Santas Flora y María, vírgenes y mártires

Santas Flora y María, vírgenes y mártires

Los martirologios de Adón, Usuardo, Maurolico, del obispo Equilino y el Romano hacen memoria de estas dos vírgenes mártires de Córdoba lo que hace pensar en la repercusión que debió tener el doble martirio en toda la España del siglo IX y explicar la rápida difusión de su culto.

Flora es hija de madre cristiana y padre musulmán. Fue educada por su madre desde pequeña en el amor a Jesucristo y aprendió de sus labios el valor relativo de las cosas de este mundo. Tiene un hermano —musulmán fanático— que la denuncia como cristiana en la presencia del cadí. Allí es azotada cruelmente para hacerla renegar, pero se mantiene firme en la fe. El cadí la pone bajo la custodia de su hermano que ahora tiene el encargo de la autoridad para hacerla cambiar de actitud. Soporta todas las vejaciones y ultrajes a que la somete su hermano siempre con la intención de pervertirla.

María es hija de cristianos que han puesto a su hijo Walabonso bajo la custodia de un sacerdote con el encargo de educarlo en un monasterio; mientras ella entra en el cenobio de Cuteclara. Muerto mártir su hermano, se dirige ahora a la iglesia de san Acisclo después de haber tomado una firme resolución.

Las dos jóvenes coinciden a los pies de san Acisclo. El saludo de la paz les ha facilitado abrirse mutuamente las almas y se encuentran en comunión de sentimientos, deseos y resoluciones. Se juran amistad para siempre, una caridad que dura hasta el Cielo.

Se encaminan con valentía al palacio del cadí y hacen ante él pública profesión de fe cristiana.

Encarceladas junto con prostitutas y gente de mal vivir, son condenadas por los jueces a morir decapitadas, no sin el consuelo, ánimo y bendición de san Eulogio que las conoció. Hecha la señal de la cruz, primero será la cabeza de Flora la cortada por el alfanje, después rueda la de María. Sus cuerpos quedan expuestos, para disuasión de cristianos y demostración de poder musulmán, a las aves y los perros. Al día siguiente los arrojaron al Guadalquivir.

Sus cabezas se depositaron en la iglesia de san Acisclo.

Vida de Santa Cecilia de Roma

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La antigüedad de su martirio y la amplitud de su recuerdo hicieron que su nombre esté presente en el canon de la Misa. También por este motivo, son numerosas las dedicaciones de templos a su nombre y puestos bajo su protección.

Lo extraño es que a pesar de tanta y tan notoria devoción se sepa tan poco de su vida; y digo saber, porque lo que nos ha llegado contado sobre su martirio en la «pasión», escrita muy tardíamente (s. VI), no es fiable desde el punto de vista histórico.

Suelen presentarla como perteneciente a una familia ilustre, de la nobleza romana, del linaje de los Cecilios, anteriores a Cristo y emparentados con Metelos y Pomponios. A Cecilia le señalan como antepasadas a Caya Cecilia y a Cecilia Metea, sin que en realidad sean estos datos demostrables; colocarla dentro de la flor y nata de los patricios romanos podría deberse al vivo deseo de ensalzar la figura de la santa o a la necesidad de cubrir la ausencia de datos con una mera posibilidad.

Dicen que se quedó huérfana desde pequeña, que la instruyó en la fe el obispo Urbano y que se bautizó a los trece años. La presentan los escritos dedicada a la oración, con obras de penitencia y asistiendo a los oficios de culto sin remilgos ni disimulos, aunque los tiempos no estaban para muchos aspavientos. ¡Qué otra cosa podían hacer los dados a la hagiografía si tienen que hablar de la vida de una santa y no disponen de materiales que le sirvan para su intento! Es lógico que apliquen a su figura todas las virtudes que son concebibles en su vida cristiana y quizá también deseen hablar de las que deberían tener los lectores de su vida para sentirse animados a su imitación. Se muestran extremadamente explícitos en hacer mención de la generosidad que Cecilia demostraba con las colas de pobres que se acercaban a la puerta de su casa en la Vía Apia donde siempre había un plato de sopa caliente y unas limosnas. Y aún son más las alabanzas a la santa cuando se explayan en poner de relieve la radicalidad de su fe hasta el punto de formular en su temprana edad un voto de castidad que puso bajo la custodia de su Ángel.

Lo sorprendente para el hombre de nuestro tiempo tan refinado y culto es que contrajo matrimonio con Valeriano y fue en la misma noche de bodas, después de las capitulaciones matrimoniales, cuando manifestó a su esposo el voto de virginidad que había hecho y lo importante que era respetarlo porque era nada menos que su ángel quien la defendería ante cualquier atropello. Pero lo más insólito del caso es que Valeriano -mucho debía amarla- no se sintiera defraudado por tal planteamiento y aceptara la condición de buen grado.

Valeriano y su hermano Tiburcio son dos mártires bien documentados en la iglesia de Roma. Se convirtieron del paganismo a la fe y dieron su vida por ella. Igual que Cecilia que fue condenada a muerte por decapitación, probablemente en tiempos de Marco Aurelio, sin que los primeros golpes de hacha sobre su cuello le llegaran a hacer daño.

Tampoco se sabe muy bien de dónde le viene a la santa su patronazgo sobre la música ni su protección a los amantes de las corcheas. ¿Sería por aquello de que «cantaba a Dios en su corazón»? Eso es lo que sucede cada vez que se reza a Dios con toda el alma. Quizá alguien, al leerlo en su passio, llegó a pensar en Cecilia, soprano acompañada de instrumentos musicales, y luego se decidió a divulgar la figura pintándola con su órgano.

Aunque no siempre fue así; Stefano Maderna, artista no muy conocido, esculpió la figura de santa Cecilia en mármol de Carrara, haciendo una estatua yacente, con las manos entrelazadas, mostrando una el dedo índice y la otra tres, simbolizando la fe inquebrantable en la unidad divina y en la trinidad de personas. En el altar mayor de la iglesia de su nombre, en el Trastévere romano, puede contemplarse la efigie junto a las reliquias milagrosas de la santa.

Como Cecilia ya trasciende el tiempo y está por encima de los defectos humanos que ella sabe comprender y disculpar, atenderá la súplica de los aún viandantes para formar parte un día del maravilloso coro del cielo, sin importarle mucho que seamos sordomudos, tengamos mal oído o no seamos capaces de disfrutar del pentagrama.

Bendito Dios

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Por el fin de semana,a por el descanso, por el trabajo bendecido que siempre me ocupa , por mi familia, porque vino a comer nuestra hija recién casada con su marido, por la vida, por el amor que di, por las santas misas vividas..

Viva Cristo Rey. Que reine en nuestras vidas , hogares y familias. Amén +

Fiesta de Cristo Rey

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La fiesta de Cristo Rey fue instituida por el papa Pío XI.
Que la fijó en el domingo anterior a la solemnidad de todos los santos.
Luego del Concilio Vaticano II se cambió a la fecha actual.
La Iglesia, ciertamente, no había esperado dicha fecha para celebrar el soberano señorío de Cristo: Epifanía, Pascua, Ascensión, son también fiestas de Cristo Rey.

En 1970 se quiso destacar más el carácter cósmico y escatológico del reinado de Cristo.
La fiesta se convirtió en la de Cristo “Rey del Universo” y se fijó en el último domingo per annum.
Con ella apunta ya el tiempo de adviento en la perspectiva de la venida gloriosa del Señor.

Esta fiesta nos recuerda que a pesar de todo lo que los poderes de la tierra pueden hacernos o pedirnos, Cristo es el verdadero rey que debe reinar en nuestros corazones.

A raíz de la Primera Guerra Mundial, en medio de la subida del comunismo en Rusia, y durante el 16º centenario del Concilio de Nicea (325), el Papa Pío XI instituyó la fiesta en su encíclica Quas Primas de 1925, aunque su primera celebración tuvo lugar en 1926.

El sacerdote catalán José Gras y Granollers (1834-1918), fundador de las Hijas de Cristo Rey, celebró en la parroquia de Santa María de Écija un triduo solemne a la Realeza de Cristo, siendo éste el primer culto público en el mundo que se realizó en honor a Cristo Rey.

Originalmente iba a ser el último domingo de octubre, justo antes de la Fiesta de Todos los Santos – que, en 1926, cayó 31 de octubre.

El Papa Pablo VI dio la fiesta su actual título completo (Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo) y se trasladó hasta el último domingo del año litúrgico.

Desde 1970 la Solemnidad de Cristo Rey se celebra el último domingo per amnum, es decir el quinto domingo anterior a la Navidad (25 de diciembre).
Por lo tanto, su fecha oscila entre los días 20 y 26 de noviembre. Desde el Vaticano II esta festividad cierra el año litúrgico.

Mientras que el mundo les dice cada vez más elocuentemente a los cristianos que deben compartimentar su religión y dar su mayor lealtad al gobierno, el Papa Pío XI escribió sobre la fiesta:
Porque si a Cristo nuestro Señor le ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra; si los hombres, por haber sido redimidos con su sangre, están sujetos por un nuevo título a su autoridad.
Si, en fin, esta potestad abraza a toda la naturaleza humana, claramente se ve que no hay en nosotros ninguna facultad que se sustraiga a tan alta soberanía.
Es, pues, necesario que Cristo reine en la inteligencia del hombre, la cual, con perfecto acatamiento, ha de asentir firme y constantemente a las verdades reveladas y a la doctrina de Cristo.
Es necesario que reine en la voluntad, la cual ha de obedecer a las leyes y preceptos divinos.
Es necesario que reine en el corazón, el cual, posponiendo los efectos naturales, ha de amar a Dios sobre todas las cosas, y sólo a El estar unido.
Es necesario que reine en el cuerpo y en sus miembros, que como instrumentos, o en frase del apóstol San Pablo, como armas de justicia para Dios(35), deben servir para la interna santificación del alma.
Todo lo cual, si se propone a la meditación y profunda consideración de los fieles, no hay duda que éstos se inclinarán más fácilmente a la perfección. (Quas Primas, 34)

Su nombre oficial es “el Retorno de Cristo”, pero su nombre coloquial procede del hecho de que dan un enfoque particular al Juicio Final en la segunda venida de Cristo.

Este domingo obtuvo este nombre por dos razones:
En primer lugar, la oración colecta Anglicana para el día comienza con las palabras, “agitad, despertad, te suplicamos, oh Señor, las voluntades de tus fieles…”
En segundo lugar, algunas de las viejas recetas del pudín o pan dulce requieren el pudín se agite y se asiente durante varias semanas antes de ser cocinados.
Este domingo se convirtió en un día que la gente tradicionalmente comenzaba a preparar el pudín cristiano, que incluye “agitar”
Estas dos cosas se juntaron en las mentes de las personas, como Wikipedia explica:
“Supuestamente, los cocineros, esposas y sus sirvientes iban a la iglesia, y escuchaban las palabras ‘agitad, te suplicamos, oh Señor…’, y les recordaba, por asociación de ideas, que ya era hora de empezar a agitar los pudines de Navidad”

Con sus 36 metros mas su corona sobrepuesta que tiene una altura de 3 metros, supera al Cristo de la Concordia de Cochabamba (Bolivia) que tiene 34,20 m de altura sin sumar el pedestal de 6,24m; el Cristo Rey de Cali (Colombia) que tiene 35 m de altura y 5 m de pedestal; y el Cristo Redentor del Corcovado en Río de Janeiro (Brasil) que tiene 30 m.
Se terminó de construir el sábado 6 de noviembre de 2010 y fue instalada sobre una colina de unos 16 m de altura.

Comentario del padre Raniero Cantalamessa –predicador de la Casa Pontificia– a las lecturas de la liturgia de la Misa del XXXIV Domingo del tiempo ordinario [C], Cristo Rey, 2 Samuel 5, 1-3; Colosenses 1,12-20; Lucas 23, 35-43, en el 2007.
La solemnidad de Cristo Rey, en cuanto a su institución, es bastante reciente.
La estableció el Papa Pío XI en 1925 en respuesta a los regímenes políticos ateos y totalitarios que negaban los derechos de Dios y de la Iglesia.