Por la paz en Sarajevo

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En su homilía, el obispo de Roma recordó una palabras de Jesús en el Evangelio –«Bienaventurados los que construyen la paz»-, haciendo notar que no se refieren a quienes «hablan» de la paz –y todavía menos si lo hacen «de manera hipócrita o incluso mentirosa- sino a quienes crean la paz, hacen la paz».

Francisco aseguró que si uno se esfuerza en crear la paz y pedirla a Dios, realiza un descubrimiento: «Aquella persona, aquel pueblo que veía como enemigo, tiene en realidad el mismo rostro que yo, el mismo corazón, la misma alma. ¡Tenemos el mismo Padre en el cielo!».

Papa en Corpus Christi: Eucaristía no es premio para buenos sino fuerza para débiles

ATICANO, 04 Jun. 15 / 04:20 pm (ACI/EWTN Noticias).- El Papa Francisco presidió este jueves la celebración del Corpus Christi, la Solemnidad del Santísimo cuerpo y la Sangre de Cristo, en el exterior de la Basílica romana de San Juan de Letrán y afirmó que “la Eucaristía no es un premio para los buenos, sino la fuerza para los débiles; para los pecadores es el perdón, el viático que nos ayuda a andar, a caminar”.

En su homilía, el Pontífice pidió a los fieles no dejarse afectar por las “idolatrías de nuestro tiempo” porque “disgregan” y diluyen la dignidad del cristiano. Algunas de ellas son “la apariencia, el consumismo, la arrogancia y el no admitir los errores”. También recordó a los cristianos perseguidos y a todos los mártires que han dado su vida por la fe en estos días y pidió alabar y cantar el misterio del Corpus por las calles de la ciudad.

“En la última cena, Jesús dona su Cuerpo y su Sangre mediante el pan y el vino, para dejarnos el memorial de su sacrificio de amor infinito. Con este ‘viático’ rebosante de gracia, los discípulos tienen todo lo necesario para su largo viaje por la historia, para extender a todos el reino de Dios”, explicó el Papa.

“Luz y fuerza será para ellos el don que Jesús ha hecho de sí, inmolándose voluntariamente en la cruz. Y este Pan de vida ha llegado hasta nosotros. No termina nunca el estupor de la Iglesia ante esta realidad”. “Un estupor que alimenta siempre la contemplación, la adoración, la memoria”, aseguró Francisco.

Esto, añadió, “nos lo demuestra un texto precioso de la liturgia de hoy, el Responsorio de la segunda lectura del Oficio de Lecturas, que dice así: ‘Reconozcan en este pan a aquél que fue crucificado; en el cáliz, la sangre que brotó de su costado. Tomen y coman el cuerpo de Cristo, beban su sangre: porque ahora son miembros de Cristo. Para no disgregarse, coman este vínculo de comunión; para no no estimarse en poco, beban el precio de su rescate’.

“Nosotros nos disgregamos cuando no somos dóciles a la Palabra del Señor, cuando no vivimos la fraternidad entre nosotros, cuando vamos rápidamente a ocupar los primeros puestos, cuando no encontramos la valentía de testimoniar la caridad, cuando no somos capaces de ofrecer esperanza”, dijo ante los fieles que participaban en la Misa.

Al contrario, “la eucaristía nos permite no disgregarnos, porque es vínculo de comunión, es cumplimento de la Alianza, signo viviente del amor de Cristo que se ha humillado y aniquilado para que nosotros permanezcamos unidos”.

Por tanto, “participando de la Eucaristía y nutriéndonos de ella somos incluidos en un camino que no admite divisiones”. “Cristo, presente en medio de nosotros en el signo del pan y del vino, exige que la fuerza del amor supere cada laceración y al mismo tiempo sea comunión con el pobre, ayuda para el débil, atención fraterna a cuantos están cansados para sostener el peso de su vida diaria.

El Pontífice se preguntó entonces qué significa “disolverse” y “diluir la dignidad cristiana”, a lo que respondió explicando que es “dejarse afectar por las idolatrías de nuestro tiempo: la apariencia, el consumir, el ‘yo’ en el centro de todo; pero también el ser competitivos, la arrogancia como actitud ganadora, el no admitir nunca haberse equivocado o tener necesidad”.

“Todo esto nos envilece, nos hace cristianos mediocres, tibios, insípidos, paganos”, alertó Francisco.

Sin embargo, “Jesús ha derramado su sangre como precio y como baño que nos lava, para que seamos purificados de todos los pecados: para no despreciarnos mirémosle a Él, bebamos de su fuente para ser preservados del riesgo de la corrupción”.

De esta manera “experimentaremos la gracia de una transformación: permaneceremos siempre como pobres pecadores, pero la Sangre de Cristo nos liberará de nuestros pecados y nos restituirá nuestra dignidad. Sin otro mérito, con sincera humildad, podremos llevar a los hermanos el amor de nuestro Señor y Salvador”.

El Pontífice aseguró que “seremos sus ojos que van en busca de Zaqueo y de la Magdalena; seremos su mano que socorre a los enfermos en el cuerpo y en el Espíritu; seremos su corazón que ama a los necesitados de reconciliación y de comprensión”.

Regresando a la Eucaristía, el Papa explicó que “así la Eucaristía actualiza la Alianza que nos santifica, nos purifica y nos une en comunión admirable con Dios”. Y añadió: “la eucaristía no es un premio para los buenos, sino la fuerza para los débiles, para los pecadores, es el perdón, el viático que nos ayuda a andar, a caminar”.

“Hoy, fiesta del Corpus Domini, tenemos la alegría no sólo de celebrar este misterio, sino también de alabarlo y cantarlo por las calles de nuestra ciudad”, solicitó a los fieles que le escuchaban.

Sobre la procesión que realizaría a continuación hasta la Basílica de Santa María la Mayor, el Santo Padre manifestó el deseo de que “pueda expresar nuestro reconocimiento por todo el camino que Dios nos ha hecho recorrer a través del desierto de nuestras pobrezas, para hacernos salir de la condición servil, nutriéndonos de su amor mediante el Sacramento de su Cuerpo y de su Sangre”.

Por último, no se olvidó de los cristianos perseguidos y de aquellos que ya han alcanzado el martirio al ser asesinados por su fe, pidiendo que todos, en este día, les tengan presentes: “Dentro de poco, mientras caminamos a lo largo de la calle, sintámonos en comunión con tantos hermanos y hermanas nuestros que no tienen la libertad de expresar su fe en el Señor Jesús. Sintámonos unidos a ellos: cantamos con ellos, alabamos con ellos, adoramos con ellos. Y veneramos en nuestro corazón a aquellos hermanos y hermanas a quienes se les ha pedido el sacrificio de la vida por fidelidad a Cristo: que su sangre, unida a la del Señor sea prensa de paz y de reconciliación para el mundo entero”.

“Tomen, esto es mi cuerpo.”

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“Tomen, esto es mi cuerpo.”
(Mc 14, 22)

En muchos países este domingo se celebra la solemnidad de Corpus Christi, en otros ya se celebró el jueves. De todos modos propongo una sencilla reflexión sobre este gran misterio.

Ciertamente la eucaristía es, entre los dones de Dios confiados a la Iglesia, uno de los más preciosos, y esto lo confirma el propio nombre:
“Santísimo Sacramento”.

Jesús encontró un modo sencillo pero muy fuerte de permanecer en nuestro medio, y alimentarnos en todo nuestro caminar hacia Dios.

1-El primer recuerdo que nos viene a la mente es el ‘Maná’ del desierto, que regalado por Dios todos los días igual para todos, y sin poder acumular, hizo que aquella gente cambiara la mentalidad y aprendiera a compartir, a vencer el egoísmo, a ser solidarios.

También la eucaristía quiere ser una escuela de Dios. A través de la comunión frecuente, Dios quiere ir transformando nuestros valores, nuestros proyectos, nuestras actitudes, nuestros sentimientos en los mismos que tenía y vivía Jesús. Interesante notar que comunión no es sólo comer, sino también meditar, rezar y sentirse desafiado a dar un nuevo paso en la dirección del Único Bien.

2-En segundo lugar la eucaristía es memorial permanente de la pasión, muerte y resurrección de Cristo. “Es cuerpo entregado por vosotros… es sangre derramada por vosotros” No es un cuerpo cualquiera, es cuerpo entregado, donado, sacrificado… no es una sangre cualquiera, es sangre derramada, ofrecida, versada… Por eso la eucaristía nos hace recordar un proyecto de Vida. Nos desafía: “Hagan esto en memoria mía.”

Mientras, tantas veces, solamente pensamos en nosotros mismos, ¿cómo ganar más?; ¿dónde tener ventajas?; ¿cómo vengarme? La eucaristía es sacramento de la donación completa. Es la propuesta de una otra lógica para vivir en el mundo.

3-En tercer lugar la eucaristía y la Iglesia participan del mismo misterio: ambas son cuerpo de Cristo, ambas hacen presente a Jesucristo en nuestras vidas. Y ellas están íntimamente ligadas, a tal punto que no se puede hacer eucaristía sin la Iglesia, así como sin la eucaristía la Iglesia no puede sobrevivir. San Agustín decía que cuando comulgamos recibimos lo que nosotros somos. No podemos disociar y creer que se puede adorar el cuerpo de Cristo en la Hostia Santa, y despreciar su otro cuerpo: la Iglesia.

4-En cuarto lugar debo decir una palabrita sobre el domingo: Día del Señor. Qué bueno sería si nosotros tuviéramos a Dios en el primer puesto en nuestras vidas. Si en el domingo lo más importante para nosotros fuera participar de la misa en la comunidad, y también dedicarlo a la familia, a la recreación y al reposo. Sin tener que inventar excusas, o decir que no tuve tiempo, o que estaba muy cansado, o que tenía otros quehaceres.

¡Sin Dios no somos nada! Sin Èl no vivimos, solamente vagamos en la vida.

Dios se ofrece para estar en comunión con nosotros, pero la comunión entre dos personas no sucede cuando sòlo una quiere. La comunión exige voluntad y empeño de ambos.

Jesús se ofrece como pan vivo bajado del cielo, capaz de transformarnos interiormente y darnos una vida sin límites, pero para “comer de este pan”, para estar en comunión con él yo debo integrarme a su cuerpo, esto es, a la Iglesia. Porque es solamente a través de ella, cuando celebra la eucaristía, que yo puedo alimentarme de este pan vivo que nos da vida eterna.

Querido hermano, querida hermana que Dios nos dé la gracia de fundar nuestras vidas, sea como padres o madres de familia, como jóvenes o ancianos, como sacerdotes o laicos, en la eucaristía. Que ella sea la fuente de nuestro amor, de nuestra paciencia, de nuestra caridad y de nuestra esperanza, y hacia ella concurran todas nuestras fuerzas, todo nuestro empeño y toda nuestra energía.

Pues así, en nosotros ya habrá empezado la vida eterna.

El Señor te bendiga y te guarde,
El Señor te haga brillar su rostro y tenga misericordia de ti.
El Señor vuelva su mirada cariñosa y te dé la PAZ.

Hno Mariosvaldo Florentino, capuchino

Primer Sábado de Mes

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Esperándolo cada mes ¡ Y hoy viviré el regalo del Cielo de llevar a mi querido Padre Eduardo Pérez que vendrá desde Argentina y concelebrará en Prado Nuevo, El Escorial ¡¡ Os pondré a todos bajo el Manto de la Virgen durante el rezo del Santo Rosario y en la Santa Misa.

Si queréis haced llegar vuestras peticiones por aquí o en privado, sabed que las llevaremos.

Amén amén en el día de San Marcelino Champagnat, del que ya os cuento su vida porque mi hijo estudió en Buenos Aires en dicho colegio, al cual estoy muy agradecida, por lo bien que lo hicieron con la familia nueva que llegaba y por el amor que nos dieron. Gracias

Fundador
Año 1840

Nació en 1789 cerca de Lyon, Francia. Su padre que llegó a ser alcalde del pueblo, por defender y favorecer la religión tuvo que sufrir mucho durante la revolución francesa.

La mamá era sumamente devota de la Virgen Santísima y le infundió una gran devoción mariana a Marcelino, desde muy pequeño, y le consagró su hijo a la Madre de Dios.

Una tía muy piadosa le leía Vidas de Santos, y estas lecturas lo fueron entusiasmando por la vida de apostolado. La lectura de las Vidas de Santos entusiasma mucho por la virtud.

Creció sin asistir a la escuela, pero las lecturas caseras lo fueron formando en un fuerte amor por la religión.

Desde muy niño demostró mucha capacidad para aprender la albañilería, y la practicó en su niñez, y después este oficio le va a ser muy útil en sus fundaciones. También era ágil para el negocio. Compraba corderitos, los engordaba, y luego los vendía y así fue haciendo sus ahorros, con los cuales más tarde ayudará a costearse sus estudios.
Terminada la revolución francesa, el Cardenal Fresh (tío de Napoleón) se propuso conseguir vocaciones para el sacerdocio y fundó varios seminarios. Cerca del pueblo de
Marcelino abrieron un seminario mayor y un sacerdote visitador llegó a la casa de los Champagnat a visitar a alguno de los jóvenes a ingresar en el nuevo seminario. A Marcelino le entusiasmó la idea, pero su padre y su tío decían que él no servía para los estudios sino para los oficios manuales. Sin embargo el joven insistió y le permitieron entrar en el seminario.

Como lo habían anunciado el papá y el tío, los estudios le resultaron sumamente difíciles y estuvo a punto de ser echado del seminario por sus bajas notas en los exámenes. Pero su buena conducta y el hacerse repetir las clases por unos buenos amigos, le permitieron poder seguir estudiando para el sacerdocio.

En el seminario tenía otro compañero que, como él, tenía menos memoria y menos aptitud para los estudios que los demás, pero los dos sobresalían en piedad y en buena conducta y esto les iba a ser inmensamente útil en la vida. El compañero se llamaba Juan María Vianey, que después fue el Santo Cura de Ars, famoso en todo el mundo.

Poco antes de recibir la ordenación sacerdotal, él y otros 12 compañeros hicieron el propósito de fundar una Comunidad religiosa que propagara la devoción a la Sma. Virgen y fueron en peregrinación a un santuario mariano a encomendar esta gracia. Marcelino logrará cumplir este buen deseo de sus compañeros.

En 1816 fue ordenado sacerdote y lo nombraron como coadjuntor o vicario de un sacerdote anciano en un pueblecito donde los hombres pasaban sus ratos libres en las cantinas tomando licor, y la juventud en bailaderos nada santos, y la ignorancia religiosa era sumamente grande.

Marcelino se dedicó con toda su alma a tratar de acabar con las borracheras y los bailaderos y a procurar instruir a sus fieles lo mejor posible en la religión. Como tenía una especial cualidad para atraer a la juventud, pronto se vio rodeado de muchos jóvenes que deseaban ser instruidos en la religión. Y hasta tal punto les gustaba su clase de catequesis, que antes de que abrieran la iglesia a las seis de la mañana, ya estaban allí esperando en la puerta para entrar a escucharle.

Marcelino era todavía muy joven, apenas tenía 27 años, y ya resultó fundando una nueva comunidad. Era de elevada estatura, robusto, de carácter enérgico y amable a la vez. Alto en su aspecto físico y gigante en la virtud. Le había consagrado su sacerdocio a la Virgen María, y en una de sus visitas al Santuario Mariano de la Fourviere, recibió la inspiración de dedicarse a fundar una congregación religiosa dedicada a enseñar catecismo a los niños y a propagar la devoción a Nuestra Señora. Eso sucedió en 1816, y una placa allá en dicho santuario recuerda este importante acontecimiento.

Lo que movió inmediatamente a Marcelino a fundar la Comunidad de Hermanos Maristas fue el que al visitar a un joven enfermo se dio cuenta de que aquel pobre muchacho ignoraba totalmente la religión. Se puso a pensar que en ese mismo estado debían estar miles y miles de jóvenes, por falta de maestros que les enseñaran el catecismo. Lo preparó a bien morir, y se propuso buscar compañeros que le ayudaran a instruir cristianamente a la juventud.

El 2 de enero de 1817 empezó la nueva comunidad de Hermanos Maristas en una casita que era una verdadera Cueva de Belén por su pobreza. Sus jóvenes compañeros se dedicaban a estudiar religión y a cultivar un campo para conseguir su
subsistencia. El santo los formaba rígidamente en pobreza, castidad y obediencia, para que luego fueran verdaderamente apóstoles.

Pronto empezaron a llegar peticiones de maestros de religión para parroquias y más parroquias. Marcelino enviaba a los que ya tenía mejor preparados, y la casa se le volvía a llenar de aspirantes. Siempre tenía más peticiones de parroquias para enviarles hermanos catequistas, que jóvenes ya preparados para ser enviados. Y como su casa se llenó hasta el extremo, él mismo se dedicó ayudado por sus novicios, y aprovechando sus conocimientos de albañilería, a ensanchar el edificio.

Ante todo, las labores de sus religiosos estaban todas dirigidas a hacer conocer y amar más a Dios y a nuestra religión. El método empleado era el de la más exquisita caridad con todos. Marcelino no podía olvidar cómo una vez un profesor puso en público un sobrenombre humillante a un alumno y entonces los compañeros de ese pobre muchacho empezaron a humillarlo hasta desesperarlo. Por eso prohibió rotundamente todo trato humillante para con los alumnos. Quitó los castigos físicos y deprimentes. Le dio mucha importancia al canto como medio de hacer más alegre y más eficaz la catequesis. Fue precursor de la escuela activa, en la cual los alumnos participan positivamente en las clases. Cada religioso debía dedicar una hora por día a prepararse en catequesis, y en pedagogía para saber enseñar lo mejor posible.
La quinta esencia de la pedagogía de San Marcelino era su gran devoción a la Virgen Santísima. Repetía a sus religiosos: «Todo en honor de Jesús, pero por medio de María. Todo por María, para llevar hacia Jesús». Y les decía: «Nuestra Comunidad pertenece por completo a Nuestra Señora la Madre de Dios. Nuestras actividades deben estar dirigidas a hacerla
amar, estimar y glorificar. Inculquemos su devoción a nuestros jóvenes, y así los llevaremos más fácilmente hacia Jesucristo».

Marcelino murió muy joven, apenas de 51 años el 6 de junio de 1840. Los últimos años había sufrido de una gastritis aguda, y un cáncer al estómago le ocasionó la muerte. Al morir dejaba 40 casas de Hermanos Maristas. Ahora sus religiosos son más de 6,000 en 870 casas, en muy diversos países.

Marcelino Champagnat fue proclamado santo por el Papa Juan Pablo II el 18 de abril de 1999.

San Bonifacio

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Apóstol de Alemania

Bonifacio nació hacia el año 680, en el territorio de Wessex (Inglaterra). Su verdadero nombre era Winfrido. Ordenado sacerdote, en el año 716 con dos compañeros se encaminó a Turingia; pero aún no era la hora de su apostolado. Regresó a su monasterio y en el año 718 viajó a Roma para solicitar del papa Gregorio II autorización de misionar en el continente. El Sumo Pontífice lo escuchó complacido y, en el momento de otorgarle la bendición, le dijo: «Soldado de Cristo, te llamarás Bonifacio». Este nombre significa «bienhechor».

En 719 se dirigió a Frislandia. Allí estuvo tres años; luego se marchó a Hesse, convirtiendo a gran número de bárbaros. En Amoneburg, a orillas del río Olm, fundó el primer monasterio. Regresó a Roma, donde el papa lo ordenó obispo.

Poco después, en el territorio de Hesse, fundaba el convento de Fritzlar. En el año 725 volvió a dirigirse a Turingia y, continuando su obra misionera, fundó el monasterio de Ordruf. Presidió un concilio donde se encontraba Carlomán, hijo de Carlos Martel y tío de Carlomagno, quien lo apoyó en su empresa. En el año 737, otra vez en Roma, el papa lo elevó a la dignidad de arzobispo de Maguncia. Prosiguió su misión evangelizadora y se unieron a él gran cantidad de colaboradores. También llegaron desde Inglaterra mujeres para contribuir a la conversión del país alemán, emparentado racialmente con el suyo. Entre éstas se destacaron santa Tecla, santa Walburga y una prima de Bonifacio, santa Lioba. Este es el origen de los conventos de mujeres. Prosiguió fundando monasterios y celebrando
sínodos, tanto en Alemania como en Francia, a consecuencia de lo cual ambas quedaron íntimamente unidas a Roma.

El anciano predicador había llegado a los ochenta años. Deseaba regresar a Frisia (la actual Holanda). Tenía noticias de que los convertidos habían apostatado. Cincuenta y dos compañeros fueron con él. Atravesaron muchos canales, hasta penetrar en el corazón del territorio. Al desembarcar cerca de Dochum, miles de habitantes de Frisia fueron bautizados. El día de pentecostés debían recibir el sacramento de la confirmación.

Bonifacio se encontraba leyendo, cuando escuchó el rumor de gente que se acercaba. Salió de su tienda creyendo que serían los recién convertidos, pero lo que vio fue una turba armada con evidente determinación de matarlo. Los misioneros fueron atacados con lanzas y espadas. «Dios salvará nuestras almas», grito Bonifacio. Uno de los malhechores se arrojó sobre el anciano arzobispo, quien levantó maquinalmente el libro del evangelio que llevaba en la mano, para protegerse. La espada partió el libro y la cabeza del misionero. Era el 5 de junio del año 754.

El sepulcro de san Bonifacio se halla en Fulda, en el monasterio que él fundó. Se lo representa con un hacha y una encina derribada a sus pies, en recuerdo del árbol que los gentiles adoraban como sagrado y que Bonifacio abatió en Hesse. Es el apóstol de Alemania y el patriarca de los católicos de ese país.

Otros Santos cuya fiesta se celebra hoy: Sancho, Florencio, Julián, Ciriaco, Marcelino, Nicanor, Faustino, Apolonio, Marciano, Zenaida, Ciria, Valeria, Marcia, Doroteo,
Claudio, Adalaro, Lupercio, mártires; Eutiquio, obispo; Doroteo, presbítero; Félix, monje; beato Fernando de Portugal.