Mártir
Año 304
Santa Lucía bendita: concédenos desde el cielo
que nos envíe Dios sus luces para ver siempre
lo que debemos hacer, decir y evitar, y hacerlo,
decirlo y evitarlo siempre.
Lucía significa: «la que lleva luz».
A esta santa la pintan con una bandeja con dos ojos, porque antiguas tradiciones narraban que a ella le habían sacado los ojos por proclamar su fe en Jesucristo.
Nació y murió en Siracusa (ciudad de Italia), en la cual se ha encontrado una lápida del año 380 que dice: «N. N. Murió el día de la fiesta de Santa Lucía, para la cual no hay elogios que sean suficientes». En Roma ya en el siglo VI era muy honrada y el Papa San Gregorio le puso el nombre de esta santa a dos conventos femeninos que él fundó (en el año 590).
Dicen que cuando era muy niña hizo a Dios el voto o juramento de permanecer siempre pura y virgen, pero cuando llegó a la juventud quiso su madre (que era viuda), casarla con un joven pagano. Por aquellos días la mamá enfermó gravemente y Lucía le dijo: «Vamos en peregrinación a la tumba de Santa Águeda. Y si la santa le obtiene la curación, me concederá el permiso para no casarme». La madre aceptó la propuesta. Fueron a la tumba de la santa y la curación se produjo instantáneamente. Desde ese día Lucía obtuvo el permiso de no casarse, y el dinero que tenía ahorrado para el matrimonio lo gastó en ayudar a los pobres.
Pero el joven que se iba a casar con ella, dispuso como venganza acusarla ante el gobernador de que ella era cristiana, lo cual estaba totalmente prohibido en esos tiempos de persecución. Y Lucía fue llamada a juicio.
El juez se dedicó a hacerle indagatorias y trataba de convencerla para que dejara de ser cristiana. Ella le respondió: «Es inútil que insista. Jamás podrá apartarme del amor de mi Señor Jesucristo».
El juez le preguntó: «Y si la sometemos a torturas, será capaz de resistir?».
La jovencita respondió:
«Si, porque los que creemos en Cristo y tratamos de llevar una vida pura tenemos al Espíritu Santo que vive en nosotros y nos da fuerza, inteligencia y valor».
El juez la amenazó con hacerla llevar a una casa de prostitución para ser irrespetada. Ella le respondió: «Aunque el cuerpo sea irrespetado, el alma no se mancha si no acepta ni consiente el mal» (Santo Tomás de Aquino, el gran sabio, admiraba mucho esta respuesta de Santa Lucía)
Trataron de llevarla a una casa de maldad, pero ella se quedó inmóvil en el sitio donde estaba y entre varios hombres no fueron capaces de moverla de allí, la atormentaron, y de un golpe de espalda le cortaron la cabeza.
Mientras la atormentaban, animaba a los presentes a permanecer fieles a la religión de Jesucristo hasta la muerte.
Por siglos ha sido muy invocada para curarse de enfermedades en los ojos.
Según la tradición, la “Patrona de México” se le apareció cuatro veces al indígena Juan Diego en el cerro del Tepeyac. El último de esos milagrosos encuentros tuvo lugar el 12 de diciembre de 1531.
De acuerdo con las tradiciones populares, el martes 12 de diciembre de 1531, la Virgen de Guadalupe se le apareció por cuarta ocasión al indígena Juan Diego. El hecho sucedió muy de mañana cuando el nativo de Cuautitlán salió en busca de ayuda para su tío enfermo. La Patrona de México se encontró con el humilde indito junto al Pocito donde le dijo que su tío ya se encontraba sano. Así pues, le pidió que subiera a la cumbre del cerro del Tepeyac donde encontraría unas rosas, en una época y en un lugar donde no florecían, las cuales podría reunir y llevar ante el señor obispo como una prueba de sus milagrosos encuentros en los que solicitaba la construcción de un templo en las cercanías del lugar.
Hacia el medio día, Juan Diego fue recibido por el obispo Zumárraga, quien presenció cómo del ayate de Juan Diego, caian varias rosas de Castilla, al mismo tiempo que de la manta se revelaba la imagen de la Virgen de Guadalupe.
Tras el milagro de la cuarta aparición de la Virgen el 12 de diciembre de 1531, el hecho se celebra desde entonces con gran devoción. La primera noticia que tenemos de un festejo oficial es de 1667, cuando por bula del Papa Clemente IX se instituye el 12 de diciembre como Día de fiesta en honor de la Virgen de Guadalupe. Para 1824, el Congreso de la Nación declara el 12 de diciembre como Fiesta Nacional. En 1988, la celebración litúrgica de la Virgen fue elevada al rango de Fiesta también en todas la diócesis de los Estados Unidos de América. Actualmente se han multiplicado las expresiones de amor guadalupano: los peregrinos que celebran a la Virgen en La Villa suman aproximadamente los dos millones.
Año con año, los festejos se inician en la víspera del 12 de diciembre, con la interpretación de “Las Mañanitas” por parte de artistas famosos que hacen homenaje a la Virgen Morena. Mientras tanto, a pie o en autobuses, coches y bicicletas, los peregrinos se van sumando, hasta ocupar por completo la Basílica y el gran Atrio de las Américas, en uno de los actos de fervor religioso más notables del continente, con el fin de rendir tributo a la Virgen de Guadalupe en su día.
Como ya es tradición, las celebraciones comienzan desde el 11 de diciembre a las 18:45 hrs. con la serenata popular a la Virgen de Guadalupe, seguida de distintos homenajes hasta las 24:00 hrs. cuando se entonan las tradicionales Mañanitas. Toda la madrugada y hasta las 20:00 hrs. del 12 de diciembre continúa una serie de misas entre las cuales, la más importante es la dedicada a la Celebración y Bendición de las Rosas, al punto del medio día.
Es memoria del misterio de gracia del nacimiento de Jesús.
Es memoria de la Encarnación.
Es memoria de las maravillas que Dios hace en favor de los hombres.
Es memoria de la primera venida del Señor.
El Adviento es historia viva.
Por tanto, por sentirte cada segundo, por respirar en ti, porque nos amas, porque nos bendices a cada uno por nuestro nombre.
4.- El Adviento es un periodo de tiempo privilegiado para los cristianos ya se nos invita a recordar el pasado, vivir el presente y preparar el futuro.
