Buenos Aires, 22 Ene. 2016 (AICA): El papa Francisco autorizó, este viernes 22 de enero, al cardenal Angelo Amato SDB, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, la promulgación del decreto que reconoce el milagro atribuido a la intercesión del beato José Gabriel del Rosario Brochero.
“El Santo Padre en el consistorio, que será en marzo, antes de la Semana Santa, comunicará al mundo la fecha y lugar donde canonizará al Cura Brochero”, destacó monseñor Santiago Olivera, obispo de Cruz del Eje y vicepostulador de la causa de canonización. El “Cura gaucho” se convierte de este modo en el primer sacerdote argentino declarado santo.
El segundo milagro, por intercesión del Cura Brochero, fue la recuperación, sin explicación médica ni científica, de una niña sanjuanina, Camila Brusotti, que estaba al borde de la muerte tras ser salvajemente golpeada. El primer milagro, que permitió declarar beato a Brochero tuvo como protagonista a Nicolás Flores Violino, un niño que superó el pronóstico de una «vida vegetativa» y problemas neurológicos severos tras sufrir un grave accidente vial con apenas meses de vida.
“Este año, el Cura Brochero cumple 150 años de sacerdote, un testigo de la misericordia. Que en el Año de la misericordia sea canonizado por un argentino y jesuita, me llena de alegría”, expresó monseñor Olivera.
Brochero, quien evangelizó a lomo de mula a los paisanos de las sierras de Córdoba, fue proclamado beato el 14 de septiembre de 2013 en una ceremonia multitudinaria efectuada en la localidad cordobesa que lleva su nombre: Villa Cura Brochero. En aquella oportunidad, el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor José María Arancedo, leyó una carta en la que el papa Francisco destacó la figura del flamante beato como “pastor con olor a oveja” y aseguró que Brochero fue un “pionero” de la evangelización al llevar el mensaje de Cristo a las “periferias existenciales” y al hacerse “pobre entre los pobres”.
El Cura Brochero
José Gabriel del Rosario Brochero nació el 16 de marzo de 1840 en Santa Rosa de Río Primero, Córdoba. Entró al Seminario Mayor “Nuestra Señora de Loreto”, de Córdoba, el 5 de marzo de 1856, cuando tenía 16 años. Fue ordenado presbítero el 4 de noviembre de 1866 por el obispo de Córdoba monseñor José Vicente Ramírez de Arellano.
Al inicio de su ministerio, el cura Brochero, como le llamaban sus fieles, se destacó por su entrega para socorrer a los enfermos y moribundos de la epidemia de cólera que azotó en 1867 a la ciudad de Córdoba. El 24 de diciembre de 1869 deja la ciudad de Córdoba para hacerse cargo del curato de San Alberto, actualmente conocido como el valle de Traslasierra, instalado en la localidad de Villa del Tránsito.
Se lo recuerda como el «cura gaucho» que asumió como suyas las necesidades de la gente. Con sus propias manos y animando a los pobladores construyó iglesias y capillas, levantó escuelas y abrió caminos entre las montañas. Por aquel tiempo el extenso Curato de San Alberto (de 4.336 kilómetros cuadrados) contaba con poco más de 10.000 habitantes que vivían en lugares distantes sin caminos y sin escuelas, desperdigados por las Sierras Grandes de más de 2.000 metros de altura. Era triste el estado moral y la indigencia material de la gente. Brochero no se desanima, sino que desde ese momento dedica su vida toda no sólo a llevar el Evangelio sino a educar y promocionar a sus habitantes.
Al año siguiente de su llegada, comenzó a llevar a hombres y mujeres a Córdoba, para hacer los Ejercicios Espirituales recorriendo unos 200 kilómetros a través de las sierras. La travesía requería tres días a lomo de mula y las caravanas muchas veces superaban las quinientas personas. Más de una vez fueron sorprendidos por fuertes tormentas de nieve. Al regresar, tras nueve días de silencio, oración y penitencia, sus feligreses cambiaban de vida, seguían el Evangelio y buscaban el desarrollo económico de la zona.
En 1875, con la ayuda de sus feligreses, comenzó la construcción de la Casa de Ejercicios de la entonces Villa del Tránsito (localidad que hoy lleva su nombre). Fue inaugurada en 1877 con tandas que superaron las 700 personas. Durante su ministerio parroquial pasaron más 40.000 personas. También construyó la casa para las religiosas, el colegio de niñas y la residencia para los sacerdotes.
Con sus feligreses construyó más de 200 kilómetros de caminos y varias iglesias, fundó pueblos y se preocupó por la educación de todos. Solicitó ante las autoridades y obtuvo mensajerías, oficinas de correo y estafetas telegráficas. Proyectó el ramal ferroviario que atravesaría el Valle de Traslasierra uniendo Villa Dolores y Soto para sacar a sus queridos serranos de la pobreza en que se encontraban, “abandonados de todos pero no por Dios”, como solía repetir.
En su vejez el padre Brochero enfermó de lepra, al haber compartido el mate y la vida de enfermos de ese mal, que lo dejó sordo y ciego. Debido a su enfermedad, renunció al Curato y vivió unos años con sus hermanas en su pueblo natal. Pero respondiendo a la solicitud de sus antiguos feligreses, regresó a su casa de Villa del Tránsito, muriendo leproso y ciego el 26 de enero de 1914.+
Mons. Olivera: Fiesta en el cielo y en la tierra por el Cura Brochero santo
Cruz del Eje, 22 Dic. 2016 (AICA): “El primer sentimiento que surge, escribe monseñor Olivera, es el de verdadera gratitud a Dios por este regalo, el milagro de la curación de una niña de San Juan en circunstancias difíciles. Sin embargo, como las manifestaciones del padre Brochero, este milagro es en clave pascual, con dolor y con fiesta, con dificultades serias, con entrega y con vida”.
“Gratitud también al cura Brochero por su intercesión. El pueblo sabe que es su intercesor y experimentamos, a través de esta gracia, que Dios escucha la oración de su pueblo”, señaló.
Asimismo subraya que “nos llena de alegría celebrar la próxima canonización. También nos obliga a no sólo alegrarnos por tener este modelo y este ejemplo de cristiano, sino también el recuerdo permanente de que la santidad es el camino que todos nosotros debemos transitar”.
Mensaje de monseñor Olivera
“Hoy el papa Francisco autorizó al cardenal Angelo Amato SDB, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, la promulgación del decreto por el cual se reconoce un milagro atribuido a la intercesión del beato José Gabriel del Rosario Brochero, milagro que permitirá su canonización.
Para nosotros, para la Argentina, para la diócesis de Cruz del Eje, sin lugar a dudas es una gracia muy grande que recibimos de Dios y que nos llena de una gran alegría.
El primer sentimiento que surge es de verdadera gratitud a Dios por este regalo, el milagro de la curación de una niña de San Juan en circunstancias difíciles. Sin embargo, como las manifestaciones del Padre Brochero, este milagro es en clave pascual, con dolor y con fiesta, con dificultades serias, con entrega y con vida.
Gratitud también al cura Brochero por su intercesión. El pueblo sabe que es su intercesor y experimentamos, a través de esta gracia, que Dios escucha la oración de su pueblo.
Nos llena de alegría celebrar la próxima canonización. También nos obliga a no sólo alegrarnos por tener este modelo y este ejemplo de cristiano, sino también el recuerdo permanente de que la santidad es el camino que todos nosotros debemos transitar. Porque un santo nos recuerda que es posible responder a nuestra vocación bautismal, que tantas veces lo escuchamos y lo decimos, pero aun así nos sabemos pobres y frágiles.
Esta realidad nos recuerda que es posible vivir la santidad, por eso elevamos los ojos al cielo en este Año Santo, contemplamos la Misericordia de Dios que nos da este regalo y que ha querido que la comunicación de la canonización de Brochero llegue en el año del 150 aniversario de su ordenación sacerdotal.
“Tú eres sacerdote para siempre”, decimos en el salmo. Brochero sigue intercediendo por su pueblo como buen sacerdote, como sacerdote fiel. . Como buen pastor, sigue pasando por nuestra vida haciendo el bien.
La historia nos marca el camino
Para nosotros los diocesanos también es muy significativo este segundo milagro ocurrido en San Juan, porque nuestro primer obispo, monseñor Enrique Pechuán Marín, era oriundo de esa arquidiócesis. El primer milagro, lo sabemos, fue en la arquidiócesis de Córdoba, de donde era oriundo nuestro segundo obispo, monseñor Omar Colomé. De alguna manera siento y sentimos la presencia de la historia.
Comenzó esta causa de canonización monseñor Pechuán Marín, la continuó monseñor Colomé y gracias a Dios, en este momento de la historia, me tocó a mí completarla. Sin duda, hubo muchas personas que trabajaron y aportaron para que esto sea posible. “Lo que el árbol tiene de florido le viene de lo que tiene sepultado”. Muchas vidas, muchos esfuerzos, mucho trabajo.
Agradezco a los postuladores como el padre Molinari y el padre Gumplel, sacerdotes de la Compañía de Jesús; a la actual postuladora Dra. Silvia Correale, que tanto hizo en esta etapa desde la beatificación hasta nuestros días; a los vicepostuladores, historiadores, obispos, como el cardenal Raúl Primatesta y monseñor Carlos Ñáñez, arzobispos de Córdoba y los que han colaborado desde esa arquidiócesis para la causa. Agradezco también el trabajo de monseñor Alfonso Delgado, arzobispo de San Juan de Cuyo y sus colaboradores que instruyeron el proceso de este milagro que la Santa Sede confirma. Todos trabajaron para que hoy esto se concrete y la Iglesia en la Argentina cuente con este modelo admirable e imitable de buen pastor, en el año del bicentenario de nuestra independencia, en el año de la Misericordia, en el año de su ordenación sacerdotal. Sin duda la providencia nos ha regalado todo esto.
No puedo dejar de pensar en Santos Guayama, ese gaucho sanjuanino líder de la “rebelión lagunera”, siempre perseguido por la justicia. El corazón del buen pastor, el corazón de Brochero, quería salvar el alma de Santos Guayama y con él a toda su gente. Quería llevarlos al encuentro con Jesús. En San Juan, Santos Guayama encontró la muerte y no pudo Brochero lograr su objetivo. Ahora de San Juan surge este milagro, esta manifestación del Señor. Quiera Dios que para los sanjuaninos y para todos, éste sea el signo de la salvación que Brochero quiere darnos en este año en que tenemos que contemplar y ser testigos de la misericordia. Que este acontecimiento que nos toca vivir nos renueve y nos entusiasme al sabernos amados y mirados particularmente por el Señor.
Celebremos solemnemente las Eucaristías en lo que queda de la Semana Brocheriana. Celebremos la fiesta de clausura el 26 de enero, en la que presidirá la Eucaristía el cardenal Mario Poli. Doy gracias a Dios porque la providencia nos regala también su presencia en este momento histórico de la causa. Espero encontrarnos. Recemos y con mucho afecto les doy mi bendición”.+