Predilectos

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Ayer fue la misa de los consagrados en la catedral metropolitana, presidida por Monseñor Bergoglio, quien nos dio una homilía celestial con su humildad. Sentí mucha necesidad de rezar por él y que también vosotros lo hagáis.
Nos dijo que : «Dios elige con predilección y que es por eso que le podemos llegar a preguntar «Por qué me elegiste a mí? Ante la cruz, a enfermedad, el dolor,Él está.
La Virgen fue una mujer normal y fue la predilecta; debió haber sentido ganas de decir por qué yo? y calló su corazón fatigado y esperó.
Soy pecador y reconocer los límites cuesta pero soy un predilecto y no nos enredemos en pequeñeces ni en las cosas humanas. Nuestro testimonio tiene q dejar esperanza. Pero hay gente q nos la quiere quitar. Qué triste es cuando encontramos religiosos con cara «de ají en vinagre..» y se olvidaron q fueron acariciados por Dios.
Que en el día del nacimiento de la Virgen ( ayer día 8 de Septiembre) aumente la paz y que lo hagamos con la sonrisa.
Estamos dispuestos a seguirle?
Estamos dispuestos a colaborar con el sueño de Jesús, trabajando juntos?
Jesús llamó a los discípulos y discípulas para comunicar la buena noticia. Estamos dispuestos a escuchar su llamado y a consagrar todo a su servicio? Sí estamos dispuestos.
La vida consagrada se tiene q hacer parte de los corazones de este mundo; entre los hombres.
Monseñor anima a ser hombres profundamente religiosos para que los hombres de este mundo vean en los consagrados más allá para no hacer quedar mal a Dios..
«Te elegí a vos»: que sea esta frase el refugio ante cualquier cansancio».

Bellísimo, verdad?
Gloria a Dios.

Fiesta de la Natividad de la Santisima Virgen María

Fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen María

La Iglesia conmemora el cumpleaños de la Madre de Dios el 8 de septiembre, aunque nuestra Madre Bendita, en varias Apariciones y videncias informó que ELLA nació el 5 de agosto.
A santa Ana y san Joaquín se los considera los padres de la Santísima Virgen María. La verdad, lo poco que se conoce de ellos tiene un carácter legendario ya que proviene de un escrito apócrifo: el protoevangelio de Santiago.
Ana era oriunda de Belén, hija de Matán y de Emerenciana. Se casa a los 24 años con un propietario rural (dedicado a los rebaños y lanas) de origen galileo llamado Joaquín con quien vivió en Nazaret. Ambos pertenecían a la tribu de Judá.
Su nombre significa “el hombre a quien Dios levanta”, y, según san Epifanio, “preparación del Señor”. Descendía de la familia real de David. Llevaban ya veinte años de matrimonio y el hijo tan ansiado no llegaba. Los hebreos consideraban la esterilidad como un oprobio y un castigo del cielo. Eran los tales menospreciados y en la calle se les negaba el saludo. En el templo, Joaquín oía murmurar sobre ellos, como indignos de entrar en la casa de Dios. Esta conducta se ve celebrada en Mallorca, en una montaña que se llama Randa, donde existe una iglesia con una capilla dedicada a la Virgen. En los azulejos que cubren las paredes, antiquísimos, el Sumo Sacerdote riñe con el gesto a San Joaquín, esposo de Santa Ana, quien, sumiso y resignado, parece decir: No puede ser, no he podido tener hijos.
Sabemos que su esterilidad dará paso a María. Joaquín, muy dolorido, se retira al desierto para obtener con penitencias y oraciones la ansiada paternidad, ayuna 40 días y un ángel le anuncia el nacimiento de su hija.
Ana intensificó sus ruegos, implorando como otras veces la gracia de un hijo. Recordó a la otra Ana de las Escrituras, de que habla el libro de los Reyes: habiendo orado tanto al Señor, fue escuchada, y así llegó su hijo Samuel, quien más tarde sería un gran profeta. Y así también Joaquín y Ana vieron premiada su constante oración con el nacimiento de una hija singular, María, concebida sin pecado original, y predestinada a ser la madre de Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado.
EL NACIMIENTO
El Evangelio no nos da datos del nacimiento de María, pero hay varias tradiciones. Algunas, considerando a María descendiente de David, señalan su nacimiento en Belén. Otra corriente griega y armenia, señala Nazareth como cuna de María.
Sin embargo, ya en el siglo V existía en Jerusalén el santuario mariano situado junto a los restos de la piscina Probática, o sea, de las ovejas. Debajo de la hermosa iglesia románica, levantada por los cruzados, que aún existe -la Basílica de Santa Ana- se hallan los restos de una basílica bizantina y unas criptas excavadas en la roca que parecen haber formado parte de una vivienda que se ha considerado como la casa natal de la Virgen.
Esta tradición, fundada en apócrifos muy antiguos como el llamado Protoevangelio de Santiago (siglo II), se vincula con la convicción expresada por muchos autores acerca de que Joaquín, el padre de María, fuera propietario de rebaños de ovejas. Estos animales eran lavados en dicha piscina antes de ser ofrecidos en el templo.
Llegado el tiempo llevan a María al templo de Jerusalén, para ser criada con las otras vírgenes y santas viudas que moraban en las habitaciones vecinas al templo. Allí se dedicarían a las labores, oraciones y demás servicios de Dios.
Se cree que ese tiempo, Joaquín y Ana decidieron ir a vivir a Jerusalén, para poder visitar a la niña frecuentemente.
Joaquín muere a los 80 años y Ana a los 79.
LA CELEBRACION
La celebración de la fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen María, es conocida en Oriente desde el siglo VI. Fue fijada el 8 de septiembre, día con el que se abre el año litúrgico bizantino, el cual se cierra con la Dormición, en agosto. La fiesta surgió muy probablemente como dedicación de una iglesia a María, junto a la piscina probática; tradición que se relaciona con el actual santuario de Santa Ana.
La fiesta fue fijada el día 8 de septiembre probablemente porque, representando María el papel del comienzo o proemium de la obra de la salvación (cf. la oración de colecta de la misa), era muy oportuno celebrar su nacimiento al principio del año eclesiástico según el Monologium Basilianum. Una narración apócrifa, titulada De ortu Virginis (sobre el nacimiento de la Virgen), ponía la concepción en el seno de santa Ana a primero de mayo, y refería que Nuestra Señora había nacido, a los cuatro meses de gestación.
En Occidente fue introducida hacia el siglo VII y era celebrada con una procesión-letanía, que terminaba en la Basílica de Santa María la Mayor.
La fiesta tiene la alegría de un anuncio premesiánico.

DOGMA DE FE PRONUNCIADO POR EL PAPA PIO IX
Uno de los hechos notables del nacimiento de María es su Inmaculada Concepción.
En la Constitución Ineffabilis Deus de 8 de Diciembre de 1854, Pío IX pronunció y definió que la Santísima Virgen María «en el primer instante de su concepción, por singular privilegio y gracia concedidos por Dios, en vista de los méritos de Jesucristo, el Salvador del linaje humano, fue preservada de toda mancha de pecado original».
«La Santísima Virgen María…» El sujeto de esta inmunidad del pecado original es la persona de María en el momento de la creación de su alma y su infusión en el cuerpo.
«… en el primer instante de su concepción…» El término concepción no significa la concepción activa o generativa por parte de sus padres.
Su cuerpo fue formado en el seno de la madre, y el padre tuvo la participación habitual en su formación. La cuestión no concierne a lo inmaculado de la actividad generativa de sus padres. Ni concierne tampoco absoluta y simplemente a la concepción pasiva (conceptio seminis carnis, inchoata), la cual, según el orden de la naturaleza, precede a la infusión del alma racional.
La persona es verdaderamente concebida cuando el alma es creada e infundida en el cuerpo. María fue preservada de toda mancha de pecado original en el primer momento de su animación, y la gracia santificante le fue dada antes que el pecado pudiese hacer efecto en su alma.
«… fue preservada de toda mancha de pecado original…» La esencia formal activa del pecado original no fue removida de su alma como es removida de otros por el bautismo; fue excluida, nunca fue simultánea con la exclusión del pecado.
El estado de santidad original, inocencia y justicia, como opuesto al pecado original, fue conferido sobre ella, por cuyo don cada mancha y falta, todas las emociones, pasiones y debilidades depravadas, esencialmente pertenecientes a su alma por el pecado original, fueron excluidas.
Mas no fue eximida de las penas temporales de Adán -el dolor-, las enfermedades corporales y la muerte.
«… por un singular privilegio y gracia concedidos por Dios, en vista de los méritos de Jesucristo, el Salvador del linaje humano».
La inmunidad del pecado original fue dada a María por una singular exención de una ley universal por los mismos méritos de Cristo, mientras los demás hombres son limpiados del pecado por el bautismo.
María necesitó la redención del Salvador para obtener esta exención y ser liberada de la necesidad y de la deuda (debitum) universal del estar sujeto al pecado original.
La persona de María, por su origen de Adán, habría sido sujeto de pecado, pero, siendo la nueva Eva quien sería la madre del nuevo Adán, fue, por el eterno designio de Dios y por los méritos de Cristo, apartada de la ley general del pecado original. Su redención fue la verdadera obra maestra de la sabiduría redentora de Cristo.
Es un redentor mayor quien paga la deuda en que no incurrió que quien paga después que ha caído en la deuda.
Este es el significado del término «Inmaculada Concepción».
La Natividad de la Virgen María (Benedicto XVI)

La fiesta de la plenitud y el alivio. Cardenal J. Ratzinger. (SS. Benedicto XVI)
Una fiesta como la de la Natividad de la Santísima virgen María, por la época en que se celebra —es decir, cuando el tiempo, después de los calores estivales, se hace más suave, y cuando la uva y tantos otros frutos llegan a madurar— expresa muy bien dos conceptos: el de la “plenitud de los tiempos” (cf Gál 4,4; Ef 1,10; Heb 9,26) y el del alivio beneficioso aportado por el nacimiento de María.
Todo en el AT converge hacia el tiempo de la Encarnación, y en este punto comienza el NT. En ese momento de plenitud se inserta María, La Natividad de María —comenta san Andrés de Creta en la homilía sobre la segunda lectura del oficio de la fiesta (cf Sermón 1: PG 97, 810)— “representa el tránsito de un régimen al otro, en cuanto que convierte en realidad lo que no era más que símbolo y figura, sustituyendo lo antiguo por lo nuevo”.
La liturgia de la fiesta de la Natividad de la Santísima virgen María reafirma en diversos tonos la idea de la plenitud de los tiempos: en la primera lectura del oficio se preanuncia el gran momento de la aparición de la íntima colaboradora de aquel que conseguiría la victoria definitiva sobre la serpiente infernal, aparición, por ello, destinada a iluminar a toda la iglesia.
El tema de la luz recurre constantemente en la Fiesta de la Natividad de la Santísima virgen María: “Por su vida gloriosa todo el orbe quedó iluminado” (segundo responsorio de las lecturas del oficio). “Cuando nació la Santísima Virgen, el mundo se iluminó” (segunda antífona de laudes). “De Ti nació el Sol de la justicia” (ant. del Benedictus). Y junto al tema de la luz, obviamente, el tema de la alegría. “Que toda la creación… rebose de contento y contribuya a su modo a la alegría propia de este día” (segunda lectura del oficio).
“Celebremos con gozo el nacimiento de María” (tercera ant. de laudes). “Tu nacimiento… anunció la alegría a todo el mundo” (ant. del Benedictus).
Plenitud de los tiempos, luz y alegría. Quizá se logre entender mejor lo que representa el nacimiento de la Virgen para la humanidad si se tiene en cuenta la condición de un encarcelado. Los días del encarcelado son largos, interminables… Cuenta los minutos de la última noche que transcurre en la cárcel. Después, finalmente, las puertas se abren: ¡ha llegado la hora tan esperada de la libertad! Esos minutos interminables, contados uno a uno, nos recuerdan las páginas evangélicas de la genealogía de Jesús. Unos nombres se suceden a otros con monotonía: “Abrahán engendró a lsaac, Isaac engendró a Jacob, Jacob engendró a Judá… Jesé engendró a David, el rey. David engendró a Salomón…” (Mt 1,2.6ab). Hasta que suena, finalmente, la hora querida por Dios: es la plenitud de los tiempos, el inicio de la luz, la aurora de la salvación: “Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, el llamado Cristo” (Mt 1 .16).
Significado litúrgico y comentario homilético actualizado

1. LA LITURGIA ESTABLECE UN PARALELISMO ENTRE CRISTO Y MARÍA
La liturgia no acostumbra celebrar el nacimiento terreno de los santos (la única excepción la constituye san Juan Bautista). Celebra, en cambio, el día de la muerte, al que llama dies natalis, día del nacimiento para el cielo. Por el contrario, cuando se trata de la Virgen santísima madre del Salvador, de aquella que más se asemeja a él, aparece claramente el paralelismo perfecto existente entre Cristo y su madre. Y así como de Cristo celebra la concepción el 25 de marzo y el nacimiento el 25 de diciembre, así de la Virgen celebra la concepción el 8 de diciembre y su nacimiento el 8 de septiembre, y como celebra la resurrección y la ascensión de Jesús, también celebra la Asunción y la realeza de la Virgen. San Andrés de Creta , refiriéndose al día del nacimiento de la Virgen, exclama: “Hoy, en efecto, ha sido construido el santuario del Creador de todas las cosas, y la creación, de un modo nuevo y más digno, queda dispuesta para hospedar en sí al supremo Hacedor” (Sermón 1: PG 97,810).

2. LAS LECTURAS DE LA MISA
Las lecturas propuestas para la fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen María son: Mi/05/02-05; Rom 8 28-30; Mt 1,1-16,18-23. Expresan el trabajo de Dios, si así puede hablarse, para construir su templo, su morada, porque, según dice santa Matilde, Dios puso más cuidado en construir ese microcosmos que es María que en crear el macrocosmos que es el mundo entero. En María se pone de relieve, principalmente, el privilegio de la virginidad. La lectura de la carta a los Romanos (8,28-30) acentúa la predestinación divina y la colaboración del hombre al plan de Dios. La primera lectura y el evangelio acentúan en cambio la maternidad virginal a la que María está destinada para ser “digna Madre del Salvador”.
a) María es “la virgen que concebirá” La profecía de Miqueas representa una de las profecías mesiánicas más conocidas. El profeta ha anunciado la ruina de los reinos del norte y del sur como castigo de sus pecados; pero en medio de las tinieblas he aquí que brilla una luz… ¡Siempre es así! Dios entregará a los hijos de Israel al poder de otro hasta que… El autor parece que se quiere hacer el misterioso, el enigmático, porque sabe que va a decir una cosa ya muy sabida: que de Belén de Éfrata “saldrá” el abanderado, el nuevo guía.
Verdaderamente, el autor piensa en Belén, patria de David, y en el Mesías, descendiente de David como si la historia se hubiese detenido y empezase otra vez con un nuevo David, el Mesías. Pero ya en los tiempos de Jesús (cf Mt 2,5-6) la expresión era entendida no sólo en el sentido teológico de un recomenzar la historia, sino en sentido geográfico verdadero y propio. Miqueas, de una manera que podría parecer cuando menos curiosa, presenta, más que al nuevo guía, a la mujer que lo va a dar a luz. Del guía dice que será un dominador que pastoreará con la gracia del Señor, y que su reino será un reino de paz universal. De la madre dice palabras más maravillosas todavía y envueltas en un cierto halo de misterio, pero que sus contemporáneos ya estaban en condiciones de comprender y valorar: “…hasta el tiempo en que dé a luz la que ha de dar a luz” (5,2). Es evidente que Miqueas, y con él sus destinatarios, pensarían en el célebre oráculo de la álmah de Is 7,14s pronunciado unos treinta años antes. El mismo Vat II reconoce “apertis verbis” que la profecía de Miqueas encuentra cumplimiento en María: “Ella es la Virgen que concebirá y dará a luz un Hijo, cuyo nombre será Emmanuel” (cf Is 7,14; Miq 5,2-3; Mt 1,22-23). “Ella misma sobresale entre los humildes y pobres del Señor, que de Él esperan con confianza la salvación. En fin, con Ella, excelsa hija de Sión, tras larga espera de la promesa, se cumple la plenitud de los tiempos y se inaugura la nueva economía, cuando el Hijo de Dios asumió de Ella la naturaleza humana para librar al hombre del pecado mediante los misterios de su carne” (LG 55).
b) María es la “madre del Hombre nuevo” La segunda lectura esté tomada de Rm/08/28-30 y trata de la justificación que encuentra su culminación en la vida futura. En esta visión se inscribe el papel de la Virgen, destinada ab aeterno a ser la madre del Salvador, el alma colaboradora en toda la obra de la salvación. Hay que precisar que Pablo no separa nunca a Dios creador del Dios salvador, de modo que el hombre creatura está ligado al hombre que hay que salvar, y toda la creación, unida a su vez al hombre, está destinada asimismo a la salvación. La creación entera está sometida a la vanidad o caducidad en el sentido de que el hombre está llamado a dar significado y valor a la creación, y cuando el hombre no se sirve de ella según los planes de Dios, las creaturas, violentadas, gimen y sufren. La creación, por tanto, está sometida al destino del hombre y, por consiguiente, está fundamentada sobre la condición, o sea sobre la esperanza de la liberación del hombre, liberación futura. Se trata de un mundo nuevo en gestación en el actual, y que supera a éste en plenitud.
El hombre deberá salvarse con la creación y en la creación; su quehacer de salvarse, con la gracia de Dios, se refiere a su alma y a su cuerpo, más aún: a todas las creaturas. El esfuerzo del hombre consiste en mejorar el mundo; por eso aquellos que aman a Dios colaboran en ello activamente. Es un quehacer extraordinario y comprometido. Para conseguir realizarlo, el hombre debe ser una copia de la imagen del Hijo de Dios: debe asociarse con Cristo, transformarse en él, asumiendo sus directrices y sus comportamientos.
Como consecuencia de esta semejanza con Cristo se seguirá una relación de fraternidad, porque “Cristo es el primogénito entre muchos hermanos”. En este punto Pablo pone en relación encadenada los diversos estadios de la iniciativa divina, considerándolos, sin embargo, más allá de la actuación en el tiempo; por eso usa siempre el aoristo: “… ha conocido…, ha predestinado…, ha llamado…, ha justificado…, ha glorificado…” (cf vv. 29-30).
En esta visión el nacimiento de la Virgen aparece íntimamente ligado a la salvación del hombre y de la creatura entera. María es verdaderamente la aurora de un mundo nuevo, mejor: del mundo nuevo tal como había sido pensado por Dios desde la eternidad. “Ella, la Mujer nueva, está junto a Cristo, el Hombre nuevo, en cuyo misterio solamente encuentra verdadera luz el misterio del hombre” (MC 57; GS 22).
c) “José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo” . El relato evangélico (Mt/01/01-16/18-23) presenta una genealogía de Jesús a primera vista no necesaria, y refiere cómo José asume la paternidad legal de Jesús. Después de haber relatado lo referente al nombre del protagonista de su evangelio, Jesucristo, Mateo nos ofrece una demostración de la realidad singular del mismo con una genealogía voluntariamente artificiosa: el mismo número “14″ (7 + 7) de los tres grupos en que subdivide la prehistoria de Cristo indica perfección y plenitud. En nuestro caso la perfección es la providencia especial de Dios en la disposición de la historia salvífica, que culmina en Cristo: historia presentada en sus orígenes, en sus momentos más importantes y en su coronamiento y plenitud.
Mateo se propone un fin teológico más que estrictamente histórico. De hecho, en la relación de nombres ofrecida por él han sido omitidos tres reyes entre Joram y Ozías; además se podría contar a Jeconías (vv. 11-12) por dos (ya que el mismo nombre griego puede traducir dos nombres afines: Joakín y Joiaquín). Por otra parte, Mateo acude a una especie de juego: citando a Asa, escribe Asaf, que, como es sabido, es autor de algunos salmos; igualmente en vez de Amón escribe Amós, que fue un célebre profeta, el profeta-pastor, que desde el reino de Judá fue a profetizar al reino de Israel. “¿No querrá decirnos con este pequeño juego que también los salmos y los profetas alcanzan su plenitud en Cristo?». El nacimiento de Cristo viene representado por Mateo como un hecho absolutamente milagroso: María concibió a Jesús sin recurso de varón, por obra del Espíritu Santo: “Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual (y no ¡de los cuales!) nació Jesús, llamado Cristo” (Mt 1,16).
Justamente aquí se inscribe el papel de la niña cuyo nacimiento hoy celebramos: ella es la Virgen, destinada por Dios a ser la madre y la válida colaboradora del Salvador. Y por eso, acercándose a su cuna, la iglesia pide como gracia suprema el don de la unidad y de la paz; paz que según los hebreos, es el conjunto de todos los bienes mesiánicos (shalom): “Concede, Señor, a tus hijos el don de tu gracia, para que, cuantos hemos recibido las primicias de la salvación por la maternidad de la Virgen María, consigamos aumento de paz en la fiesta de su nacimiento”.(MEAOLO-G. _DICC-DE-MARIOLOGIA. Págs. 1466-1470)

3. NACIMIENTO/CELEBRAR
Esta fiesta destaca de la forma corriente de las festividades de los santos en la iglesia, en cuanto que ésta ordinariamente no celebra los natalicios, diferenciándose radicalmente en esto de lo que ocurría en el mundo antiguo, en el cual se celebraban con gran pompa los días natalicios de los poderosos -por ejemplo, de un césar o de un augusto- como días de «evangelio» o venturosos, como días de salvación. Sin embargo, la iglesia, en contra de ellos, sostiene que sería sencillamente precipitado el celebrar el día del nacimiento, puesto que existe mucha ambigüedad acerca de la vida de los hombres. A partir del nacimiento, no se sabe realmente nada sobre si esa vida será motivo para celebrarla o no: sobre si ese hombre se sentirá un día orgulloso y alegre de haber nacido; sobre si el mundo podrá mostrar alegría porque ha nacido ese hombre o si hubiera deseado lo contrario. Nosotros, los alemanes, tuvimos que celebrar, durante doce años, un nacimiento como la llegada del Fübrer o caudillo salvador, al cual, desde entonces, el mundo maldice como uno de los tiranos más sangrientos. La iglesia, en cambio, celebra el día de la muerte: solamente aquél que ante la muerte, con toda la seriedad de su juicio, puede agradecer la vida, solamente aquél cuya vida puede ser aceptada también del otro lado de la muerte, solamente la vida de ése se celebra.
De esta regla fundamental hay en la iglesia sólo tres excepciones, o mejor, una sola excepción a la que corresponden de una forma indisoluble otras dos que también se celebran. La excepción es Cristo. Sobre su nacimiento no aparece ninguna ambigüedad, sino que se escucha un cántico de alabanza: gloria a Dios en las alturas. El que, como Dios, se hizo hombre es aquél cuyo nacimiento sólo se apoya en el puro amor, el cual puede celebrarse ya en su nacimiento. Más aún: su nacimiento es en fin de cuentas el motivo de que nosotros los hombres tengamos «algo para reír», de que nosotros podamos celebrar fiesta y no necesitemos ya temer, de que la vida, como un todo, sólo sea un juego de la muerte e, incluso en sus momentos más fuertes, solamente una mancha sobre la alegría.
Por aquél que nació en Belén, y solamente por Él, se hizo la vida humana prometedora y llena de sentido. A Él pertenece Juan el Bautista, cuyo nacimiento también se celebra: él nació sólo para llevar delante la antorcha; el nacimiento de Jesús es el motivo interno y el comienzo de su nacimiento. La otra excepción es María, la madre, sin la cual no se podría dar el nacimiento de Jesús. Ella es la puerta, por la que él entró en el mundo, y esto no sólo de un modo externo: ella lo concibió según el corazón, antes de haberle concebido en el vientre, como dice muy acertadamente Agustín. El alma de María fue el espacio a partir del cual pudo realizarse el acceso de Dios a la humanidad. La creyente que llevó en sí la luz del corazón, trastocó, en oposición a los grandes y poderosos de la tierra, el mundo desde sus cimientos: el cambio verdadero y salvador del mundo sólo puede verificarse por las fuerzas del alma.
Homilía del Cardenal J. Ratzinger publicada en el libro publicado por “Sígueme” “El Rostro de Dios”

Oraciones Preparatorias a la Consagración al Inmaculado Corazón de María

Oraciones Preparatorias a la Consagración al Inmaculado Corazón de María

Ven Espíritu Santo Creador

Ven Espíritu Santo creador, a visitar nuestro corazón, repleta con tu gracia viva y celestial nuestras almas, que Tú creaste por amor.

Tú que eres llamado Consolador, don del Dios Altísimo y Señor, vertiente viva, fuego, que es la Caridad y también espiritual y divina unción.

En cada sacramento te nos das, dedo de la diestra paternal, Eres Tú la promesa que el Padre nos dio con tu palabra enriqueces nuestro cantar.

Nuestros sentidos has de iluminar, Los corazones enamorar, y nuestro cuerpo, preso de la , tentación, con tu fuerza continua has de Afirmar.

Lejos al enemigo rechazar, tu paz danos pronto sin tardar, y siendo Tú nuestro buen guía y conductor, evitemos así la sombra del mal.

Concédenos al Padre conocer, a Jesús su Hijo, comprender, y a Ti espíritu de ambos por amor, te creamos con ardiente y sólida fe.

Al Padre demos gloria, pues es Dios, a su Hijo que resucito, y también al Espíritu Consolador, por todos los siglos de los siglos, honor.

Ave Maris Stella

Ave Estrella de la mar,
Augusta Madre de Dios,
Permanentemente Virgen,
Puerta del cielo, feliz.

Recibiendo Tú aquel Ave
Por la boca de Gabriel,
Cimentamos en la paz,
Mudando el nombre de Eva.

Desata el lazo al culpable
Muestra la luz a los ciegos,
Líbranos de todo mal
Consíguenos todo bien

Que eres Madre muéstranos
Reciba por Ti las preces
Quien, nacido por nosotros
Quiso ser el fruto tuyo.

Virgen única, sin par,
Entre todas la más dulce,
Librados de nuestras culpas,
Haz que seamos mansos, castos.

Concédenos vida pura,
Vía segura prepara:
Para que, viendo a Jesús
Siempre juntos nos gocemos.

Sea Alabanza a Dios Padre,
Al sumo Cristo esplendor,
Con el Espíritu Santo,
A los Tres un solo honor.
Así sea.
Letanías del Espíritu Santo

Cristo, ten piedad de nosotros. (Bis)
Señor, ten piedad de nosotros. (Bis)
Cristo, óyenos.(Bis)
Cristo, escúchanos.(Bis)

Respondemos: Ten Piedad de nosotros
Dios, Padre Celestial,
Dios, Hijo Redentor del mundo,
Dios, Espíritu Santo,
Trinidad Santísima, un solo Dios,
Espíritu que procede del Padre y del Hijo,
Espíritu del Señor, que al comienzo,
De la creación planeando sobre las Aguas las fecundaste,
Espíritu por inspiración del cual han hablado los santos hombres de Dios,
Espíritu cuya unción nos enseña todas las cosas,
Espíritu que das testimonio de Cristo,
Espíritu de Verdad que nos instruís sobre todas las cosas,
Espíritu que sobreviene a María,
Espíritu del Señor que llena todo el Orbe,
Espíritu de Dios que habita en nosotros,
Espíritu de sabiduría y de entendimiento,
Espíritu de consejo y de fortaleza,
Espíritu de ciencia y de piedad,
Espíritu de temor del Señor,
Espíritu de gracia y de misericordia,
Espíritu de fuerza, de dilección y de Sobriedad,
Espíritu de fe, de esperanza, de amor y de paz,
Espíritu de humildad y de castidad,
Espíritu de benignidad y de mansedumbre,
Espíritu de multiforme gracia,
Espíritu que conoces hasta los secretos de Dios,
Espíritu que ruegas por nosotros con gemidos inenarrables,
Espíritu que descendiste sobre Cristo en forma de paloma,
Espíritu en el cual renacemos,
Espíritu por el cual se difunde la
Caridad en nuestros corazones,
Espíritu de adopción de los hijos de Dios,
Espíritu que en lenguas de fuego sobre
Los discípulos apareciste,
Espíritu por el cual fueron los
Apóstoles henchidos,
Espíritu que distribuyes vuestros
Dones a cada uno como quieres,
Sednos propicio, perdónanos Señor.
Sednos propicio, escúchanos Señor.

Respondemos: Líbranos Señor
De todo mal,
De todo pecado
De las tentaciones e insidias del demonio,
De toda presunción y desesperación,
De la resistencia a la verdad conocida,
De la obstinación y de la impenitencia,
De la impureza de la mente y del cuerpo,
Del espíritu de fornicación
De todo espíritu malo

Respondemos: Te rogamos, óyenos
Por tu eterna procesión del Padre y del Hijo,
Por la Concepción de Jesucristo, hecha por tu operación,
Por tu descenso sobre Cristo, en él Jordán,
Por tu advenimiento sobre los Discípulos,
En el día del juicio, por nosotros pecadores,
Para que así como vivimos por él espíritu, obremos también por él espíritu,
Para que, recordando que somos templo del Espíritu Santo, no lo profanemos,
Para que, viviendo según el espíritu, no cumplamos los deseos de la carne,
A fin de que por el Espíritu mortifiquemos las obras de la carne,
Para que no te contristemos a Ti, Espíritu Santo de Dios,
Para que seamos solícitos en guardar la unidad de espíritu en el vínculo de la paz,
Para que no creamos a todo espíritu,
Para que probemos a los espíritus si son de Dios,
Para que te dignes renovar en nosotros el espíritu de rectitud,
Para que nos confirmes por tu Espíritu soberano
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, perdónanos Señor.
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, escúchanos Señor.
Cordero de Dios que quitas los Pecados del mundo, ten misericordia de nosotros.

Oremos: Te pedimos Señor, nos asista la virtud del Espíritu Santo, para que purifique clementemente nuestros corazones y nos preserve de todo mal. Por Jesucristo Nuestro Señor. Así sea.

Letanías de la Santísima Virgen

Señor, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo óyenos. Cristo óyenos.
Cristo escúchanos. Cristo escúchanos.

Respondemos: Ten piedad de nosotros
Dios, Padre celestial.
Dios Hijo, Redentor del mundo.
Dios Espíritu Santo.
Trinidad Santa, un solo Dios.

Respondemos: Ruega por nosotros
Santa María. Ruega por nosotros
Santa Madre de Dios.
Santa Virgen de las vírgenes.
Madre de Cristo.
Madre de la divina gracia.
Madre purísima.
Madre castísima.
Madre virginal.
Madre sin mancha de pecado.
Madre Inmaculada.
Madre amable.
Madre admirable.
Madre del buen consejo.
Madre del Creador.
Madre del Salvador.
Virgen prudentísima.
Virgen digna de veneración.
Virgen digna de alabanza.
Virgen poderosa.
Virgen clemente.
Virgen fiel.
Espejo de justicia.
Trono de sabiduría.
Causa de nuestra alegría.
Vaso espiritual.
Vaso digno de honor.
Vaso insigne de devoción.
Rosa mística.
Torre de David.
Torre de marfil.
Casa de oro.
Arca de la Alianza.
Puerta del cielo.
Estrella de la mañana.
Salud de los enfermos.
Refugio de los pecadores.
Consuelo de los afligidos.
Auxilio de los cristianos.
Reina de los ángeles.
Reina de los patriarcas.
Reina de los profetas.
Reina de los apóstoles.
Reina de los mártires.
Reina de los que confiesan su fe.
Reina de las vírgenes.
Reina de los santos.
Reina concebida sin pecado original.
Reina asunta al cielo.
Reina del Santísimo Rosario.
Reina de la paz.
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo. Perdónanos, Señor.
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo.

Oremos: Te suplicamos Señor, Dios nuestro, que nos concedas a nosotros tus siervos, gozar de perpetua salud de alma y cuerpo y por la intercesión gloriosa de la bienaventurada Virgen María, líbranos de la tristeza presente y poder gozar de la eterna alegría. Por Cristo Nuestro Señor. Así sea.

Oración de San Agustín

Tú eres Cristo, Padre mío Santo, Dios mío piadoso, Rey mío grande, Pastor mío bueno, Maestro mío único, Auxiliador mío óptimo, Amado mío hermosísimo. Vivo pan mío, Sacerdote mío eterno. Guía mío hacia la patria, Luz mía verdadera. Dulzura mía santa, Vía mía recta, Sabiduría mía preclara, Simplicidad mía pura, Concordia mía pacífica, Custodia mía toda, Porción mía buena, Salvación mía sempiterna.
¡Oh, Cristo Jesús!, amable Señor, ¿por qué amé y deseé algo en toda mi vida fuera de Ti, Jesús mío? ¿Dónde estaba yo cuando con la mente no estaba Contigo? Ya desde ahora, deseos todos los míos, inflamaos y desbordaos en el Señor Jesús; corred cuando hasta ahora tardasteis; daos prisa a donde vais, buscad a Quien buscáis.
Jesús, sea reprobado quien no Te ama; quien no Te ama se llene de tristezas.
¡Oh, dulce Jesús!, que yo Te ame, en Ti se deleite, en Ti se admire todo buen corazón preparado para vuestra Gloria. Dios de mi corazón y porción mía, Cristo Jesús, desfallezca en lo mas intimo mi corazón y seas Tú quien vivas en mi, y arda en mi espíritu la brasa viva de Tu amor y crezca hasta ser fuego perfecto; arda perennemente en las aras de mi corazón, hierva en mis médulas, incendie las entrañas de mi alma; en el día de mi consumación sea hallado yo consumado junto a Ti.
Amén.

Letanías del Santísimo Nombre de Jesús.

Señor, ten piedad de nosotros
Cristo, ten piedad de nosotros
Señor, ten piedad de nosotros
Cristo, óyenos
Cristo, escúchanos

Respondemos: Ten piedad de nosotros
Dios, Padre celestial,
Dios Hijo, Redentor del mundo,
Dios Espíritu Santo,
Santísima Trinidad, un solo Dios,
Jesús, hijo de Dios vivo,
Jesús, esplendor del Padre,
Jesús, pureza de la luz eterna,
Jesús, Rey de la gloria,
Jesús, sol de justicia,
Jesús, hijo de la Virgen María,
Jesús, amable,
Jesús, admirable,
Jesús, Dios fuerte,
Jesús, padre del siglo futuro,
Jesús, mensajero del plan divino,
Jesús, todopoderoso,
Jesús, pacientísimo,
Jesús, obedientísimo,
Jesús, manso y humilde de corazón,
Jesús, amante de la castidad,
Jesús, amador nuestro,
Jesús, Dios de paz,
Jesús, autor de la vida,
Jesús, modelo de virtudes,
Jesús, celoso de la salvación de las almas,
Jesús, nuestro Dios,
Jesús, nuestro refugio,
Jesús, padre de los pobres,
Jesús, tesoro de los fieles,
Jesús, pastor bueno,
Jesús, verdadera luz,
Jesús, sabiduría eterna,
Jesús, bondad infinita,
Jesús, camino y vida nuestra,
Jesús, alegría de los ángeles,
Jesús, rey de los patriarcas,
Jesús, maestro de los apóstoles,
Jesús, doctor de los evangelistas,
Jesús, fortaleza de los mártires,
Jesús, luz de los confesores,
Jesús, pureza de las vírgenes,
Jesús, corona de todos los santos,
Ten misericordia de nosotros.

Sednos propicio, perdónanos, Jesús.
Sednos propicio, escúchanos, Jesús.

Respondemos: Libranos Señor
De todo mal,
De todo pecado,
De tu ira,
De las asechanzas del demonio,
Del espíritu impuro,
De la muerte eterna,
Del menosprecio de tus inspiraciones,
Por el misterio de tu santa encarnación,
Por tu Natividad,
Por tu infancia,
Por tu divinísima vida,
Por tus trabajos,
Por tu agonía y Pasión,
Por tu Cruz y desamparo,
Por tus sufrimientos,
Por tu muerte y sepultura,
Por tu Resurrección,
Por tu Ascensión,
Por la institución de la Santísima Eucaristía,
Por tus gozos,
Por tu gloria,

Repetimos tres veces
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, ten piedad de nosotros.

Que el nombre del Señor sea bendito ahora y siempre por los siglos de los siglos.

Oremos: Señor Jesucristo que dijisteis, “pedid y recibiréis, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá”; te pedimos nos des el afecto de tu divinísimo amor, para que te amemos con todo el corazón, palabra y obra, y nunca cesemos de alabarte. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Así sea.

Letanías del Sacratísimo Corazón de Jesús

Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.

Respondemos: Ten piedad de nosotros
Dios, Padre Celestial,
Dios Hijo, Redentor del mundo,
Dios, Espíritu Santo,
Santísima Trinidad, que eres un solo Dios,

Corazón de Jesús, Hijo del Eterno Padre,
Corazón de Jesús, formado en el seno de la Virgen Madre por el Espíritu Santo,
Corazón de Jesús, unido sustancialmente al Verbo de Dios,
Corazón de Jesús, templo santo de Dios,
Corazón de Jesús, tabernáculo del Altísimo,
Corazón de Jesús, casa de Dios y puerta del cielo,
Corazón de Jesús, horno ardiente de caridad,
Corazón de Jesús, santuario de la justicia y del amor,
Corazón de Jesús, lleno de bondad y de amor,
Corazón de Jesús, abismo de todas las virtudes,
Corazón de Jesús, digno de toda alabanza,
Corazón de Jesús, formado en el seno de la Virgen Madre por el Espíritu Santo
Corazón de Jesús, unido sustancialmente al Verbo de Dios,
Corazón de Jesús, templo santo de Dios,
Corazón de Jesús, tabernáculo del Altísimo,
Corazón de Jesús, casa de Dios y puerta del cielo,
Corazón de Jesús, horno ardiente de caridad,
Corazón de Jesús, santuario de la justicia y del amor,
Corazón de Jesús, lleno de bondad y de amor,
Corazón de Jesús, abismo de todas las virtudes,
Corazón de Jesús, digno de toda alabanza,

Corazón de Jesús, Rey y centro de todos los corazones,
Corazón de Jesús, en quien se hallan todos los tesoros de la sabiduría, y de la ciencia,
Corazón de Jesús, en quien reside toda la plenitud de la divinidad,
Corazón de Jesús, en quien el Padre se complace,
Corazón de Jesús, de cuya plenitud todos hemos recibido,
Corazón de Jesús, deseado de los eternos collados,
Corazón de Jesús, paciente y lleno de misericordia,
Corazón de Jesús, generosos para todos los que te invocan,
Corazón de Jesús, fuente de vida y santidad,
Corazón de Jesús, propiciación por nuestros pecados,
Corazón de Jesús, triturado por nuestros pecados,
Corazón de Jesús, hecho obediente hasta la muerte,
Corazón de Jesús, traspasado por una lanza,
Corazón de Jesús, fuente de todo consuelo,
Corazón de Jesús, vida y resurrección nuestra,
Corazón de Jesús, paz y reconciliación nuestra,
Corazón de Jesús, víctima por los pecadores,
Corazón de Jesús, salvación de los que en ti esperan,
Corazón de Jesús, esperanza de los que en ti mueren,
Corazón de Jesús, delicia de todos los santos, Ten piedad de nosotros
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, Perdónanos Señor.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, Ten piedad de nosotros.
Jesús, manso y humilde de Corazón, Haz nuestro corazón semejante al tuyo.

Oremos: Oh Dios todopoderoso y eterno, mira el Corazón de tu amantísimo Hijo, las alabanzas y satisfacciones que en nombre de los pecadores te ofrece y concede el perdón a éstos que piden misericordia en el nombre de tu mismo Hijo, Jesucristo, el cual vive y reina contigo por los siglos de los siglos. Amén.

SOY TODO TUYO MARIA

Virgen María, Madre mía
Me consagro a ti y confío en tus manos
Toda mi existencia.
Acepta mi pasado con todo lo que fue.
Acepta mi presente con todo lo que es.
Acepta mi futuro con todo lo que será.
Con esta total consagración
Te confío cuanto tengo y cuanto soy,
Todo lo que he recibido de Dios.
Te confío mi inteligencia,
Mi voluntad, mi corazón.
Deposito en tus manos mi libertad;
Mis ansias y mis temores;
Mis esperanzas y mis deseos;
Mis tristezas y mis alegrías.
Custodia mi vida y todos mis actos
Para que le sea más fiel al Señor
Y con tu ayuda alcance la salvación.
Te confío ¡Oh María! Mi cuerpo y mis sentidos
Para que se conserven puro
Y me ayuden en el ejercicio de las virtudes.
Te confío mi alma
Para que Tú la preserves del mal.
Hazme partícipe de una santidad
Igual a la tuya:
Hazme conforme a Cristo,
Ideal de mi vida.
Te confío mi entusiasmo
Y el ardor de mi juventud,
Para que Tú me ayudes a no envejecer en la fe.
Te confío mi capacidad y deseo de amar,
Enséñame y ayúdame a amar
Como Tú has amado y como Jesús quiere que se ame.
Te confío mi incertidumbres y angustias,
Para que en tu corazón yo encuentre
Seguridad, sostén y luz,
En cada instante de mi vida.
Con esta consagración
Me comprometo a imitar tu vida.
Acepto las renuncias y sacrificios
Que esta elección comporta,
Y te prometo, con la gracia de Dios
Y con tu ayuda,
Ser fiel al compromiso asumido.}
Oh María, soberana de mi vida
Y de mi conducta
Dispón de mí y de todo lo que me pertenece,
Para que camine siempre junto al Señor
Bajo tu mirada de Madre.
¡Oh María!
Soy todo tuyo
Y todo lo que poseo te pertenece
Ahora y siempre.
AMEN.

Recemos a María

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Quinto Misterio Glorioso
La coronación de María sobre todo lo creado en los cielos y la tierra

La luz de mi Señor es maravillosa, aquel momento de mi coronación derramó sobre mí muchísima luz.
Pequeños míos vuestros corazones conocen el gozo de vivir en una parte de esa luz; buscad buscad buscad siempre llevarla a otros corazones, sed luces brillantes que no se ocultan debajo de la mesa, salid a iluminar con vuestro dar, con vuestro Amor y así vuestro corazón tendrá más espacio aún para luz de mi Señor. Os Amo. Amén. Vuestra Madre la Santísima Virgen María. Amén. Amén.