JUEVES SANTO EN LA CENA DEL SEÑOR 2015

Triduo Pascual.
PRIMERA LECTURA DE LA MISA

Prescripciones sobre la cena pascual

Lectura del Libro del Éxodo 12, 1-8. 11-14.

En aquellos días, dijo el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto:
—Este mes será para vosotros el principal de los meses;será para vosotros el
primer mes del año. Di a toda la asamblea de Israel: el diez de este mes cada uno
procurará un animal para su familia, uno por casa. Si la familia es demasiado
pequeña para comérselo, que se junte con el vecino de casa, hasta completar el
número de personas;y cada uno comerá su parte hasta terminarlo.
Será un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito.
Lo guardaréis hasta el día catorce del mes y toda la asamblea de Israel lo matará
al atardecer. Tomaréis la sangre y rociaréis las dos jambas y el dintel de la casa
donde lo hayáis comido.
Esa noche comeréis la carne, asada a fuego, y comeréis panes sin fermentar y
verduras amargas.
Y lo comeréis así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la
mano;y os lo comeréis a toda prisa, porque es la Pascua, el Paso del Señor.
Yo pasaré esta noche por la tierra de Egipto y heriré a todos los primogénitos
del país de Egipto, desde los hombres hasta los ganados, y me tomaré justicia de
todos los dioses de Egipto. Yo, el Señor.
La sangre será vuestra señal en las casas donde habitáis. Cuando yo vea la
sangre, pasaré de largo ante vosotros, y no habrá entre vosotros plaga
exterminadora, cuando yo hiera al país de Egipto.
Este será un día memorable para vosotros y lo celebraréis como fiesta en honor
del Señor, de generación en generación. Decretaréis que sea fiesta para siempre.

SALMO RESPONSORIAL

Salmo responsorial Sal 115, 12-13. 15-16bc. 17-18

V/. El cáliz que bendecimos es la comunión de la sangre de Cristo.
R/. El cáliz que bendecimos es la comunión de la sangre de Cristo.
V/. ¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre.
R/. El cáliz que bendecimos es la comunión de la sangre de Cristo.
V/. Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo, hijo de tu esclava;
rompiste mis cadenas.
R/. El cáliz que bendecimos es la comunión de la sangre de Cristo.
V/. Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos,
en presencia de todo el pueblo.
R/. El cáliz que bendecimos es la comunión de la sangre de Cristo.

SEGUNDA LECTURA DE LA MISA

Cada vez que coméis del pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor

Lectura de la primera carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 11, 23-26.

Hermanos:
Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he
transmitido:
Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó un pan y,
pronunciando la Acción de Gracias, lo partió y dijo:
«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.»
Lo mismo hizo con la copa, después de cenar, diciendo:
«Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre;haced esto cada vez que
bebáis, en memoria mía.»
Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis de la copa, proclamáis la
muerte del Señor, hasta que vuelva.

Aclamación del Evangelio

Versículo antes del Evangelio Jn 13, 34

Os doy el mandato nuevo: que os améis mutuamente como yo os he amado, dice el Señor.

EVANGELIO DE LA MISA

Los amó hasta el extremo

Lectura del santo Evangelio según San Juan 13, 1-15.

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de
pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el
mundo, los amó hasta el extremo.
Estaban cenando (ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el
de Simón, que lo entregara) y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus
manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y,
tomando una toalla, se la ciñe;luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los
pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido.
Llegó a Simón Pedro y éste le dijo:
—Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?
Jesús le replicó:
—Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde.
Pedro le dijo:
—No me lavarás los pies jamás.
Jesús le contestó:
—Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.
Simón Pedro le dijo:
—Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza. Jesús le dijo:
—Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él
está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos. (Porque sabía quién
lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios.»)
Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo:
—¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis «El
Maestro» y «El Señor», y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor,
os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros: os he
dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo
hagáis.

Notas

Si el Aleluya no se canta, puede omitirse
Si el versículo antes del evangelio no se canta, puede omitirse.

Miércoles Santo

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Texto del Evangelio (Mt 26,14-25): En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue donde los sumos sacerdotes, y les dijo: «¿Qué queréis darme, y yo os lo entregaré?». Ellos le asignaron treinta monedas de plata. Y desde ese momento andaba buscando una oportunidad para entregarle.

El primer día de los Ázimos, los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron: «¿Dónde quieres que te hagamos los preparativos para comer el cordero de Pascua?». Él les dijo: «Id a la ciudad, a casa de fulano, y decidle: ‘El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa voy a celebrar la Pascua con mis discípulos’». Los discípulos hicieron lo que Jesús les había mandado, y prepararon la Pascua.

Al atardecer, se puso a la mesa con los Doce. Y mientras comían, dijo: «Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará». Muy entristecidos, se pusieron a decirle uno por uno: «¿Acaso soy yo, Señor?». Él respondió: «El que ha mojado conmigo la mano en el plato, ése me entregará. El Hijo del hombre se va, como está escrito de Él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado! ¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido!». Entonces preguntó Judas, el que iba a entregarle: «¿Soy yo acaso, Rabbí?». Dícele: «Sí, tú lo has dicho».

Recientes mensajes recibidos por vicka y comentarios

Tengo que decir que conocerla, que me besara como al resto de peregrinos que nos acercamos a ella, fue un privilegio pues es vivo reflejo de la presencia de María en ella, con su alegría y sonrisa constante. No entiendo un vidente triste pues ver a la santísima Virgen es tal regalo que deben testimoniarlo con todo tipo de detalles y gestos como nuestra Vicka, que te cala hondo y ya la haces tuya..su sencillez y su manera de lanzarnos besos era ternura total.

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[1]Pidió rezar el santo Rosario, los misterios gloriosos, todos los días durante esta Cuaresma, de rodillas en familia. (Mensaje recibido por Vicka, el 10 de marzo de 2015, en San Giovanni Rotondo)
Hay una gran diferencia entre cómo reciben los mensajes de la Santísima Virgen la gente de Medjugorje y la mayoría de nosotros, y ello se pone de manifiesto en mensajes como éste. Recuerdo cuando, por los fines de los años ochenta, Mirjana risueñamente reconvenía a los italianos porque preguntaban porqué había que ayunar y porqué dos días. Ella decía “Ustedes hacen preguntas, nosotros no. Para nosotros es suficiente que lo haya pedido la Virgen para que lo hagamos sin cuestionarnos nada”. Me parece que muchos de nosotros, como aquellos peregrinos italianos a quienes se dirigía Mirjana, nos hemos preguntado: ¿por qué pide en Cuaresma rezar los misterios gloriosos y no los dolorosos? Y puestos en tren de preguntar caben otras cuestiones: por qué de rodillas y por qué en familia y hasta por qué todos los días que restan de la Cuaresma.
El porqué rezar el Rosario es, en cambio, evidente por ser la oración mariana por excelencia, su oración preferida y por la que acude intercediendo y atrayendo las gracias de Dios sobre nosotros. En el Rosario clamamos su intercesión cuando más de cincuenta veces repetimos “ruega por nosotros pecadores ahora…”
El Rosario es un compendio del Evangelio en el que vamos repasando la historia de la salvación contemplada desde el corazón de María. Es el rezo que tiene a Cristo en el centro, donde repetimos la oración que el Señor nos enseñó y lo que los Evangelios dicen de María, agregando a ello nuestra petición de su intercesión en el momento actual y a la hora de nuestra muerte. Es la oración que parte de nosotros hacia la Madre de Dios y de Ella al corazón de Cristo. De allí viene toda su eficacia porque es la oración nuestra que la Santísima Virgen hace suya ante su Hijo, que es Dios.
¿Por qué rezar los misterios gloriosos en Cuaresma, en familia y todos los días?
Ante todo es de suponer que al pedir rezar los misterios gloriosos no está por ello excluyendo otros misterios ni prácticas cuaresmales. Tal suposición es lógica porque desde los primeros años nos pide rezar el Rosario completo (los tres clásicos misterios) y aunque no lo repita, eso no ha cambiado. Por tanto nos está diciendo que de todos los misterios sean los gloriosos en especial los que hagamos de rodillas y en familia.
La respuesta del porqué en familia hay que buscarla en mensajes antiguos y repetidos. La Reina de la Paz siempre ha pedido y, toda vez que fuera posible, privilegiado la oración en familia, sea ésta la familia natural o la religiosa. La familia natural es la Iglesia doméstica, esa Iglesia que -en sitios como Medjugorje y en donde imperó o impera el comunismo o totalitarismos religiosos perseguidores del cristianismo- hizo y hace que preserve la fe. Además, como nunca antes de ahora, la familia está expuesta a todo tipo de ataques en este llamado mundo libre; y necesita defenderse con la oración, particularmente con el Rosario. San Juan Pablo II recordaba que “la familia que reza unida permanece unida”. Recordaba también el Santo Padre que la Iglesia recurrió al Rosario en momentos de peligro y de gran dificultad. Por el Rosario se conjuraron guerras y se ganaron batallas decisivas, baste recordar la de Lepanto contra los turcos. En Fátima, la Santísima Virgen pidió a los pastorcitos que rezaran el Rosario por la conversión de los pecadores y por la paz del mundo. En Medjugorje pidió rezar el Rosario completo (en la época los tres misterios) para la paz personal, familiar y del mundo.
¿Por qué de rodillas?
Porque el cuerpo también participa de la oración y de la adoración y el arrodillarse es gesto de humildad, haciéndonos pequeños ante Dios. Es también gesto de súplica intensa y penitente.
¿Por qué los misterios gloriosos?
Porque aún en medio de la dolorosa Pasión y Muerte de nuestro Señor nuestros ojos, los de la fe, deben estar siempre puestos en la victoria de la Resurrección, recordando que Jesucristo está vivo, glorioso y que es Dios Todopoderoso. En este pedido encontramos una similitud con la práctica actual del Via Crucis. Antiguamente el Via Crucis concluía en la decimocuarta estación, o sea en la sepultura del Señor. Luego se le agregó una decimoquinta, la de la Resurrección para que resulte evidente que la sepultura no es la última etapa sino la victoria definitiva del Señor sobre la muerte y el mal. La Resurrección ilumina todo el misterio de la salvación comenzado en la Encarnación.
Hay Resurrección porque antes hubo muerte y esa fue atravesada por el poder de Dios en Cristo Jesús. Esa es la Pascua del Señor, cuando pasa de este mundo al Padre. Por eso, nuestra mirada no debe apartarse de la meta y del mismo hoy del Señor glorioso y resucitado, que ha llamado a su Madre a la gloria, de donde Ella viene a completar nuestra rescate en este tiempo de la historia. Los misterios concluyen con la coronación de María, las letanías que siguen a la recitación del Santo Rosario con la invocación a la Reina de la Paz. Pues, así es como se presenta en Medjugorje, lo que nos indicaría la culminación de la historia de la salvación. O sea, el tan esperado triunfo del Corazón Inmaculado de María. Todo ello alimenta nuestra esperanza en tiempos que se vuelven cada vez más confusos y duros. Estos son los tiempos de la Madre de Dios.
Los gloriosos de rodillas significa clamar al Cielo por el triunfo del Corazón Inmaculado de María.
Todos los días.
Sí, todos los días para que tengamos siempre presente, en el tiempo fuerte que dura la Cuaresma, la victoria definitiva sobre el mal, especialmente cuando el mal y la persecución a los cristianos y a todo lo que es santo arrecian. A Satanás le queda poco tiempo y por eso está cada vez más agresivo y anda con menos sutilezas. Ante la patética realidad nuestra oración debe ser insistente, ferviente, movida desde la fe y la esperanza.
El Rosario que la Reina de la Paz nos pide es oración del corazón, ésa que parte de la humildad y pureza del corazón para elevarse a Dios. Es la oración con el corazón henchido de amor y de gratitud por el Señor que nos ama de amor eterno y por su Madre que viene hasta nosotros por amor, para conducirnos por el camino que lleva a su Hijo, a la gloria.
Que nuestras intenciones sean -como lo pidió el 9 de noviembre por medio de Vicka y a las puertas de Roma- por la Iglesia, porque “está muy necesitada de vuestras oraciones” y por el mundo, especialmente por las familias destruidas y atacadas y por los jóvenes desorientados y atrapados por el Enemigo, para que todos conozcan el amor de Dios.
Al día siguiente dio a la misma vidente este otro mensaje:
“Queridos hijos, los invito una vez más a rezar más y hablar menos, especialmente durante esta Cuaresma. Recen para que se lleve a cabo mi plan que aún está lejos de realizarse. Les pido especialmente orar por las familias y los jóvenes que se encuentran en una situación muy difícil. Los bendigo” (mensaje a Vicka en Monte Sant’Angelo, el 11 de marzo de 2015)
Luego la Virgen partió y, como siempre, saludó diciendo “Vayan en la paz de Dios”. Y mientras la Virgen desaparecía la vidente vio, como cada vez que se va, tres signos: la cruz, el corazón y el sol. Al comentar brevemente las palabras de la Virgen, Vicka subrayó que el plan de la Virgen está lejos de realizarse porque “las oraciones no llegan”.
Huelgan palabras, sobre todo cuando dice que mucho hablamos y poco rezamos. Si el plan de la Virgen está lejos de realizarse es porque no rezamos lo suficiente y no lo hacemos de veras con el corazón (por eso no llegan), recordando además que la oración no está sólo hecha de palabras sino sustentada por obras que la acompañen y sacrificios que se ofrezcan.
P. Justo Antonio Lofeudo

No hay humildad sin humillación, dijo el Papa en su homilía

En una soleada Plaza de San Pedro, adornada para esta ocasión con numerosos olivos y flores, el Papa Francisco presidió la Procesión y la bendición de las Palmas y celebró la Santa Misa del Domingo de Ramos, en coincidencia con la 30ª Jornada Mundial de la Juventud, que este año se celebra a nivel diocesano.

Ante miles de fieles y peregrinos procedentes de numerosos países, el Obispo de Roma afirmó en su homilía que en el centro de esta celebración, que se presenta tan festiva, está la palabra escuchada precedentemente en el himno de la Carta a los Filipenses, en que leemos que Jesús “se humilló a sí mismo”.

Palabra que – como dijo el Papa Bergoglio – nos desvela el estilo de Dios y del cristiano: la humildad. Un estilo que nunca dejará de sorprendernos y ponernos en crisis: nunca nos acostumbraremos a un Dios humilde.

Tras explicar que humillarse es ante todo el estilo de Dios; porque Dios se humilla para caminar con su pueblo, para soportar sus infidelidades, Francisco destacó que en esta semana, la Semana Santa, que nos conduce a la Pascua, seguiremos este camino de la humillación de Jesús, puesto que sólo así será “santa” también para nosotros.

En efecto, el Pontífice dijo que veremos el desprecio de los jefes del pueblo y sus engaños para acabar con él. Asistiremos a la traición de Judas, uno de los Doce, que lo venderá por treinta monedas. Veremos al Señor apresado y tratado como un malhechor; abandonado por sus discípulos; llevado ante el Sanedrín, condenado a muerte, azotado y ultrajado. Escucharemos cómo Pedro, la “roca” de los discípulos, lo negará tres veces. Oiremos los gritos de la muchedumbre, pidiendo que Barrabás quede libre y que a él lo crucifiquen. Veremos cómo los soldados se burlarán de él, vestido con un manto color púrpura y coronado de espinas. Y después, a lo largo de la vía dolorosa y a los pies de la cruz, sentiremos los insultos de la gente y de los jefes, que se ríen de su condición de Rey e Hijo de Dios.

Esta es la vía de Dios – dijo el Papa – el camino de la humildad. Es el camino de Jesús, no hay otro. Y no hay humildad sin humillación.

Después de recordar que el Hijo de Dios tomó la “condición de siervo”, Francisco afirmó que “la humildad quiere decir servicio, significa dejar espacio a Dios negándose a uno mismo, “despojándose”, como dice la Escritura, porque ésta es la humillación más grande.

Además destacó que hay otra vía, contraria al camino de Cristo que es la mundanidad. La mundanidad que nos ofrece el camino de la vanidad, del orgullo y del éxito, que el maligno también se la propuso a Jesús durante cuarenta días en el desierto. Pero el Señor la rechazó sin dudarlo. Y, con él, nosotros podemos vencer esta tentación, no sólo en las grandes ocasiones, sino también en las circunstancias ordinarias de la vida.

De ahí que el Santo Padre haya puesto de manifiesto la ayuda que nos da el ejemplo de muchos hombres y mujeres que, en silencio y sin hacerse ver, renuncian cada día a sí mismos para servir a los demás como a un familiar enfermo, a un anciano solo o una persona con discapacidad.

Y concluyó pidiendo que también nosotros emprendamos con decisión este camino, movidos por el amor a nuestro Señor y Salvador, quien nos guiará y nos dará fuerza.

(María Fernanda Bernasconi – RV).

Texto y audio de la homilía del Domingo de Ramos del Papa Francisco:

En el centro de esta celebración, que se presenta tan festiva, está la palabra que hemos escuchado en el himno de la Carta a los Filipenses: “Se humilló a sí mismo” (2, 8). La humillación de Jesús.

Esta palabra nos desvela el estilo de Dios y, en consecuencia, el que debe ser del cristiano: la humildad. Un estilo que nunca dejará de sorprendernos y ponernos en crisis: nunca nos acostumbraremos a un Dios humilde.

Humillarse es ante todo el estilo de Dios: Dios se humilla para caminar con su pueblo, para soportar sus infidelidades. Esto se aprecia bien leyendo la historia del Éxodo: ¡Qué humillación para el Señor oír todas aquellas murmuraciones, aquellas quejas! Estaban dirigidas contra Moisés, pero, en el fondo, iban contra él, contra su Padre, que los había sacado de la esclavitud y los guiaba en el camino por el desierto hasta la tierra de la libertad.

En esta semana, la Semana Santa, que nos conduce a la Pascua, seguiremos este camino de la humillación de Jesús. Y sólo así será “santa” también para nosotros.

Veremos el desprecio de los jefes del pueblo y sus engaños para acabar con él. Asistiremos a la traición de Judas, uno de los Doce, que lo venderá por treinta monedas. Veremos al Señor apresado y tratado como un malhechor; abandonado por sus discípulos; llevado ante el Sanedrín, condenado a muerte, azotado y ultrajado. Escucharemos cómo Pedro, la “roca” de los discípulos, lo negará tres veces. Oiremos los gritos de la muchedumbre, soliviantada por los jefes, pidiendo que Barrabás quede libre y que a él lo crucifiquen. Veremos cómo los soldados se burlarán de él, vestido con un manto color púrpura y coronado de espinas. Y después, a lo largo de la vía dolorosa y a los pies de la cruz, sentiremos los insultos de la gente y de los jefes, que se ríen de su condición de Rey e Hijo de Dios.

Esta es la vía de Dios, el camino de la humildad. Es el camino de Jesús, no hay otro. Y no hay humildad sin humillación.

Al recorrer hasta el final este camino, el Hijo de Dios tomó la “condición de siervo” (Flp 2, 7). En efecto, “humildad quiere decir también servicio, significa dejar espacio a Dios negándose a uno mismo, “despojándose”, como dice la Escritura (v. 7). Esta – este vaciarse – es la humillación más grande.

Hay otra vía, contraria al camino de Cristo: la mundanidad. La mundanidad nos ofrece el camino de la vanidad, del orgullo, del éxito… Es la otra vía. El maligno se la propuso también a Jesús durante cuarenta días en el desierto. Pero Jesús la rechazó sin dudarlo. Y, con él, sólo con su gracia, con su ayuda, también nosotros podemos vencer esta tentación de la vanidad, de la mundanidad, no sólo en las grandes ocasiones, sino también en las circunstancias ordinarias de la vida.

En esto, nos ayuda y nos conforta el ejemplo de muchos hombres y mujeres que, en silencio y sin hacerse ver, renuncian cada día a sí mismos para servir a los demás: un familiar enfermo, un anciano solo, una persona con discapacidad, un sin techo…

Pensemos también en la humillación de los que, por mantenerse fieles al Evangelio, son discriminados y sufren las consecuencias en su propia carne. Y pensemos en nuestros hermanos y hermanas perseguidos por ser cristianos, los mártires de hoy – hay tantos – no reniegan de Jesús y soportan con dignidad insultos y ultrajes. Lo siguen por su camino. Podemos hablar en verdad de “una nube de testigos”: los mártires de hoy (cf. Hb 12, 1).

Durante esta Semana Santa, pongámonos también nosotros en este camino de la humildad, con tanto amor a Él, a nuestro Señor y Salvador. El amor nos guiará y nos dará fuerza. Y, donde está él, estaremos también nosotros (cf. Jn 12, 26).

Domingo de Ramos

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Comienza la Semana santa. deseo que sea muy santa para todos y que nos sintamos inundados de su gracia salvadora.
Abracemos la cruz de Cristo con amor y con la alegría de ser salvados.

Cuando se acercaban a Jerusalén y llegaron a Betfagé, junto al monte de los Olivos, Jesús mandó dos discípulos, diciéndoles:
-«Id a la aldea de enfrente, encontraréis en seguida una borrica atada con su pollino, desatadlos y traédrnelos. Si alguien os dice algo, contestadle que el Señor los necesita y los devolverá pronto.»
Esto ocurrió para que se cumpliese lo que dijo el profeta:
«Decid a la hija de Sión: «Mira a tu rey, que viene a ti, humilde, montado en un asno, en un pollino, hijo de acémila».»
Fueron los discípulos e hicieron lo que les había mandado Jesús: trajeron la borrica y el pollino, echaron encima sus mantos, y Jesús se montó. La multitud extendió sus mantos por el camino; algunos cortaban ramas de árboles y alfombraban la calzada. Y la gente que iba delante y detrás gritaba:
-«¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en el cielo!»
Al entrar en Jerusalén, toda la ciudad preguntaba alborotada:
-«¿Quién es éste?»
La gente que venía con él decía:
-«Es Jesús, el Profeta de Nazaret de Galilea.»

Palabra de Dios.