San Juan Gualberto

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Religioso benedictino
Año 1073

Nació en Florencia, de familia muy rica y su único hermano fue
asesinado. Era heredero de una gran fortuna y su padre deseaba que
ocupara altos puestos en el gobierno.

Un Viernes Santo iba este santo por un camino rodeado de varios
militares amigos suyos, y de pronto se encontró en un callejón al
esesino de su hermano. El enemigo no tenía a donde huir, y Juan
dispuso matarlo allí mismo. El asesino se arrodilló, puso sus brazos
en cruz y le dijo: «Juan, hoy es Viernes Santo. Por Cristo que murió
por nosotros en la cruz, perdóname la vida». Al ver Gualberto aquellos
brazos en cruz, se acordó de Cristo crucificado. Se bajó de su
caballo. Abrazó a su enemigo y le dijo: «Por amor a Cristo, te
perdono».

Siguió su camino y al llegar a la próxima iglesia se arrodillo ante la
imagen de Cristo crucificado y le pareció que Jesús inclinaba la
cabeza y le decía: «Gracias Juan».

Desde aquel día su vida cambió por completo. En premio de su buena
acción, Jesús le concedió la vocación, y Juan dejó sus uniformes
militares y sus armas y se fue al convento de los monjes benedictinos
de su ciudad a pedir que lo admitieran como religioso. Su padre se
opuso totalmente y exigió al superior del convento que le dovolvieran
a Juan inmediatamente.

Cuando el papá vio al antiguo guerrero convertido en sencillo y
piadoso monje se echó a llorar, y dándole su bendición se retiró.

En aquellos tiempos, el peor defecto que había en la Iglesia era la
Simonía, es decir, algunos compraban los altos cargos, y así llegaban
a dirigir la Santa Iglesia algunos hombres indignos. En el convento de
florencia, donde estaba Juan, se murió el superior, uno de los monjes
fue con el obispo y con dinero hizo que lo nombraran superior a él.
También el obispo había comprado su cargo.

Gualberto no pudo soportar esta indignidad y se retiró de aquel
convento con otros monjes y antes de salir de la ciudad, declaró
publicamente en la plaza principal que el superior del convento y el
obispo merecían ser destituidos porque habían cometido el pecado de
simonía. Más tarde logró que los destituyeran.

Fundador. Se fue a un sitio muy apartado y silencioso, llamado
Valleumbroso y allá fundó un monasterio de mojes benedictinos que se
propusieron cumplir exactamente todo lo que San Benito había
recomendado a sus monjes. El monasterio llegó a ser muy famoso y le
llegaron vocaciones de todas partes. Con los mejores religiosos de su
nuevo convento fue fundando varios monasterios más y así logró
difundir por muchas partes de Italia las buenas costumbres, y fue
atacando sin misericordia la simonía y las costumbres corrompidas. Las
gentes sentían gran veneración por él.

Después de haber logrado que muchas personas abandonaran sus vicios y
se convirtieran y que muchos sacerdotes empezara a llevar una vida
santa, y gozando del enorme aprecio del Papa y de numerosos obispos,
murió el 12 de julio de 1073, dejando muchos monasterios de religiosos
que trataban de imitarlo en sus virtudes y llegaron a gran santidad.

Que sus ejemplos sean de gran provecho para nuestra alma.

Evangelio de hoy

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Texto del Evangelio (Mt 10,7-15): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus Apóstoles: «Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios. Gratis lo recibisteis; dadlo gratis. No os procuréis oro, ni plata, ni calderilla en vuestras fajas; ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón; porque el obrero merece su sustento. En la ciudad o pueblo en que entréis, informaos de quién hay en él digno, y quedaos allí hasta que salgáis. Al entrar en la casa, saludadla. Si la casa es digna, llegue a ella vuestra paz; mas si no es digna, vuestra paz se vuelva a vosotros. Y si no se os recibe ni se escuchan vuestras palabras, salid de la casa o de la ciudad aquella sacudiendo el polvo de vuestros pies. Yo os aseguro: el día del Juicio habrá menos rigor para la tierra de Sodoma y Gomorra que para aquella ciudad».

SANTA VERÓNICA GIULIANI

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SANTA VERÓNICA GIULIANI (1660-1727) nació en Mercatello, en la región de Urbino, en Italia, y fue bautizada con el nombre de Úrsula.

Ella era la séptima hija de Francesco y Benedetta Giuliani. El señor Giuliani era un alto y acaudalado funcionario público que pensaba en un matrimonio por conveniencia para su hija.

Sin embargo, lo que ella deseaba era una vida religiosa, por lo que, siguiendo su vocación, ingresó a los 17 años con las hermanas Clarisas de Città Castello, profesando con el nombre de Verónica.

En su comunidad fue cocinera, enfermera, panadera y despensera, entre otros varios oficios que había que desempeñar en el monasterio; llegó a ser abadesa, y por casi 35 años fue maestra de novicias.

Santa Verónica tuvo una primera experiencia mística en 1693, al tener una visión en la que Jesús le ofrecía un cáliz; ella al principio se negaba a recibirlo, pero finalmente lo aceptaba, y a partir de ese día su vida cambió dolorosamente.

De no haber sido por su confesor, quien le recomendó firmemente que escribiera un diario, el conocimiento de las profundas experiencias místicas de Santa Verónica se hubiera perdido.

A Santa Verónica le sucedía que ella misma absorbía en su persona las heridas y el sufrimiento que por nuestra salvación padeció Jesucristo.

En 1694 su cuerpo se marcó visiblemente con las heridas de la corona de espinas de Jesús, y también con el dolor de las espinas clavándosele en la cabeza, el cual se le volvió permanente. En 1697, en Viernes Santo, le ocurrió al estar en sus oraciones acostumbradas que su cuerpo se empezó a marcar con los estigmas y heridas de Jesús Crucificado.

No obstante, su propia abadesa la denunció ante la Inquisición, lo cual representó penurias y humillaciones que duraron años, hasta que los inquisidores la dejaron en paz. Ella lo aceptó con humildad ejemplar. Y con todo, su cuerpo siguió presentando los estigmas y la llaga en el costado, los cuales no desaparecieron ni con dietas ni con exorcismos.

Santa Verónica Giuliani salió librada: se le devolvieron sus cargos, y sus hermanas la nombraron abadesa en 1716. En 1727, finalmente, le acometió una apoplejía. 33 días, igual que los años que vivió Jesús, estuvo agonizando, hasta que finalmente falleció en el convento de Città Castello.

El diario que Santa Verónica Giuliani legó después de su muerte abarca más de veinte mil páginas. Se dice que al practicarle la autopsia, los médicos encontraron que su corazón estaba marcado con la Cruz.

Santa Verónica Giuliani fue canonizada por el papa Gregorio XVI en 1839. En la actualidad existe la propuesta para nombrarla Doctora de la Iglesia.

SANTA VERÓNICA GIULIANI nos enseña el valor de aceptar con humildad los dones especiales que nos asigne Nuestro Señor.