Santa Margarita de Escocia

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Año 1093
Quiera Dios que todas las esposas de los jefes de las naciones
sean tan fervorosas y generosas como Santa Margarita de Escocia,
y que las demás esposas lo sean también.
Margarita era hija del rey San Eduardo. Su padre tuvo que salir
huyendo de Inglaterra cuando el rey Canuto de Dinamarca invadió el
país. Luego de caer Inglaterra en poder de Guillermo el Conquistador,
Margarita y sus hermanos se refugiaron en Escocia, donde era rey
Malcon III, el cual al darse cuenta de las cualidades de bondad y
caridad que tenía la joven, se casó con ella. Y así Margarita, a los
24 años llegó a ser reina de Escocia.
Para ella lo principal en la vida era ayudar a los pobres. Cada día
antes de ir a almorzar servía personalmente el almuerzo a nueve niños
huérfanos (y a veces les servía de rodillas, al recordar que los
favores que hacemos al pobre los recibe Jesucristo como hechos a Él
mismo). En su palacio de reina se atendía diariamente a centenares de
pobres, y cuando ella salía por las calles volvía a la casa sin
dinero, sin joyas y hasta sin el manto, porque todo lo regalaba a los
necesitados. Era estimadísima entre el pueblo por la inmensa compasión
que demostraba hacia los más miserables.
Tuvo seis hijos y dos hijas. Su esposo Malcon III era cruel y rudo,
pero la amabilidad de Margarita lo fue volviendo amable y caritativo,
tanto que él mismo le ayudaba a servir el almuerzo a los centenares de
pobres que llegaban a pedir alimentos. De los hijos de Margarita, dos
llegaron a ser santos y tres fueron reyes, y del esposo de una hija de
ella, Enrique I, proviene la actual familia real de Inglaterra.
Costeó la construcción de conventos y templos y organizó una
asociación de señoras para dedicarse con ellas a tejer y bordar
ornamentos para las iglesias, a sus hijos los educó muy cuidadosamente
en la religión católica y se esmeró porque aprendieran muy bien el
catecismo y la doctrina cristiana. En su casa y entre la gente del
pueblo hacía leer las vidas de santos. Se esmeraba en conseguir
sacerdotes fervorosos para las parroquias. A su esposo el rey, lo
entusiasmaba continuamente para que hiciera obras a favor de la
Iglesia y de los pobres, y para que fuera compasivo con sus enemigos.
Construyó una hermosísima catedral. Insistía mucho a la gente en el
deber de santificar el domingo. En Cuaresma y en Adviento (las cuatro
semanas anteriores a la Navidad) ayunaba cada día. Le gustaba mucho
leer los Evangelios y pasaba varias horas de la noche en oración.
Su esposo y su hijo mayor murieron batallando contra los ingleses que
querían invadir el territorio de Escocia. Santa Margarita sufrió
inmensamente al saber tan trágica noticia. Exclamó entonces: «Te doy
gracias Dios mío, porque al mandarme tan dolorosas noticias me
purificas de mis pecados», y cuatro días después ella también murió,
el 16 de noviembre del año 1093.
Inmediatamente el pueblo empezó a honrarla como santa, y su
popularidad ha sido inmensa en Escocia y en otros países. Es recordada
sobre todo por su admirable generosidad para con los pobres y
afligidos.

En Manos de Dios

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Confiémonos en Dios como un niño se confía en las manos de su papá. Es lo que ha afirmado el Papa Francisco en la Misa de esta mañana en la Casa Santa. El Papa ha afirmado que el Señor nunca nos abandona y ha destacado que incluso cuando nos reprende, Dios no nos da una bofetada sino una caricia.

“Dios ha creado el hombre para la incorruptibilidad”, pero “por la envidia del diablo entró la muerte en el mundo”. El Papa Francisco ha desarrollado su homilía deteniéndose en la Primera Lectura, una cita del Libro de la Sabiduría que recuerda nuestra creación. La envidia del diablo, afirmó el Papa, ha hecho que se iniciase esta guerra, “este camino que termina con la muerte”. Esta última, afirmó, “entró en el mundo y la experimentan todos los que le pertenecen. Es una experiencia que hacemos todos.

“Todos debemos pasar por la muerte, pero una cosa es pasar por esta experiencia con una pertenencia al diablo y otra pasar por esta experiencia de la mano de Dios. Me gusta escuchar esto: ‘Estamos en las manos de Dios desde el principio’. La Biblia nos explica la Creación, usando una imagen bella: Dios, con sus manos nos hace del barro, de la tierra a Su imagen y semejanza. Son las manos de Dios las que nos han creado: el Dios artesano, ¿eh? Como un artesano nos ha hecho. Estas manos del Señor… Las manos de Dios, que no nos abandonan”.

La Biblia, prosiguió, narra que el Señor le dice a su pueblo: “Yo camino contigo, como un papá con su hijo, llevándolo de la mano”. Son las manos de Dios, añadió, “las que nos acompañan en el camino”.

“Nuestro Padre, como un Padre con su hijo, nos enseña a caminar. Nos enseña a ir por el camino de la vida y de la salvación. Son las manos de Dios las que nos acarician en los momentos de dolor, nos consuelan. ¡Es nuestro Padre el que nos acaricia! Nos quiere mucho. Y también en estas caricias, muchas veces, está el perdón. Este pensamiento me ayuda. Jesús, Dios, ha traído consigo sus llagas: se las hace ver al Padre. Este es el precio: ¡las manos de Dios son manos llagadas por amor! Y esto nos consuela mucho”.

Muchas veces, prosiguió, escuchamos decir a las personas que no saben en quien confiar: “¡Confíate a las manos de Dios!”. Esto, observó Papa Francisco, “es bello” porque “allí estamos seguros: es la máxima seguridad, porque es la seguridad de nuestro Padre que nos quiere mucho”. “Las manos de Dios, comentó, también nos curan de nuestras enfermedades espirituales”.

“Pensemos en las manos de Jesús, cuando tocaba a los enfermos y los curaba… son las manos de Dios: ¡nos curan! ¡No me imagino a Dios dándonos una bofetada! No me lo imagino. Reprendiéndonos sí me lo imagino, porque lo hace. Pero nunca, nunca nos hiere. ¡Nunca! Nos acaricia.

También cuando nos reprende lo hace con una caricia porque es Padre. ‘Las almas de los justos están en las manos de Dios’. Pensemos en las manos de Dios, que nos ha creado como un artesano, que nos ha dado la salud eterna. Son manos llagadas y nos acompañan en el camino de la vida. Confiémonos en las manos de Dios, como un niño se confía en las manos de su papá. ¡Esas son manos seguras!”.

La Virgen siempre se hace presente

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En medio de las tragedias, María sigue en pie, se hace presente de modo a veces milagroso. Les comparto esta fotografía, donde se muestra una estatua de María en pie. Arriba en Filipinas, tras el paso del tifón Haidy. La iglesia destrozada pero María firme y fiel. Debajo, el año pasado en las mismas fechas en Nueva York, tras el paso del huracán Sandy, una Iglesia se quemó y María