Križevac

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Hace pocos días estaba allí..

El Monte Križevac (también llamado de Monte de la Cruz o Montaña de la Cruz), es una colina situada junto al monte Podbrdo en la localidad de Međugorje, en la Bosnia y Herzegovina.

El monte mide 520 metros y debe su nombre a la presencia en su cima de una gran cruz de cemento colocada el 15 de marzo de 1934, en conmemoración de los 1900 años de la muerte de Jesús. En la cruz fue grabada la leyenda; «A Jesucristo, Redentor de la humanidad, como signo de nuestra fe, de nuestro amor y de nuestra esperanza, y en memoria del 1900 aniversario de la Pasión de Jesús»..

En la intersección de los brazos de la cruz fueron colocadas las reliquias de la Cruz de Jesús, recibidas de Roma para la ocasión. Cada año a sus pies se celebra la Misa en conmemoración de la Exaltación de la Santa Cruz, tras la supuesta aparición de la Santísima Virgen María en Međugorje, y se celebra el Via Crucis hasta la base de la cruz.

Vivo rezando

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Cualquiera que me escuche..en mi taller a diario, ya no escucho la radio..en el coche, tampoco..paseando, esperando y hasta durmiendo ¡ Lo noto..son Ave Marías encadenadas..me gusta hacerlo despacio y pensando cada palabra: «El Señor es contigo «..esto me emociona..

San Carlos Borromeo

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Patrono de Banca y Bolsa.

Nació el año 1538 en Arona (Italia).

Terminados sus estudios de derecho, su tío el papa Pío IV lo nombró cardenal y le encomendó diversos asuntos del papado.

Más tarde fue nombrado obispo de Milán donde fue un verdadero pastor de su grey, entregándose sin reservas a los fieles.

Cuidó con esmero a sus sacerdotes, convocó sínodos y decretó muchas disposiciones destinadas a poner por obra los mandatos del Concilio de Trento.

Su labor supuso una mejora de las costumbres y un incremento de la vida cristiana en su diócesis.

Fue uno de los principales promotores del concilio de Trento e intentó poner en práctica todas las importantes reformas allí surgidas.

Murió el día 3 de Noviembre del año 1584, con tan solo 46 años.

San Martín de Porres

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Nació Martín el 8 de diciembre de 1579, hijo de un importante hidalgo y de una mulata, en Lima (Perú). Martín comenzó a familiarizarse con el bien retribuido oficio de barbero, que en aquella época era bastante más que sacar dientes, extraer muelas o hacer sangrías. Martín supo hacerse un experto por pasar como ayudante de un excelente médico español. De ello comenzó a vivir y su trabajo le permitió ayudar de modo eficaz a los pobres que no podían pagarle. Por su barbería pasarán igual labriegos que soldados, irán a buscar alivio tanto caballeros como corregidores. Pero lo que hace ejemplar a su vida no es sólo la repercusión social de un trabajo humanitario bien hecho. Más es el ejercicio heroico y continuado de la caridad que dimana del amor a Jesucristo, a Santa María. Por el ejercicio de su trabajo y por su sensibilidad hacia la religión tuvo contacto con los monjes del convento dominico del Rosario donde pidió la admisión como donado para pasar luego a hermano. De todas la virtudes que poseía Martín de Porres sobresalía la humildad, siempre puso a los demás por delante de sus propias necesidades. En una ocasión el convento tuvo serios apuros económicos y el Prior se vio en la necesidad de vender algunos objetos, ante esto, Martín de Porres se ofreció a ser vendido como esclavo para remediar la crisis. Murió tal día como hoy en 1639.

Conmemoración a los Fieles Difuntos

Popularmente llamada Día de los Difuntos, es una celebración que tiene lugar el día 2 de noviembre complementando al Día de Todos los Santos, cuyo objetivo es orar por aquellos fieles que han acabado su vida terrenal y, especialmente, por aquellos que se encuentran aún en estado de purificación en el Purgatorio.

La práctica religiosa hacia los difuntos es sumamente antigua. El profeta Jeremías en el Antiguo Testamento dice: «En paz morirás. Y como se quemaron perfumes por tus padres, los reyes antepasados que te precedieron, así los quemarán por ti, y con el «¡ay, señor!» te plañirán, porque lo digo yo — oráculo de Yahveh» (Jeremías 34,5). A su vez en el libro 2° de los Macabeos está escrito: «Mandó Juan Macabeo ofrecer sacrificios por los muertos, para que quedaran libres de sus pecados» (2 Mac. 12, 46); y siguiendo esta tradición, en los primeros días de la Cristiandad se escribían los nombres de los hermanos que habían partido en la díptica, que es un conjunto formado por dos tablas plegables, con forma de libro, en las que la Iglesia primitiva acostumbraba a anotar en dos listas pareadas los nombres de los vivos y los muertos por quienes se había de orar.

En el siglo VI los benedictinos tenían la costumbre de orar por los difuntos al día siguiente de Pentecostés. En tiempos de san Isidoro († 636) en España había una celebración parecida el sábado anterior al sexagésimo día antes del Domingo de Pascua (Domingo segundo de los tres que se contaban antes de la primera de Cuaresma) o antes de Pentecostés.

En Alemania cerca del año 980, según el testimonio del cronista medieval Viduquindo de Corvey, hubo una ceremonia consagrada a la oración de los difuntos el día 1 de noviembre, fecha aceptada y bendecida por la Iglesia.

Adoptada por Roma en el siglo XIV pero que se remonta varios siglos atrás. Fue el 2 de noviembre del año 998 -otros autores fijan la fecha en 1030- cuando, en el sur de Francia, el monje benedictino San Odilón u Odilo (c. 962 – 1048), quinto abad de Cluny, instauró la oración por los difuntos en los monasterios de su congregación, como fiesta para orar por las almas de los fieles que habían fallecido, por lo que fue llamada «Conmemoración de los Fieles Difuntos». Entre la dispersa obra de este santo, ha llegado hasta nuestros días una vida de la santa emperatriz Adelaida, una biografía de su antecesor Mayeul, sermones, himnos y oraciones, y varías cartas de su abultada correspondencia. De allí se extendió a otras congregaciones de benedictinos y entre los cartujos; la Diócesis de Lieja la adoptó cerca del año 1000, en Milán se adoptó el siglo XII, hasta ser aceptado el 2 de noviembre, como fecha en que la Iglesia celebraría esta fiesta.