. La riqueza la llevan adentro, la esperanza la llevan adentro pero no es fácil por todo esto que les estoy diciendo que es lo que dijeron ustedes. Faltan oportunidades de trabajo y estudio dijo Roberto .y Alberto.

Pero, pese a todo, esto no me voy a cansar de decirlo: ustedes son la riqueza de México.

Roberto, vos dijiste una frase que se me escapó cuando leí tu apunte, pero que quiero detenerme. Vos hablaste que perdiste algo y no dijiste perdí el celular, perdí la billetera con plata, perdí el tren porque llegué tarde. Dijiste perdimos el encanto de disfrutar del encuentro. Perdimos el encanto de caminar juntos, de soñar juntos y para que esta riqueza movida por la esperanza vaya adelante hay que caminar juntos, hay que encontrarse, hay que soñar, no pierdan el encanto de soñar!, atrévanse a soñar!.

Soñar que no es lo mismo que ser dormilones, eso no. Y no crean que les digo esto de ustedes son la riqueza de México y de que esa riqueza con la esperanza va adelante, porque soy bueno, o porque la tengo clara, no queridos amigos, no es así. Les digo esto y estoy convencido, ¿saben por qué? Porque como ustedes creo en Jesucristo. Y creo que Daniela fue muy fuerte cuando nos habló de esto. Yo creo en Jesucristo y por eso les digo esto: Él es quien renueva continuamente en mí la esperanza, Es Él quien renueva continuamente mi mirada. Es Él quien despierta en mí, o sea en cada uno de nosotros, el encanto de disfrutar, el encanto de soñar, el encanto de trabajar juntos. Es Él quien continuamente me invita a convertir el corazón.

Sí, amigos míos, les digo esto porque en Jesús yo encontré a Aquel que es capaz de encender lo mejor de mí mismo. Y es de su mano que podamos hacer camino, es de su mano que una y otra vez podamos volver a empezar, es de su mano que podemos decir: Es mentira que la única forma de vivir, de poder ser joven es dejando la vida en manos del narcotráfico o de todos aquellos que lo único que están haciendo es sembrar destrucción y muerte.

Eso es mentira y lo decimos de la mano de Jesús. Es también de la mano de Jesús, de Jesucristo el Señor que podemos decir que es mentira que la única forma que tienen de vivir los jóvenes aquí es la pobreza, la marginación; en la marginación de oportunidades, en la marginación de espacios, en la marginación de la capacitación y educación, en la marginación de la esperanza.

Es Jesucristo el que desmiente todos los intentos de hacerlos inútiles, o meros mercenarios de ambiciones ajenas. Son las ambiciones ajenas las que a ustedes los marginan para usarlos en todas estas cosas que yo dije que saben que terminan en la destrucción y el único que me puede tener bien fuerte de la mano es Jesucristo, Él hace que esta riqueza se transforme en esperanza.

Me han pedido una palabra de esperanza, la que tengo para decirles, la que está en la base de todo se llama Jesucristo.

Cuando todo parezca pesado, cuando parezca que se nos viene el mundo encima, abracen su cruz, abrácenlo a Él. Por favor, nunca se suelten de su mano aunque los esté llevando adelante arrastrando y si se caen una vez déjense levantar por Él. Los alpinistas tienen una canción muy linda que me gusta repetírsela a los jóvenes. En el arte de ascender el triunfo no está en no caer sino en no permanecer caído. Ese es el arte y ¿quién es el único que te puede agarrar de la mano para que no permanezcas caído? Jesucristo el único, Jesucristo que a veces te manda un hermano para que te hable y te ayude, no escondas tu mano cuando estás caído. No le digas ‘no me mires que estoy embarrado o embarrada, no me mires ya no tengo remedio’. Solamente dejate agarrar la mano y agárrate a esa mano y la riqueza que tenés adentro sucia, embarrada, dada por perdida va a empezar a través de la esperanza a dar su fruto pero siempre de la mano de Jesucristo, ese es el camino. No se olviden en el arte de ascender el triunfo no está en no caer sino en no permanecer caídos.

No se permitan permanecer caídos, nunca, de acuerdo?. Y si ven un amigo o una amiga que se pegó un resbalón en la vida y se cayó, anda y ofrécele la mano pero ofrécela con dignidad, ponete al lado de él, de ella, escuchalo, no le digas te traigo la receta, como amigo, despacito, dale fuerzas con tu palabra, dale fuerzas con la escucha, esa medicina que se va olvidando. la “escuchoterapia”, déjalo hablar, dejalo que te cuente y entonces poquito a poco te va extendiendo la mano y vos lo vas a ayudar en nombre de Jesucristo. Pero si vas de golpe y le empiezas a predicar y a darle y darle lo vas a dejar peor de lo que estaba. Nunca se suelten de la mano de Jesucristo , por favor, nunca se aparten de Él y si se apartan se levantan y siguen adelante. el comprende lo que son estas cosas.
Porque de la mano de Jesucristo es posible vivir a fondo, de su mano es posible creer que la vida vale la pena dar lo mejor de sí, ser fermento, ser sal, ser luz en medio de sus amigos, de sus barrios, de su comunidad, en medio de la familia. Después Rosario voy a hablar un poquito de esto que vos dijiste de la familia. En medio de la familia.

Por eso, queridos amigos, de la mano de Jesús les pido que no se dejen excluir, no se dejen desvalorizar, no se dejen tratar como mercancía. Jesús nos dio un consejo para esto, para no dejarnos excluir, para no dejarnos desvalorizar, sean astutos como serpientes y humildes como palomas, las dos virtudes juntas. A los jóvenes viveza no les falta.

A veces les falta la astucia para que no sean ingenuos. las dos cosas, astutos pero sencillos, bondadosos. Es cierto, que por este camino quizás que no tendrán el último carro en la puerta, no tendrán los bolsillos llenos de plata, pero tendrán algo que nadie nunca les podrá sacarles que es la experiencia de sentirse amados, abrazados, acompañados, es el encanto de disfrutar del encuentro, el encanto de soñar en el encuentro de todos Es la experiencia de sentirse familia, de sentirse comunidad y es la experiencia de poder mirar al mundo, a la cara con la frente alta, sin el carro, sin la plata pero la frente alta. La dignidad.

Tres palabras que las vamos a repetir: riqueza que se la dieron, esperanza porque queremos abrirnos a la esperanza, dignidad. ¿Las repetimos? Riqueza y se la dieron, esperanza porque queremos abrirnos a la esperanza, dignidad. ¿Las repetimos? Riqueza, esperanza, dignidad

La riqueza que Dios le dio a ustedes, ustedes son la riqueza de México, la esperanza que les dio Jesucristo y la dignidad que les da el no dejarse “sobar el lomo” y ser mercadería para los bolsillos de otros.

Hoy el Señor los sigue llamando, los sigue convocando, al igual que lo hizo con el indio Juan Diego. Los invita a construir un santuario. Un santuario que no es un lugar físico, sino una comunidad, un santuario llamado parroquia, un santuario llamado nación.

La comunidad, la familia, el sentirnos ciudadanos, es uno de los principales antídotos contra todo lo que nos amenaza, porque nos hace sentir parte de esta gran familia de Dios. No para refugiarnos, para encerrarnos, para escaparnos de las amenazas de la vida o de los desafíos, al contrario, para salir a invitar a otros; para salir a anunciar a otros que ser joven en México es la mayor riqueza y por lo tanto, no puede ser sacrificada y porque es riqueza es capaz de tener esperanza y nos da dignidad. Otra vez las 3 palabras: riqueza, esperanza y dignidad. Pero riqueza esa que Dios nos dio y que tenemos que hacer crecer.

Jesús el que nos da la esperanza nunca nos invitaría a ser sicarios, sino que nos llama discípulos. Nos llama amigos. Jesús nunca nos mandaría al muere, sino que todo en Él es invitación a la vida. Una vida en familia, una vida en comunidad; una familia y una comunidad a favor de la sociedad. Y aquí Rosario retomo lo que vos dijiste, una cosa tan linda.

En la familia se aprende cercanía, se aprende solidaridad, se aprende a compartir, a discernir, a llevar adelante los problemas unos de otros, a pelearse y a arreglarse, a discutir y abrazarse y a besarse. La familia es la primera escuela de la Nación y en la familia está esa riqueza que tienen ustedes. La familia es como quien custodia esa riqueza, en la familia van a encontrar esperanza porque está Jesús, y en la familia van a tener dignidad. Nunca, nunca dejen de lado la familia. La Familia es la piedra de base de la construcción de una gran nación.

Ustedes son riqueza, tienen esperanza y sueñan, también Rosario habló de soñar, ¿ustedes sueñan con tener una familia? Casi no escuché la respuesta.

Queridos hermanos ustedes son la riqueza de este país y, cuando duden de eso, miren a Jesucristo, que es la esperanza, el que desmiente todos los intentos de hacerlos inútiles, o meros mercenarios de ambiciones ajenas. Les agradezco este encuentro y les pido que recen por mí. Gracias.

Antes de concluir el encuentro, el Santo Padre dijo estas breves palabras

Los invito a rezar juntos a nuestra Madre de Guadalupe y a pedirle que nos haga conscientes de la riqueza que Dios nos dio. Que nos haga crecer en nosotros, en nuestro corazón la esperanza en Jesucristo y que andemos por la vida con dignidad de cristianos.

Dios te salve María….

Que los bendiga Dios Todopoderoso, el Padre, y el Hijo y el Espíritu Santo. Y por favor no se olviden de rezar por mí. Gracias.