Feliz día de Todos los Santos

Me emociona esta lectura; si siempre fue así ahora más desde que estuve en Mayo en Tierra Santa , en el mismo lugar donde se sentó..

Texto del Evangelio (Mt 5,1-12a): En aquel tiempo, viendo Jesús la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos».
IMG_4274

IMG_4273

IMG_4275

San Alonso Rodríguez

      No hay comentarios en San Alonso Rodríguez

En la ciudad de Palma, en la isla de Mallorca, san Alfonso Rodríguez, que, al perder su esposa e hijos, entró como religioso en la Compañía de Jesús y estuvo como portero del colegio de aquella ciudad durante largos años, mostrando una gran humildad, obediencia y constancia en una vida penitente.

Estaba un día enfermo y le llevó el enfermero la comida a la cama con un mandato de parte del Padre Superior: «que se coma todo el plato». Cuando regresa el enfermero, le encuentra deshaciendo el plato y comiéndolo pulverizado. El santo se impuso a sí mismo una obediencia ciega; se exigió a sí mismo tanto que uno de los padres le dijo un buen día «que obedecía a lo asno».

Nació en Segovia en el año 1533, segundo de los once hijos del matrimonio formado por Diego Rodríguez y María Gómez que vivían del comercio de paños.

Su niñez y juventud estuvieron ligadas a la Compañía de Jesús. A los doce años fueron alojados en su casa Pedro Fabro y otro jesuita, cuyas enseñanzas atesoró. Estudió en el Colegio de los jesuitas de Alcalá de Henares.

A la muerte de su padre se encarga de sacar adelante el negocio familiar, pero su incompetencia es notable para el negocio de los paños.

Contrae matrimonio con María Juárez con quien tiene dos hijos. Pero la mala fortuna parece que le persigue: muere uno de sus hijos y su mujer y el negocio va de mal en peor; luego fallece su otro hijo y su madre. Alonso se ha quedado solo.

Se produce entonces una crisis fuerte que resuelve con confesión general y con el deseo de comenzar una nueva vida tomando un impresionante ritmo interior de trato con Dios y que mantiene por seis años. Cede a sus hermanos sus bienes y marcha a Valencia en 1569 con el propósito de ingresar en la Compañía; pero no contaba con insalvables obstáculos: su edad, la falta de estudios y escasa salud.

Trabaja entonces en comercio y de ayo.

Por fin es admitido en el Colegio Monte Sión en el año 1571; desde el año 1572 ocupa el cargo de portero hasta el 1610 que hacen casi cuarenta años

Es considerado en la Compañía como modelo para los hermanos legos por su ejercicio permanente para lograr auténtica familiaridad con Dios, por su obediencia absoluta y por su amor y deseo de tribulación.

Este humilde y santo portero fue durante su vida un foco radiante de espiritualidad de la que se beneficiaron tanto los superiores que le trataron como los novicios con los que tuvo contacto; un ejemplo representativo está en San Pedro Claver, el apóstol de los esclavos.

Con sus cartas ejerce un verdadero magisterio. Su lenguaje es sencillo y el popular de la época, pero logra páginas de singular belleza al tratar temas de mayor entusiasmo. La santidad que describe en sus escritos no es aprendida en los libros, es fruto de su experiencia espiritual.

Fue canonizado por el papa León XIII junto con San Pedro Claver.

San Alonso Rodríguez

      2 comentarios en San Alonso Rodríguez

Viudo y portero
Año 1617

Gracias Señor por estos modelos admirables que nos presentas en tus santos.
Haz que queramos imitarlos y que seamos capaces de seguir sus buenos ejemplos.
Alonso significa: «pronto para hacer el bien» (del germano al: el bien. Ons: prontitud).
El santo de hoy es un caso típico. Viudo, comerciante, portero por 45 años de un colegio. Poco instruido en las ciencias del mundo, pero un verdadero místico.
San Alonso nació en Segovia (España) en 1533, hijo de un comerciante acaudalado.
Cuando nuestro santo aún era un niño, tuvo la suerte de que llegó a su ciudad a predicar el Beato Pedro Fabro (discípulo muy amado de San Ignacio de Loyola) y se hospedó en la casa de los padres de Alonso y luego en compañía del jovencito se fue a una finca que poseía la familia Rodríguez, y allá lo preparó a la Primera Comunión. Esta amistad con un gran apóstol le fue de enorme provecho para su santificación.
Alonso fue después a estudiar en un colegio de los Padres Jesuitas, pero al morir su padre tuvo que volverse a casa para administrar los negocios. Sin embargo el destino que Dios le tenía preparado no era el de negociante y como no poseía las suficientes cualidades para ese oficio, sus negocios fueron decayendo poco a poco. Era como una llamada que Dios le hacía para que se dedicara a otra labor donde sí iba a conseguir la santidad.
Alonso se casó con una mujer muy buena y piadosa y tuvieron un hijo. Pero luego cuando iba a nacer el segundo niño, la esposa murió, dejándolo viudo y con un hijito muy pequeño. En seguida murió también su madre y los negocios empezaron a quebrar. Esta serie de infortunios hizo pensar a Alonso si no sería que Dios quería de él otro modo de vivir. Hasta entonces había sido un honrado comerciante, pero le faltaba todavía ser un creyente fervoroso y heroico
Vendió entonces los pocos bienes que le quedaban y se fue con su hijito a vivir junto a dos hermanas suyas que eran
extraordinariamente piadosas, las cuales le enseñaron el arte de rezar bien, y de hacer meditación y oración mental. Las enseñanzas de estas dos sencillas mujeres le fueron de inmensa importancia para su vida. Alonso meditaba dos horas diarias por la mañana, y por la tarde rezaba el rosario pensando en los misterios. Pronto empezó a descubrir la imperfección de su vida pasada, viéndola a la luz de las enseñanzas de Jesucristo. En un momento de meditación alcanzó a contemplar un poco los goces que nos esperan en el cielo, y en esos días hizo una confesión general de toda su vida y empezó una existencia totalmente dedicada a la oración, a la mortificación, a la meditación y a obras de caridad a favor de los pobres.
Luego murió su único hijo. Alonso sintió una agonía de muerte, pero en seguida Nuestro Señor le iluminó con la lectura de una página del Libro de la Sabiduría en la S. Biblia (Capítulo 4) que dice que a muchos jóvenes se los lleva Dios a la otra vida para evitarles terribles peligros que les podían llegar en esta vida contra su santidad y su salvación. Con esto Alonso se consoló inmensamente porque comprendía que su hijito tan amado, al morir tan joven se había librado de muchos peligros de ofender a Dios. Y esa muerte tan dolorosa lo movió a renunciar a todo e irse de religioso.
Alonso pidió a los padres jesuitas que lo aceptaran en su comunidad, pero nadie quería recibirlo porque tenía ya casi 40 años, no había hecho estudios y además era viudo. No se acostumbraba recibir gente de esa clase. Pero de pronto el superior sin saber por qué, cambió de parecer, y lo aceptó como hermano lego. Esa iba a ser la profesión que lo iba a llevar a la santidad.
Los superiores lo enviaron a la isla de Mallorca como portero del colegio de los jesuitas de Montesión. Allí en ese cargo se ganará la gloria del cielo atendiendo durante 45 años con la más exquisita bondad a toda clase de huéspedes y transeúntes.
Ser portero en un gran colegio no es tarea fácil, y menos lo era en aquellos tiempos en los que no había ni teléfono, ni otros medios de fácil comunicación de que disponemos hoy en día. Y los que lo conocieron y trataron dejaron constancia de que jamás alguien recibió del hermano Alonso un trato hosco o maleducado o frío, sino que por el contrario, todos se sentían tratados como si fueran grandes personajes. Allí llegaban montones de alumnos (con su algarabía juvenil), padres de familia, proveedores del colegio, religiosos viajeros que venían a pedir hospedaje por unos días, visitantes, médicos, obispos, militares, empleados del gobierno, vendedores y multitud de pordioseros y cada cual se sentía tratado por el hermano Alonso con una amabilidad que no estaban acostumbrados a recibir en otras partes.
Alonso Rodríguez se propuso ver a Jesús en cada visitante que llegaba, y tratar muy bien a Jesús que llegaba disfrazado de prójimo. Cuando alguien le preguntaba por qué no era más duro y áspero con ciertos tipos inoportunos, le respondía: «Es que a Jesús que se disfraza de prójimo, nunca lo podemos tratar con aspereza o mala educación». Seguramente que Nuestro Señor al llegar al cielo le habrá repetido aquello que en el Evangelio prometió que dirá a quienes tratan bien a los demás: «Ven siervo bueno y fiel. Entra en el gozo de tu Señor, porque cuando me disfracé de huésped me tratase sumamente bien. El buen trato que les diste a los demás, aún a los más humildes, lo recibo como si me lo hubieras dado a Mí en persona» (Mt. 25, 40).
Sus compañeros jesuitas dejaron escrita esta observación verdaderamente admirable: «Declaramos que jamás vimos en el hermano Alonso Rodríguez un comportamiento que no fuera el de un verdadero santo». Algo admirable en verdad.
De entre tantísimos amigos que Alonso trató en su oficio de portero en los 45 años en Montesión, el más santo e importante de todos fue San Pedro Claver. Este gran apóstol
vivió tres años con Alonso en aquella casa, y una noche el fervoroso portero oyó en visión que le decían: «Pedro Claver está destinado a hacer un gran bien en Sudamérica». Desde entonces el santo portero se propuso animar a Pedro a que viajara como misionero a América, y lo logró. Pedro Claver bautizó a más de 300,000 negros en Cartagena, y nunca pudo olvidar los buenísimos consejos que le dio su fiel amigo Alonso, en Mallorca.
San Pablo decía que para que no se llenara de orgullo Dios le permitió ataques terribles en su carne. Y así le sucedió también al buen Alonso. De vez en cuando le llegaban sequedades tan espantosas en la oración que para él, rezar era un verdadero tormento. Todo lo que fuera piedad le producía repulsión. Pero así y con esas sequedades seguía rezando. Rezaba todo el día, viajando de un sitio a otro de la casa llevando razones y mensajes, o atendiendo en su portería a todo el que llegaba. Alonso rezaba siempre.
Un día cuando sus tentaciones impuras se le habían vuelto casi enloquecedoras, al pasar por frente a una imagen de la Sma. Virgen le gritó en latín: «Sancta Maria, Mater Dei, memento mei» (Santa María Madre de Dios, acuérdate de mí) e inmediatamente sintió que las tentaciones desaparecían. Desde entonces se convenció de que la Santísima Virgen tiene gran poder para alejar a los espíritus impuros, y se dedicó a encomendase a Ella con mayor fervor. Le rezaba varios rosarios cada día y en honor de la Madre de Dios rezaba salmos diarios. Y la Virgen María fue su gran Protectora y defensora hasta la hora de su muerte y se le apareció varias veces, llenándolo de increíble felicidad.
En sus dolorosas enfermedades se sentía asistido por Jesús y María y decía que había días en que los sentía tan presentes junto a él como si hubiera vivido en Nazaret cuando ellos los dos estaban viviendo allá. Esto le producía intensas alegrías espirituales.
Con autorización de sus superiores fue escribiendo todo lo que recordaba de sus experiencias espirituales, y en esa su autobiografía hay detalles que demuestran cómo este sencillo e ignorante porterito de un colegio llegó a altísimos grados en la vida mística. Con razón las gentes de toas las clases sociales iban al colegio a pedirle sus consejos, a consultarle sus dudas y a recibir consuelos para sus penas.
Cuando ya era muy anciano y estaba sumamente enfermo, un día el superior para ver qué tanta era su obediencia le dijo: «Le ordeno que se vaya de misionero a América del Sur». Inmediatamente Alonso empacó sus pocas ropas y salió por la portería, listo a embarcarse en el primer barco que llegara. El superior tuvo que mandarle otra vez que se volviera a su puesto.
Otro día el superior, que sufría de un reumatismo sumamente doloroso le dijo: » Hermano Alonso, pídale a Dios y a la Virgen que me curen de este mal tan molesto». El santo estuvo toda la noche rezando, y no dejó de rezar pidiendo aquel favor, sino cuando al amanecer supo que el Padre Superior había amanecido totalmente curado.
El 29 de octubre de 1617 sintiéndose sumamente lleno de dolores y de angustias, al recibir la Sagrada Comunión, inmediatamente se llenó de paz y de alegría, y quedó como en éxtasis. Dos días estuvo casi sin sentido y el 31 de octubre despertó, besó con toda emoción su crucifijo y diciendo en alta voz: «Jesús, Jesús, Jesús» expiró.

Beato Miguel Rúa

      1 comentario en Beato Miguel Rúa

Año 1910

Dios envíe a su santa Iglesia muchos religiosos y
sacerdotes tan observantes como él.
¿Has visto a uno que cumple bien su deber?
Ése llegará a ser importante (S. Biblia. Proverbios).
En el año 1852 San Juan Bosco se encontró en la calle con un grupo de jovencitos que le pedían les regalara alguna medalla. A cada uno le obsequió su medalla, menos a uno
pálido y delgaducho, de noble mirada, al cual el santo haciendo como que partía su brazo izquierdo con la mano del derecho le dijo: «A ti sólo te doy esto». El jovencito no entendió qué significado podría tener esa acción, pero 30 años más tarde, le preguntará a Don Bosco: «¿Qué me quiso decir en mi niñez cuando me ofreció regalarme la mitad de su brazo?», y el santo le responderá: «Te quise decir que los dos obraríamos siempre ayudándonos el uno al otro y que tú serías mi mejor colaborador». Y así fue en verdad.
Miguel Rúa nació en Turín (Italia) de una modesta familia. Hizo sus estudios de primaria con los Hermanos Cristianos que lo apreciaron mucho porque era sin duda el alumno de mejor conducta que tenían en su escuela.
Y resultó que al Instituto de los Hermanos iba San Juan Bosco a confesar y los alumnos se encariñaron de tal manera con este amable santo que ya no aceptaban confesarse con ningún sacerdote que no fuera él. Y Rúa fue uno de los que se dejaron ganar totalmente por la impresionante simpatía y santidad del gran apóstol.
Al quedar huérfano de padre, empezó a frecuentar el Oratorio de Don Bosco, donde los muchachos pobres de la ciudad iban a pasar alegre y santamente los días festivos. Allí oyó un día que el santo le preguntaba: «Miguelín: ¿nunca has deseado ser sacerdote?». Al jovencito le brillaron los ojos de emoción y le respondió: «Si, lo he deseado mucho, pero no tengo cómo hacer los estudios».
«Pues te vienes cada día a mi casa y yo te daré clases de latín», le dijo Don Bosco. Y así empezó el joven sus clases de secundaria.
Más tarde Don Bosco lo envió a que recibiera clases de un excelente profesor de la ciudad, y cuando le pidió informes acerca de su alumno, el profesor respondió: «Es el mejor de la clase en todo: en aplicación, en conducta y en buenos modales».
San Juan Bosco deseaba mucho fundar una comunidad religiosa para educar a los jóvenes, y se propuso formar a sus futuros religiosos de entre sus propios alumnos. Y al primero que eligió para ello fue al joven Rúa. Le impuso la sotana y se interesó porque fuera haciendo sus estudios lo más completamente posible.
En 1856 Don Bosco hizo una curiosa votación entre los centenares de alumnos de su Oratoria de Turín (en el cual había muchos internos). Las preguntas eran estas: 1ª. ¿Cuál es el más santo y piadoso de los oratorianos? 2ª. ¿Cuál es el más simpático y buen compañero de todo el Oratorio? La segunda pregunta la ganó Santo Domingo Savio, porque en simpatía y compañerismo no le ganaba ninguno. Pero la primera la ganó por amplia votación el joven Rúa. Según el parecer de sus compañeros era el más piadoso y santo de todo el gran colegio. Y esto es mucho decir, porque allá había muchos jóvenes sumamente piadosos y santos.
Rúa fue el primer alumno de Don Bosco que ordenado de sacerdote se quedó a colaborarle en su obra. Fue también el primer director de colegio salesiano y el hombre de confianza que acompañó durante 37 años al gran apóstol en todas sus empresas apostólicas. En él depositaba San Juan Bosco toda su confianza y era en todo como su mano derecha.
Del beato Miguel Rúa hizo San Juan Bosco un elogio que envidiaría cualquier otro religioso o sacerdote. Hablando con algunos salesianos dijo el santo: «Si Dios me dijera: hágame la lista de las mejores cualidades que desea para sus religiosos, yo no sé qué cualidades me atrevería a decir, que ya no las tenga el Padre Miguel Rúa».
Cuando el Padre Rúa fue nombrado para ser director del primer colegio salesiano que se fundaba fuera de Turín, le pidió a su maestro Don Bosco que le trazara un plan de comportamiento, y el santo le escribió lo siguiente: «Ante todo trate de hacerse querer, más que de hacerse temer. Recuerde lo
que decía San Vicente de Paúl: ‘Yo tenía un carácter demasiado serio y un temperamento amargo, y me di cuenta de que si no hay amabilidad, se hace más mal que bien en el apostolado. Y me propuse adquirir un modo de ser amable y bondadoso’. Este sea su plan de comportamiento». Miguel Rúa conservó toda su vida estos consejos y llegó a practicarlos de manera admirable.
San Juan Bosco decía al final de su vida: «Si el Padre Rúa quisiera hacer milagros, los haría, porque tiene la virtud suficiente para conseguirlos». Pero la humildad de este santo sacerdote era tan grande que jamás se atrevía a querer obtener nada extraordinario. Él nunca hablaba de sí mismo. Pero un día, ya ancianito, le preguntaron los religiosos jóvenes: «Padre, ¿nunca le ha sucedido algún hecho extraordinario?». Y él, por bromear, les dijo: «Sí, un día me dijeron: ya que está reemplazando a Don Bosco que era tan milagroso, por favor coloque sus manos sobre una enferma que está moribunda. Yo lo hice, y tan pronto como le coloqué las manos sobre la cabeza, en ese mismo instante… ¡la pobre mujer se murió!». Los seminaristas rieron ante semejante final que no esperaban, pero se dieron cuenta de que lo sucedido en realidad era que no le gustaba hablar a favor de sí mismo.
Cuando San Juan Bosco era ya muy ancianito, el Santo Padre León XIII le dijo: «Dígame cuál es su sacerdote de mayor reemplazo». El santo le dijo que era Miguel Rúa y este recibió el encargo Pontificio de reemplazar a Don Bosco cuando muriera. Y así lo hizo en 1888 al morir el santo. Quedó Rúa elegido como Superior General de los salesianos y en los 22 años que dirigió la Congregación Salesiana, esta multiplicó por cinco el número de sus religiosos y abrió casas y obras sociales en gran cantidad de países.
Los salesianos decían: «Si alguna vez se perdiera nuestra Regla o nuestros Reglamentos, bastaría observar cómo se porta el Padre Rúa, para saber ya qué es lo que los demás debemos
hacer». Su exactitud era admirable. Siempre amable y bondadoso, comprensivo con todos y lleno de paciencia, pero exactísimo en el cumplimiento de todos sus deberes.
Cuando Rúa tenía apenas unos 25 años, un día se enfermó muy gravemente y mandó llamar a San Juan Bosco para que le impusiera los santos óleos y le llevaran el viático. El santo respondió: «Miguel no se muere ahora, ni aunque lo lances de un quinto piso». Y después explicó el por qué decía esto. Es que en sueños había visto que todavía en el año 1906 (40 años después) estaría Miguel Rúa extendiendo la comunidad salesiana por muchos países del mundo. Y a él personalmente le dijo después: «Miguel: cuando ya seas muy anciano y al llegar a una casa alguien te diga: ‘Ay padre, ¿por qué se ha envejecido tan exageradamete?’, prepárate porque ya habrá llegado la hora de partir para la eternidad». Y así sucedió. Al principio del año 1910, el Padre Rúa fue a Sicilia a visitar un colegio salesiano y un antiguo discípulo suyo, al verlo le dijo: «Ay padre, ¿por qué se ha envejecido tan exageradamente?». El santo sacerdote palideció y se preparó a bien morir.
Y el 6 de abril de 1910, después de exclamar: «Salvar el alma, eso es lo más importante», expiró santamente. Había dedicado su existencia totalmente a tratar de hacer amar más a Dios y a colaborar totalmente a tratar de hacer amar más a Dios y a colaborar en la salvación de las almas.

San Judas Tadeo apóstol

      No hay comentarios en San Judas Tadeo apóstol

Judas, por sobrenombre Tadeo, es aquel apóstol que en la última cena preguntó al Señor por qué se manifestaba a sus discípulos y no al mundo. Es autor de una de las cartas del Nuevo Testamento. Como San Simón Apóstol, predicó el evangelio en Asia y fue mártir.

Fiesta de los santos Simón y Judas, apóstoles, el primero apellidado Cananeo o Zelotas, y el segundo, hijo de Jacob, llamado también Tadeo, y que en la última cena preguntó al Señor acerca de su manifestación, recibiendo esta respuesta: El que me ame, observará mi palabra, y el Padre mío le amará, y vendremos a él y haremos nuestra mansión en él.