Santa Lucía

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SANTOS DEL DIA 13 DE DICIEMBRE

Santa Lucía virgen y mártir, patrona de las modistas, de los ciegos, de los oculistas y de los fotógrafos. Inicio del tiempo navideño y de los preparativos para la Navidad; Aristón, Edburga, Elías y Judoco confesores; Eusreacio, Auxencio, Mardario, Orestes, Eugenio y Antíoco mártires; Audverto y Ursicino obispos; Columba y Odilia abadesas; Arsenio monje.

LUCÍA

Es un prenombre romano, muy frecuente en la época clásica, sobre todo en su forma masculina (Lucio). Está emparentado con la palabra latina lucem, que significa luz y que instintivamente relacionamos con el verbo lucir. Es posible que esta tan fácil asignación de significado haya sido decisiva para que se haya asociado a Santa Lucía con la vista y se le hayan añadido unos ojos que no le corresponden por su biografía.

Santa Lucía de Siracusa sufrió martirio en su ciudad natal el 13 de diciembre. Los historiadores no están de acuerdo en el año, que para unos es el 298 y para otros el 303 o el 304. La vida de la santa, aunque se ha ido enriqueciendo con algunas aportaciones piadosas, tiene total fundamento histórico. La última aportación la hicieron los pintores, que fundiendo dos santas en una, le añadieron a Santa Lucía de Siracusa los ojos portados en una bandeja que constituyen el atributo de otra santa Lucía.

Lucía de Siracusa era aún muy moza cuando su madre, viuda ya, quiso casarla con un rico heredero que no tenía otro defecto que el de ser pagano. Se había propuesto Lucía no aceptar aquel matrimonio y fue dando largas, hasta que el cielo se puso de su parte. La madre de Lucía llevaba cuatro años enferma y decidió por fin acudir con su hija al sepulcro de santa Águeda de Catania, por cuya intercesión obraba Dios muchos milagros. Y se produjo el milagro: la madre sanó de su enfermedad, por lo que se convirtió al cristianismo y accedió no sólo a liberar a su hija del matrimonio que le tenía preparado, sino también a entregarle la parte de la herencia que le correspondía, para que la vendiese y socorriese a los pobres.

El que había estado destinado a ser su marido, despechado, la denunció por ser cristiana. La detuvo el prefecto y para dar satisfacción al denunciante la mandó a una casa de lenocinio para que los hombres más lascivos de Siracusa pudieran gozar de ella. Pero Dios se puso de su parte y no consiguieron moverla. Hasta con un tiro de dos bueyes lo intentaron, y no hubo manera. Irritado, el prefecto, decidió prender fuego a la casa con ella dentro, pero se quemó la casa y ella permaneció indemne. Decidió, por fin, atravesarle la garganta con la espada, y Lucía, mientras se desangraba por la herida, invitaba a convertirse a Cristo a los espectadores, que vistos los prodigios que se estaban obrando, se habían reunido allí en gran número.

Más de 50 pueblos y accidentes geográficos llevan el nombre de Santa Lucía y las modistas la nombraron su santa patrona para que les conserve la vista, con lo que ha crecido, si cabía, la bondad de este nombre.

Nuestra Señora de Guadalupe

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Nuestra Señora de Guadalupe es una advocación mariana de la Iglesia católica, cuya imagen tiene su principal centro de culto en la Basílica de Guadalupe, en el norte de la ciudad de México.
De acuerdo a la tradición mexicana, la Virgen María de Guadalupe se apareció cuatro veces a San Juan Diego Cuauhtlatoatzin en el cerro del Tepeyac. Según el relato guadalupano conocido como Nican mopohua, tras una cuarta aparición, la Virgen ordenó a Juan Diego que se presentara ante el primer obispo de México, Juan de Zumárraga. Juan Diego llevó en su ayate unas rosas ―flores que no son nativas de México y que tampoco prosperan en la aridez del territorio― que cortó en el Tepeyac, según la orden de la Virgen. Juan Diego desplegó su ayate ante el obispo Juan de Zumárraga, dejando al descubierto la imagen de Santa María, morena y con rasgos mestizos.
Las mariofanías tuvieron lugar en 1531, ocurriendo la última el 12 de diciembre de ese mismo año. La fuente más importante que las relata es el Nican mopohua, atribuido al indígena Antonio Valeriano (1522-1605) y publicado en 1649 por el presbítero Miguel Sánchez en su libro Imagen de la Virgen María Madre de Dios de Guadalupe, contribuyendo a divulgar ampliamente la devoción guadalupana.

Historia en la Iglesia católica

Según la tradición católica, el santo Juan Diego Cuauhtlatoatzin ―a quien en 1990 Juan Pablo II tituló «el confidente de la dulce Señora del Tepeyac»―2 nació en 1474 en Cuauhtitlán, entonces reino de Texcoco, perteneciente a la etnia de los chichimecas. Se llamaba Cuauhtlatoatzin, que en su lengua materna significaba «águila que habla», o «el que habla con un águila».
Ya adulto y padre de familia, atraído por la doctrina de los padres franciscanos llegados a México en 1524, recibió el bautismo junto con su esposa María Lucía. Celebrado el matrimonio cristiano, vivió castamente hasta la muerte de su esposa, fallecida en 1529. Hombre de fe, fue coherente con sus obligaciones bautismales, nutriendo regularmente su unión con Dios mediante la eucaristía y el estudio del catecismo.
El 9 de diciembre de 1531, mientras se dirigía a pie a Tlatelolco, en un lugar denominado Tepeyac, tuvo una aparición de la Virgen María, que se le presentó como «la perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios». La Virgen le encargó que en su nombre pidiese al Obispo capitalino el franciscano Juan de Zumárraga, la construcción de una iglesia en el lugar de la aparición. Como el Obispo no aceptó la idea, la Virgen le pidió que insistiese. Al día siguiente, domingo, Juan Diego volvió a encontrar al prelado, quien lo examinó en la doctrina cristiana y le pidió pruebas objetivas en confirmación del prodigio.
El 12 de diciembre de 1531, mientras el santo se dirigía de nuevo a la Ciudad, la Virgen se le volvió a presentar y le consoló, invitándole a subir hasta la cima de la colina de Tepeyac para recoger flores y traérselas a ella. No obstante la fría estación invernal y la aridez del lugar, Juan Diego encontró unas flores muy hermosas. Una vez recogidas las colocó en su «tilma» y se las llevó a la Virgen, que le mandó presentarlas al Sr. Obispo como prueba de veracidad. Una vez ante el obispo el santo abrió su «tilma» y dejó caer las flores mientras que en el tejido apareció, inexplicablemente impresa, la imagen de la Virgen de Guadalupe, que desde aquel momento se convirtió en el corazón espiritual de la Iglesia en México.
El santo, movido por una tierna y profunda devoción a la Madre de Dios, dejó a los suyos, la casa, los bienes y su tierra y, con el permiso del Obispo, pasó a vivir en una pobre casa junto al templo de la «Señora del Cielo». Su preocupación era la limpieza de la capilla y la acogida de los peregrinos que visitaban el pequeño oratorio, hoy transformado en basílica, símbolo elocuente de la devoción mariana de los mexicanos a la Virgen de Guadalupe.
En espíritu de pobreza y de vida humilde Juan Diego recorrió el camino de la santidad, dedicando mucho de su tiempo a la oración, a la contemplación y a la penitencia. Dócil a la autoridad eclesiástica, tres veces por semana recibía la Santísima Eucaristía.
En la homilía que Su Santidad pronunció el 6 de mayo de 1990 en ese Santuario, indicó cómo «las noticias que de él nos han llegado elogian sus virtudes cristianas: su fe simple […], su confianza en Dios y en la Virgen; su caridad, su coherencia moral, su desprendimiento y su pobreza evangélica. Llevando una vida de eremita, aquí cerca de Tepeyac, fue ejemplo de humildad».
Juan Diego, laico fiel a la gracia divina, gozó de tan alta estima entre sus contemporáneos que estos acostumbraban decir a sus hijos: «Que Dios os haga como Juan Diego».

Juan Diego murió en 1548, con fama de santidad. Su memoria, siempre unida al hecho de la aparición de la Virgen de Guadalupe, atravesó los siglos, alcanzando la entera América, Europa y Asia.
El 9 de abril de 1990, ante Su Santidad fue promulgado en Roma el decreto De vitae sanctitate et de cultu ab immemorabili tempore Servo Dei Ioanni Didaco praestito. El 6 de mayo de 1990, en esa Basílica, Juan Pablo II presidió la solemne celebración en honor de Juan Diego, decorado con el título de beato.
Precisamente en aquellos días, en la misma arquidiócesis de la ciudad de México, tuvo lugar un hecho extraordinario que la Iglesia católica atribuyó a la intercesión de Juan Diego, con el cual se abrió la puerta que condujo a la actual celebración. En las palabras de Juan Pablo II, Juan Diego «representa todos los indígenas que reconocieron el evangelio de Jesús».2 . Finalmente, Juan Diego Cuauhtlatoatzin fue canonizado por el propio Juan Pablo II en una celebración realizada en la ciudad de México, el miércoles 31 de julio de 2002, durante uno de sus viajes apostólicos.

3-Documentos históricos aprobados por la Iglesia católica

La Iglesia católica aprobó como ciertos algunos documentos en los cuales se afirma la existencia del indio Juan Diego:
El Nican Mopohua, texto náhuatl, la lengua azteca, escrito hacia 1545 por Antonio Valeriano (1516-1605), ilustre indio tepaneca, alumno y después profesor y rector del Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco, Gobernador de México durante treinta y cinco años; publicado en 1649 por Luis Lasso de la Vega, capellán de Guadalupe; y traducido al español por Primo Feliciano Velázquez en 1925. Este documento precioso es probablemente el primer texto literario náhuatl, pues antes de la conquista los aztecas tenían solo unos signos gráficos, como dibujos, en los que conseguían fijar ciertos recuerdos históricos, el calendario, la contabilidad, etc.4
El Testamento de Juana Martín, del 11 de marzo de 1559, que afirma ser vecina de Juan Diego. El original, en náhuatl, se halla en la Catedral de Puebla.5
El Inin Huey Tlamahuizoltin o Huei Tlamahuiçoltica, texto náhuatl compuesto hacia 1580, quizá por el padre Juan González, intérprete del obispo Zumárraga, traducido por Mario Rojas. Es muy breve, y coincide en lo sustancial con el Nican Mopohua.
El Nican Motecpana, texto náhuatl escrito hacia 1600 por Fernando de Alva Ixtlilxóchitl (1570-1649), bisnieto del último emperador chichimeca, alumno muy notable del Colegio de Santa Cruz, que se convirtió en gobernador de Texcoco, escritor y heredero de los papeles y documentos de Valeriano, entre los cuales recibió el Relato de las apariciones de la Virgen de Guadalupe. En este texto afirma la existencia de Juan Diego, y varios milagros obrados por la Virgen en su nuevo templo.
El Testamento de Juan Diego, manuscrito del XVI, conservado en el convento franciscano de Cuautitlán, y recogido después por Lorenzo Boturini.6
Varios Anales, en náhuatl, del siglo XVI, como los correspondientes a Tlaxcala, Chimalpain, Cuetlaxcoapan, México y sus alrededores, hacen referencia a los sucesos guadalupanos.
Las Informaciones de 1666, hechas a instancias de Roma, en las que depusieron 20 testigos, 8 de ellos indios ancianos. Entre los testigos se contó a don Diego Cano Moctezuma, de 61 años, nieto del emperador, alcalde ordinario de la ciudad de México.
En el siglo XVII hay varias Historias de las apariciones de Guadalupe, publicadas por el bachiller Miguel Sánchez (1648), el bachiller Luis de Becerra Tanco (1675), el padre Francisco de Florencia S. J. (1688) y el presbítero Carlos de Sigüenza y Góngora (1688).

Origen de esta historia
El Nican Mopohua (‘aquí se narra’, en idioma náhuatl) es el título de la narración en la que se cuentan las apariciones de la Virgen de Guadalupe. El elegante y complejo texto no está escrito en un náhuatl original sino en el lenguaje reformado en los conventos jesuitas.
El texto original que fue impreso en 1649 por el bachiller criollo Luis Lasso de la Vega (1605-1660), capellán del santuario de Guadalupe. Él se lo atribuye al doctor don Antonio Valeriano de Azcapotzalco (c. 1520 – c. 1605), que habría sido un indígena noble del siglo anterior (pariente de Moctezuma Xocoyotzin, noveno rey azteca), y quien como estudiante del Colegio de Santa Cruz de Santiago Tlatelolco habría sido uno de los alumnos nahuas de fray Bernardino de Sahagún (1499-1590). Según Lasso de la Vega, el indígena Valeriano había oído la historia directamente de labios de Juan Diego (quien ―según el mismo Lasso― habría fallecido en 1548).
Basándose en la fecha del Primer Concilio Provincial Mexicano ―que se celebró en la ciudad de México entre junio y noviembre de 1555―, el historiador Edmundo O’Gorman (1906-1995) opinaba que Antonio Valeriano había escrito el Nican mopohua en 1556. En ese sínodo, el arzobispo Montúfar ordenó que se examinaran las historias de los santuarios y de los iconos venerados en México, y que todos los que no tuvieran suficiente fundamento se destruyeran. Montúfar le habría ordenado al indígena Valeriano que escribiera una historia milagrosa que legitimara en México el culto a la Virgen de Guadalupe de España (que era la devoción del arzobispado de México).
El título del libro se deriva de las dos primeras palabras del texto, impresas en gruesos caracteres en su primera publicación. Forma parte de un texto más extenso, el Huei tlamahuizoltica (‘muy maravillosamente’, que son las dos palabras iniciales del texto). Este Huei tlamahuizoltica incluye ―además del Nican mopohua― textos introductorios, oraciones y el Nican motecpana (‘Aquí se pone en orden’) que es la lista de algunos milagros atribuidos a la Virgen en los años que siguieron a su primera aparición.
El sacerdote católico Luis Becerra Tanco (s. XVII) cuenta que en una fiesta del 12 de diciembre de 1666 ―solo diecisiete años después de la publicación del texto náhuatl― oyó a unos indígenas que durante la danza cantaban en náhuatl cómo la Virgen María se le había aparecido al indígena Juan Diego, cómo había curado al tío de este y cómo se había aparecido en la tilma ante el obispo.7
La obra está escrita en fina prosa poética (tecpiltlahtolli: ‘lengua noble’) y tuvo varias traducciones, siendo las más difundidas las de:
1666: presbítero Luis Becerra Tanco
antes de 1688: Fernando de Alva Ixtlilxóchitl (historiador y gobernador de Texcoco, 1578-1650) traducción parafrástica al castellano, que aparece en La estrella del norte de México (1688) del presbítero Francisco de Florencia.
1886: presbítero Agustín de la Rosa (traducción directa del náhuatl al latín).
1926: licenciado Primo Feliciano Velázquez
1978: presbítero Mario Rojas Sánchez (de la diócesis de Huejutla).
1978: presbítero Ángel María Garibay Kintana (1892-1967).
1989: Guillermo Ortiz de Montellano
2002: Miguel León-Portilla (primera traducción laica).
[editar]Aparición de la Virgen ante San Juan Diego y Juan Bernardino
Según el relato narrado en el Nican Mopohua, la Virgen María se había manifestado un siglo antes al indígena Juan Diego, quien era originario de Cuautitlán (que pertenecía al señorío de Texcoco), y a su tío Juan Bernardino, ambos convertidos al cristianismo pocos años atrás a raíz de la conquista española.

Rosas del Tepeyac.
El Nican Mopohua dice que la Virgen le reveló el nombre «Guadalupe» a Bernardino cuando este se encontraba enfermo de gravedad. Los críticos escépticos opinan que es imposible que la Virgen se haya nombrado a sí misma Guadalupe ante el anciano, ya que Juan Bernardino no entendía la lengua castellana traída por los españoles al Nuevo Mundo, por tanto el diálogo tuvo que haberse desarrollado en la lengua nativa, que era el náhuatl (lengua viva hablada por más de 2,5 millones de personas), en la que no existen las consonantes g ni d.
Una explicación de este error podría ser que la aparición haya dicho que era la Virgen Tequatlasupe, y que ―debido a que para los españoles era muy difícil de pronunciar ese nombre― los españoles la llamaron «Virgen de Guadalupe» (relacionándola con la Virgen de Guadalupe extremeña).
El obispo de México probablemente tenía interés en que el nombre de la virgen fuera el de Guadalupe, para así contar con la simpatía de Hernán Cortés, quien era devoto de la Virgen de Guadalupe ―patrona de su región (Extremadura, España)― y que llevaba consigo una imagen de madera.
Una segunda explicación es que quizá la Virgen de Guadalupe se comunicase en el idioma nativo de Juan Diego, pero usó su nombre de Guadalupe (extremeño de origen árabe).

Nuestra Señora de Loreto

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La Virgen de Loreto o Nuestra Señora de Loreto es una advocación mariana católica, su festividad se celebra el 10 de diciembre. En España y en otros países es la patrona de las fuerzas aéreas y de la aeronáutica.
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Historia

Esta advocación mariana se originó en una tradición del siglo XIII, que nos cuenta que la Santa Casa donde nació la Virgen María, en donde recibió el Anuncio de la Encarnación del Hijo de Dios y en donde vivió con Jesús y San José, fue trasladada en el año 1291 desde Nazaret a Tarseto (en Dalmacia, Croacia), para ser protegida y resguardada de todo peligro, porque Palestina había sido invadida por los mamelucos. En el año 1191 los cruzados habían conquistado la ciudad de Acre, renombrándola como San Juan de Acre, y desde allí gobernaron Palestina hasta 1291.
El traslado de la santa casa.
Según cuenta la histora,los ángeles llevaron la Casa cruzando el Mar Mediterráneo y el Mar Adriático y la depositaron en Dalmacia. Los pobladores al verla no se explicaban cómo había llegado allí, pero supieron que era la Santa Casa cuando la Virgen se apareció a un sacerdote que se encontraba muy enfermo y le contó que esa era la Santa Casa de Nazaret. El sacerdote se sanó inmediatamente y contó la historia a todo el pueblo. Dentro de la Casa había un altar y en él una estatuilla de cedro de la Virgen María que tenía al Niño Jesús.
Tres años más tarde, el 10 de diciembre de 1294, la Santa Casa fue nuevamente trasladada a la ribera opuesta del Adriático, a Italia, entre un bosque de Laureles. De allí el nombre de Loreto (del latín Lauretum: lugar poblado de laureles).
Todos los habitantes del lugar fueron a ver la Casa y se postraron ante la imagen de madera de la Virgen María y el Niño, pero otros llegaban para asaltar a los peregrinos, y por ese motivo tras ocho meses, la Casa dejó el bosque y fue situada por los ángeles en una colina propiedad de los Condes Stéfano y Simeón Raineldi, pero ellos discutieron sobre quien era el dueño de la casa y nuevamente fue trasladada a un monte de piedras cercano a la vía principal que llevaba a Recanati. En ese lugar ha permanecido hasta el presente.
El Santuario de la Virgen de Loreto se levantó en el siglo XIV. En su interior se encuentra la Santa Casa. Desde entonces Loreto se ha convertido en un extraordinario centro de peregrinación. Los muros de la Basílica con los años se fueron llenando de títulos y advocaciones a la Virgen, ellos dieron lugar a las «Letanías Lauretanas», que comenzaron a rezarse por primera vez allí y que fueron aprobadas por el Papa Clemente VIII en 1601.
La imagen de Nuestra Señora de Loreto, se encuentra en el interior de la Casa, tiene una la túnica tradicional decorativa. El color oscuro de la imagen representa a la estatua original de madera, que con los siglos se oscureció con el hollín de las lámparas del aceite que se usaba en la capilla. En 1921 se destruyó la estatua original en un incendio, y otra similar fue colocada en el lugar.
Loreto fue visitado por San Carlos Borromeo, San Josemaría Escrivá, San Luis Gonzaga, Santa Teresita, San José Cupettino, San Juan Bosco, los pontífices Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI, entre otros.
En el norte de Italia se encuentra el Santuario de la Santa Casa dedicado a la Virgen de Loreto. En el interior se encuentra la Santa Casa de Nazaret, donde, según la tradición católica, la Virgen María recibió la Anunciación.
La casa de la Virgen estaba formada por tres paredes adosadas a una cueva excavada en la roca (que se encuentra en la Basílica de la Anunciación de Nazaret). La tradición popular dice que en la noche entre el 9 y 10 de diciembre de 1294 las piedras de la casa de Nazaret fue transportada por ángeles en vuelo, por eso la Virgen de Loreto es Patrona de los aviadores. De hecho, algunos estudios encontraron documentos que han confirmado que fue transportada por mar en buques de las cruzadas. Después de la expulsión de los musulmanes de Tierra Santa por los cristianos, un miembro de la familia Angeli, los gobernantes de Epiro, estaba interesado en salvar la Santa Casa de la destrucción, por lo que fue transportada primero a Trsat en la actual Croacia, en 1291, luego a Ancona en 1293 y finalmente a Loreto, 10 de diciembre de 1294.

Oración constante

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No puedo parar de rezar últimamente; lo malo es que tengo muchísimo que hacer de aquí a Navidad. Dios nos quiere recogidos y mucho, mucho, dedicados a El..pero no se puede ..eso sí, que lo que hagamos sea mirando al Cielo y bajo la supervisión de Mamá María+
Precioso día de Ella ayer. Cómo lució en sus lugares ..en mi jardín parecía más radiante que nunca.
Empieza una semana preparatoria muy importante para algo que os contaré.