El ángel

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Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño. Se les presentó el Ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz; y se llenaron de temor. El ángel les dijo: «No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre». Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace». Y sucedió que cuando los ángeles, dejándoles, se fueron al cielo, los pastores se decían unos a otros: «Vayamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y el Señor nos ha manifestado». Y fueron a toda prisa, y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, dieron a conocer lo que les habían dicho acerca de aquel niño; y todos los que lo oyeron se maravillaban de lo que los pastores les decían. Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho. María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón

El Niño Jesús

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Palabras del Santo Padre antes del Nacimiento y que me han gustado mucho, como todo lo que dice:

Queridos hermanos y hermanas:
Cercanos ya a la Navidad, les propongo hoy una reflexión sobre el nacimiento de Jesús como expresión de la confianza de Dios en el hombre y fundamento de la esperanza del hombre en Dios.
El Verbo no se ha encarnado en un mundo ideal, sino que ha querido compartir nuestras alegrías y sufrimientos, y demostrarnos así que Dios se ha puesto de parte de los hombres, con su amor real y concreto. Y este amor, que enardece nuestro corazón, nos «regala» una energía espiritual que nos sostiene en medio de las luchas y fatigas de cada día.
De la gozosa contemplación del misterio del Hijo de Dios hecho carne, se desprenden dos consecuencias:
La primera es que, en su natividad, Dios se abaja, se hace pequeño y pobre. Por eso, si queremos ser como Él, no podemos situarnos por encima de los demás, sino que hemos de ponernos a su servicio, ser solidarios, especialmente con los más débiles y marginados, haciéndoles sentir así la cercanía de Dios mismo.
La segunda: ya que Jesús, en su encarnación, se ha comprometido con los hombres hasta el punto de hacerse uno de nosotros, el trato que damos a nuestros hermanos o hermanas se lo estamos dando al mismo Jesús. Recuerden que «quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve» (1 Jn 4,20).
Que en esta Navidad, el amor, la bondad y la generosidad entre todos sean un reflejo y una prolongación de la luz de Jesús, que desde la gruta de Belén ilumina nuestros corazones.

El Portal de Belén

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Donde sucede el Nacimiento del Hijo de Dios.
La construcción y exhibición de belenes forma parte de la liturgia navideña en muchas partes del mundo, especialmente en la tradición católica.

Historia
La primera celebración navideña en la que se montó un belén para la conmemoración del nacimiento de Jesucristo fue en la Nochebuena de 1223, realizado por San Francisco de Asís, en una cueva próxima a la ermita de Greccio (Italia). La escena del nacimiento de Cristo no fue representada con figuritas y miniaturas de objetos cotidianos, como hacemos actualmente, ni con personas, aunque para la ocasión San Francisco sí utilizó animales. Se celebró la misa nocturna acompañada de una representación simbólica de la escena del nacimiento, mediante un pesebre (sin niño) con el buey y la mula, basándose en la tradición cristiana y los Evangelios apócrifos, así como en la lectura de Isaías: «Conoce el buey a su dueño, y el asno el pesebre de su amo. Israel no conoce, mi pueblo no discierne» (Is. 1,3). Estos animales ya aparecen en el pesebre del siglo IV, descubierto en las catacumbas de la Basílica de San Sebastián de Roma, en el año 1877. Cuenta San Buenaventura en su «Legende de Santi Francisci» que tras celebrar la misa el sacerdote sobre el pesebre (utilizándolo como altar), San Franciso cantó el Evangelio y realizó la predicación sobre el nacimiento de Cristo, hijo de Dios, en circunstancias tan humildes como las que en aquel momento se reproducían (es decir, en una fría noche de invierno, en el interior de una cueva, resguardado en el lugar donde comían los animales que, junto al Niño, lo calentaban con su aliento, causando una enorme emoción entre los asistentes, de tal forma que el señor del lugar, Juan de Greccio «aseguró que vio un hermoso niño dormido en el pesebre, que el padre Francisco cogió en sus brazos y lo hizo dormir» Se supone que tras esta primera ocasión, que más que un belén puede asimilarse a un drama litúrgico5 se fue popularizando la instalación de belenes en las iglesias durante la Navidad, con figuras de terracota, cera o madera en vez de seres vivos.

Giotto, la institución del belén en Greccio
Antes de la celebración de Greccio existen muchos antecedentes de representación plástica del nacimiento de Jesús, tanto en las Catacumbas romanas (lo que da idea de su relación con el cristianismo primitivo)6 como en las iglesias y otros lugares relacionados con el culto religioso cristiano. Los antropólogos e historiadores relacionan directamente las figuras del belén con diferentes objetos de culto de formas antropomórficas y animales, desde las Venus prehistóricas7 hasta las pequeñas esculturas griegas llamadas tanagras,8 pero muy especialmente por el culto romano a los dioses del hogar (lares) que se realizaba también mediante pequeñas esculturas con forma humana y que se custodiaban en el larario9
En todo caso, a partir del siglo XIV, (fundamentalmente a través de los monjes franciscanos, cuya regla consistente en estricta pobreza, humildad, sencillez y cercanía al pueblo -frente a órdenes más ricas, «aristocráticas» y cercanas al poder político- se avenía muy bien con el humilde nacimiento del Mesías, por lo que usaron su representación como elemento de predicación, considerándose por tanto el pesebre un invento franciscano, cultivado especialmente por éstos y por sus las restantes órdenes franciscanas, como las clarisas y los capuchinos) el montaje de los belenes por Navidad se consolidó como tradición en la península itálica y fue pasando al resto de Europa, al principio como práctica eclesiástica, posteriormente aristocrática y finalmente popular. Sucedió de esta forma en España, ya que cuando a mediados del siglo XVIII el rey de Carlos VII de Nápoles pasó a ser rey de España, promovió la difusión de los nacimientos entre la aristocracia española, llegando posteriormente a la práctica popular en la toda España y en América.10
En el siglo XVIII en América, tras la disolución por decreto papal de la orden de los jesuitas, los franciscanos ocuparon su lugar y usaron los belenes como método de evangelización. Allí son habitualmente anacrónicos, ya que incluyen animales y plantas americanas, que en Palestina no se conocían en tiempos de Jesús, como los guajolotes, magüeyes y nopales; pero que recuerdan el carácter rural de la escena. Esta peculiaridad se debe también a que en la parte latinoamericana situada en el Hemisferio Sur del planeta, en Navidad no se celebra el solsticio de invierno, sino el del verano, por lo que el clima y los productos agrícolas sudamericanos son muy diferentes a los europeos y palestinos11
Los países belenistas son, en Europa: España, Portugal, Francia, Italia, Alemania, Austria, Hungría, Chequia, Eslovaquia y Polonia; asimismo son construidos en toda Latinoamérica y en la actualidad en los Estados Unidos. La tradición de las iglesias protestantes no es aficionada al belén, por su origen iconoclasta.